Capítulo 23

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A pesar de todo su pesimismo, no había ido mal. O eso creía. No podía saberlo con total seguridad hasta que la fiebre le baje al sujeto. 

A sus pies, en un saco, huesos de un desconocido descansaban y a su derecha, sobre la aparatosa y rústica cama que habían construido para uno de los heridos, un frasco con un extraño líquido en él. Parte de su contenido había sido removido de ahí y ahora se encontraba en un cuerpo muerto. 

Karin observó a la Hikari más joven descansar en el suelo a unos metros del lecho de Sasuke e hizo una mueca inconscientemente. Había dado su máximo esfuerzo y exhausta, se había echado a dormir. Tanto ahínco la hacía preguntarse si no sentía nada por Sasuke como le había asegurado hace tiempo. 

—¿En serio tengo el camino libre? —inquirió a la nada. 

A pesar de eso, la pelirroja sabía que no era un camino carente de obstáculos, siendo el mayor la indiferencia que mostraba el chico de sus sueños. En más de una ocasión, se había preguntado si él era heterosexual o si tenía otra preferencia, o acaso ninguna. Creía difícil que no se interese por nadie teniendo a tantas mujeres a su disposición y sabiendo —porque estaba segura que así era—, lo atractivo que era. 

Pensando en eso y en otras tantas cosas, recordó lo que había tenido que pasar para obtener ese mal oliente conjunto de huesos y todo por él. Karin estaba más que segura que daría su vida por él.

El recorrido para adquirir esos ojos y ese saco había sido exhausto. Primero, habían tenido que correr como nunca, pues cada segundo era uno menos, uno perdido, uno que podía ser la diferencia entre la vida y la muerte de su amor platónico. Segundo, había soportado por unas cuantas horas a Suigetsu y sus bromas pesadas, además de la falta de agua. Por último, hallar la zona que estaba escondida entre un mar de plantas, una montaña rocosa y una caída de agua de corta distancia había sido un reto y una vez la hallaron, adentrarse por el orificio que se escondía tras la cascada y a dar un paseo subterráneo era incluso más agotador. 

—Todo esto por la felicidad de mi familia —se repetía Suigetsu para sí. 

—Calla y concéntrate en bajar —le había indicado entre susurros. 

Abajo, la fosa se extendía sin fin o tal apariencia daba debido a la oscuridad que los esperaba. Luego de minutos enteros, pisaron tierra firme y entonces percibieron el olor a muerto, polvo y helechos mojados. Le sorprendió ver un lago bajo tierra que tal vez era producto de la cascada o de quién sabe qué, pero más sería su asombro unos metros más allá.

Conforme avanzaron, sus párpados se fueron acostumbrando a la poca luz y con la ayuda de una antorcha que hicieron con fuego y un palo de madera, guiaron su camino pedregoso. Fue así que vieron las tumbas, y los mármoles o construcciones de piedra que hacían las veces de criptas familiares. Eran decenas y decenas de lápidas sobrias, sin grandes o conmovedoras descripciones, solo el nombre del difunto y su fecha de nacimiento y muerte; incluso en algunas solo estaba la de deceso.

—Existe uno con un enorme símbolo Uchiha y en los lados un sol y una luna. Cuando lo vean, sabrán que es el indicado —les había dicho Yumi antes de marchar. 

Creyó por sus palabras que sería fácil de encontrar, pero entre tantas lápidas medio derrumbadas, polvo cubriendo las piedras, barro en otras, fue como buscar una aguja en un pajar. Con cada minuto que pasaba, su desesperación así como su urgencia aumentaba a un punto que la respiración se le aceleró y le faltó el aire.

—Oye, respira —indicó Suigetsu como si fuera algo sencillo, lo cual en esos momentos no era así—. Anda, Karin, respira. No te mueras ahora, si se te ocurre desmayarte te dejaré aquí.    

Kimi ga suki | Tú me gustasWhere stories live. Discover now