Capítulo 36

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De niño, cuando oía historias sobre las grandes guerras, le parecían fantásticas, sacadas de otro mundo. Fáciles de ganar. Después de todo, sabía qué bando resultaba victorioso y que con el tiempo, las ciudades o naciones perdedoras volvían a alzarse más fuertes que antes.

De niño, creía ingenuamente que esas cosas eran propiedad del pasado y no cabía en su mente la posibilidad de que se repita alguna vez.

De niños todos son inocentes. Sin embargo, crecer no siempre significa que dejen de lado esa noble cualidad. Naruto, por ejemplo, a sus dieciséis años, seguía afirmando a quien se le enfrente, que todos podían cambiar, elegir hacer el bien, perdonar y ser perdonado. O eso le había pasado a él.

Rodeado de vegetación y un lago hasta entonces tranquilo, un hombre detuvo su lento caminar. Lo sentía. Se acercaba.

—Has cambiado un poco, Naruto —dijo con una suave sonrisa en un rostro pálido y huesudo—. Supongo que ha pasado tiempo desde que nos vimos, pero ya que estoy muerto, parece como si hubiese sido ayer.

—¡Nagato! —saludó el rubio al reconocer al shinobi que tenía delante—. ¿Te refieres a esto? —inquirió mirando su figura brillar con una energía amarilla, dorada como el sol—. Esta es la apariencia que toma alguien que controla el modo Kyubi.

A su lado, un hombre alto y fornido de piel bronceada y gafas oscuras, asentía orgulloso.

—Ya veo. Pudiste llegar hasta ese nivel —observó el de apariencia enferma y cabello rojo, cual sangre—. Aunque no me sorprende. Eres mi hermano menor, después de todo.

—Fue gracias a mi trabajo. Hasta que lo entrené, este no era más que una estrella apagada —rapeó Killer Bee, causando en el jinchuriki del Kyubi cierta vergüenza.

—¿Lograste superar el odio, Naruto?

—¡Sí! El dolor que tú me enseñaste, hermano; además del entrenamiento con el viejo Bee, mi papá y mamá... Todos me ayudaron a llegar hasta aquí.

Nagato no tardó en volver a hacer amago de una sonrisa. Aunque muerto, le causaba felicidad saber que ese chiquillo se hacía fuerte, a través del apoyo de otras personas que lo reconocían como él lo había hecho.

—Creo que debes seguir tu camino, Naruto. Es peligroso que te quedes hablando conmigo.

Sí que lo era. A una distancia prudente, oculto como rata en su madriguera, Kabuto se relamía los labios al haber encontrado al Hachibi y al Kyubi mucho antes que el enmascarado. El poder sería suyo. Solo necesitaba usar su carta...

—¡Apártate! —gritó Nagato, lanzando una bomba de agua que podría haber perforado a una persona por la agudeza y la potencia del ataque.

El rubio no esperaba eso del también discípulo de Jiraiya. Se suponía que ya habían logrado pasar por eso y que ahora eran amigos. Entonces, ¿por qué...?

—Es controlado, tonto —rezongó B al darse cuenta que su alumno se había quedado congelado—. Muévete de un lado a otro a menos que quieras ser aplastado —entonó, sacando la gran espada que un día, hace no mucho, le perteneció a Kisame.

Pero la advertencia llegó tarde. Nagato no tenía control sobre sus movimientos. Sus manos se alzaron y en contra de su voluntad, se le escuchó decir "Bansho Ten'in", justo en el instante en que Naruto y Bee eran jalados por una fuerza invisible hacia una gran roca obtenida desde el fondo del lago.

¿Ese era el fin?

No. No dejaría que lo sea. ¡Uzumaki Naruto no moriría ahí! ¡Primero debía ayudar a su gente y ser Hokage! Usando el chakra del Kyubi, evocó una gran mano que terminó destruyendo la formación de rocas que podrían haber acabado con sus sueños. 

Kimi ga suki | Tú me gustasOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz