Capítulo 24

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Tal y como había supuesto, el paso de dos Uchiha había sido el causante de aquella destrucción. Lo confirmó Haruto, el más alto y de contextura gruesa, al recoger un retazo de tela sucia y manchada de sangre que formaba parte de una camiseta y tenía el símbolo de los portadores del que Izomu consideraba "el sobrevalorado Sharingan". No cabía dudas. Eran ellos.

—Deprisa —apuró el líder al darse cuenta que Daichi, el de coleta, miraba hacia atrás con añoranza—. Al parecer algunos quieren irse en lugar de vengar a mi padre y a todos los nuestros.

El aludido maldijo en su interior y tras percatarse que los ojos negros de Izomu lo seguían, endureció el gesto, soltó una lisura y se adelantó con Haruto.

Izomu, al igual que su padre antes que él, era un líder de miedo y no de amor. No quería ser respetado. Le bastaba ser temido y vaya que lo lograba. Era bastante popular sobre todo cazando ancianos enfermos que consideraba cargas que alimentar... a ellos los perseguía por los bosques hasta darles muerte.

El equipo se centró en la tarea, incluido Daichi, y recorrieron las ruinas hasta llegar al límite con el bosque espeso y oscuro.

Koji, el ninja sensor del grupo tenía unos ojos intensamente cafés y la habilidad más precisa de rastreo del clan, contaba con unos veintipocos y podría ser bastante atractivo de no ser por la cicatriz que cruzaba su rostro, la cual iniciaba en su ceja y finalizaba en su labio inferior. Las malas lenguas comentaban que ese hecho había sido la razón por la que su esposa lo dejó.

—Sangre y más de dos personas. Un grupo... Quizá tres o cuatro... intentaron borrar sus huellas. Al parecer uno cargaba mucho peso o es pesado por lo marcado de la tierra —añadió tocando con la palma de la mano las hojas secas y la tierra fresca—. Se dirigieron al este.

—Entonces nosotros también iremos para allá.

En tanto la formación del clan Hikari seguía uno de los tantos rastros de Juugo, experto en pistas falsas; dos ninjas que caminaban lento pero seguro, daban vistazos a su alrededor, inquietos tal vez por la aparente calma e inmersos en sus pensamientos. Itachi por ejemplo, no dejaba de imaginar y desrar el bienestar de su hermano. En tanto Meiri cavilaba las estadísticas. Ella sabía que había un alto porcentaje de ser hallados y entrar en combate; un 30% de posibilidades de ser encontrados por los de Konoha, 30% por su clan y 20% por Akatsuki ya que creían que Itachi estaba muerto. El 20% restante eran las probabilidades que tenían de escapar ilesos; sin embargo, a pesar de la reducida cifra positiva, Meiri se mantenía esperanzada.

—Es un buen hombre o bueno... era... me enteré que murió hace un par de años y su choza está a las afueras del país del Fuego, antes de los límites de la otra nación que si no me equivoco es Viento... El punto es que si estamos lejos de la jurisdicción de los países y aldeas, no nos molestarían.

El chico que ya no vestía la capa negra con nubes carmesíes que había llevado consigo por años, evitó hacer un comentario que arruine su buen humor y siguió oyéndola como si fuera lo único que quisiera... porque no había otra cosa que hacer. Meiri tenía un lado soñador dentro de todo ese humor extraño y los comentarios directos, sin filtro. Ese lado la hacía ver vulnerable, capaz de ser herida... Ese lado le asustaba. ¿Qué pasaría si realmente resultaba lastimada? Las esperanzas perdidas, las palabras correctas, las acciones de quienes más queremos, podían rompernos en pedazos diminutos incapaces de rearmar.

Su compañera no debía romperse porque entonces... él volvería a estar solo y por lo pronto, se negaba a ello.

—¿Me escuchaste, niño bonito? 

Itachi se giró ante ese apodo causando una sonrisita en los labios de ella. Le causaba gracia que se considere "bonito".

—Como prefieras.

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora