Capítulo 41

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Un psicópata no se veía así. Al menos no los que él había tenido la desgracia de conocer. Solían aparentar confianza incluso al estar rodeado de enemigos y por sobretodo, no se veían como si estuvieran castigándose en un rincón de su mente.  

No obstante, Ren insistía en que sí lo era. Sus palabras exactas habían sido: "es el asesino de todo su clan, te lo aseguro", a lo que su respuesta fue: "Uchiha Itachi murió en manos de su hermano" y él había finalizado con: "¿y quién crees que lo trajo? Atendí al menor de los Uchiha cuando tuvo una pelea en el Hospital de Konoha, hace ya muchos años, pero no he olvidado la cara de ese niño abandonado".

Resopló, incrédulo. Aunque tenía claro que el adulto lo miraba desde su lado de la zona médica con cara de pocos amigos, optaba por ignorarlo y proseguir con su tarea. Se consideraba un buen juez de personas. Había carecido de fallos durante los días en los que trabajó con Ibiki, así que confiaba en su sexto sentido que le indicaba no temer al paciente que era atendido por su compañera. 

—Listo, Itachi-san —Sonrió ofreciéndole un poco de té y pan de arroz—. Debe estar hambriento.

—No... —Su negativa perdió fuerza con las quejas de su estómago que gracias al cielo, nadie escuchó—. Gracias —Tomó el alimento que le ofrecía.

Meiri solía decirle que en el comer estaba el vivir. Solía asegurarle que tragar con miles de preocupaciones, cambiaba el sabor de la comida. Solía también adornar sus huevos fritos con tajadas de pan en forma de sonrisas triangulares... Suspiró con amargura. ¿Yumi sabría algo de la chica que no salía de sus pensamientos? ¿Le querría dar información? ¿Merecía siquiera preguntar? Lo dudaba. Además, lo primordial ahí distaba de su confundida cabeza y se acercaba a salvar al mundo. 

Leyó con cierto esfuerzo —debido al único ojo bueno que le quedaba— las palabras que los dos hombres susurraban. No quería espiarlos, pero dada la situación en la que se hallaba, no le quedaba opción. Necesitaba un último favor de ese equipo médico, antes de que se vayan a la guerra, lo cual por lo que había logrado entender, harían pronto. 

—Yumi-chan —interrumpió la conversación bajando del lecho mullido—, hay un favor que deseo pedirte.

La aludida les indicó a sus camaradas que la esperasen y se acercó a donde Itachi, con vendas en el torso, coleta algo revuelta y la ropa envuelta en una capa de tierra, lucía calmado y esbozaba una tímida sonrisa que predecía su pena por hacer una petición. 

—¿Se siente mareado, Itach...? —Tras su negativa, detuvo su oración y ladeó el rostro, exteriorizando su curiosidad—. ¿Entonces quisiera pastillas para el dolor? 

En esa ocasión, el gesto se extendió hasta elevar las comisuras de sus labios. El hermano mayor de Sasuke, aunque legendario y poderoso, le provocaba querer cuidarlo como a un niño de siete años. 

—Necesito que me ayudes con mi ojo.

—Temo que mi nivel no llega a tal punto —manifestó apenada por decepcionarlo—. No puedo sanar su retina. 

—Nadie podría restaurar mi visión tal y como está —Volvió a hacer gala de su sonrisa—. Lo que pido es que me ayudes a colocar otra luz distinta en su lugar —Y antes que ella le de una negativa, sacó su kunai.

Al inicio no supo a qué se refería hasta que acercó la punta filosa al pulgar de su dedo y un hilillo de sangre se deslizó por la pálida piel. Una idea fugaz se balanceó en su cabeza como una pluma que flota en el aire y va cayendo de a pocos a tierra firme. ¿Una invocación? ¿Qué sería tan importante que no podía esperar? Solo se le ocurría una cosa y tenía nombre: Sasuke. 

Ren había estado atento al intercambio de palabras de los dos jóvenes. No los había perdido de vista ni siquiera después de las acusaciones de Kumo, en las que sugería lo paranoico que se había vuelto. Lamentablemente, no era un ninja experto en batalla; por lo cual tuvo que correr como cualquier civil lo haría, para enfrentar al asesino de masas. 

Kimi ga suki | Tú me gustasWhere stories live. Discover now