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¿Sería incomodidad la palabra adecuada para describir cómo se sentían ambos en ese momento?

Ciertamente no. Era más que eso.

Taehyung se vistió y salió de su habitación luego de lo sucedido, no sin antes decirle a Seok Jin que ordenaría a las cortesanas que prepararan un baño. Las orejas de Seok Jin se habían puesto rojas y solo podía asentir mientras pensaba en lo que había hecho.

Se había enredado con el príncipe heredero de Joseon. En sus aposentos. Siendo un simple trabajador real.

Seok Jin deseaba poder gritar de frustración, pero todo lo que pudo hacer fue cubrirse la cara con las manos y lamentarse de sus estúpidas acciones.

El cuarto de baño estaba a un lado de la habitación principal del príncipe, y se podía escuchar a Taehyung afuera en el pasillo, ordenando a las cortesanas que se fueran y descansaran. Insistieron, como era costumbre, en que no había ningún problema y que estaban allí para servirle, pero tras más insistencias accedieron a la amable petición del príncipe y se marcharon.

Cuando se abrió la puerta de la habitación y Taehyung lo miró, Jin se estremeció.

—No hay nadie afuera, ven conmigo.

—Su Alteza, permaneceré aquí. Encontraré una manera de regresar a mi habitación asignada.

—Por mucho que quieras, no puedes hacerlo. ¿Por qué no dejas tu orgullo a un lado y haces lo que te pido?

El erudito estaba a punto de responder, pero cuando vio al príncipe alejarse sin mirar atrás, no tuvo más opción que seguirlo. Los largos pasillos del palacio eran aterradores. Seok Jin podía escuchar los murmullos de los guardias que custodiaban las afueras de los aposentos del príncipe y sabía que podían escucharlo con cada paso que daba.

Jin entró al baño y sintió escalofríos recorrer su cuerpo mientras observaba el vapor salir de la bañera. Las lámparas de cada rincón proporcionaban una iluminación tenue a la habitación.

—Puedes ducharte primero —dijo el príncipe, con los brazos cruzados a la espalda.

Tan pronto como se pronunciaron esas palabras, el alma de Seok Jin regresó a su cuerpo. La mirada inquisitiva del príncipe, en cambio, le intimidaba.

—¿Se va a ir, su alteza?

—De eso no estoy seguro —dijo, y cuando vio la expresión sombría del erudito, logró soltar una risa sarcástica —. No es que no lo haya visto todo. ¿Debería recordarte lo que acabamos de hacer? ¿Quieres que te haga otra demostración?

—Desvergonzado.

—Lo soy. Sin embargo, como insistes, te concederé privacidad.

Jin no estaba convencido, pero mientras observaba al príncipe girar sobre sus talones y mirar la puerta de madera, se sintió un poco más a gusto.

—No mire.

—¿Qué pasa si lo hago?

—No estoy jugando.

Seok Jin se quitó su hanbok exterior y lo colocó en el suelo, luego llevó una de sus manos a su hanbok interior. Volvió su mirada al príncipe, quien seguía de cara a la puerta, moviendo uno de sus pies de manera arrítmica.

Y fue entonces cuando Jin se dio cuenta de que no tenía idea de lo que se suponía que debía hacer.

Miró hacia la pequeña mesa junto a la bañera, que tenía varios frascos de líquidos a base de hierbas. La extravagancia del palacio siempre lograba desconcertarlo. Abrió uno de los frascos e intentó adivinar el contenido, pero no lo logró.

The Erudite; JinTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora