Capítulo 40

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El mundo estaba en terrible peligro, pero ahí, en ese bosque que se volvía espeso en algunas zonas y poco frondoso en otras, parecía que las cosas no marchaban tan mal. Estaba junto al ser que había prometido cuidar desde que estaba en el vientre de su madre y lo mejor, no recibía miradas de odio o asco. Sasuke incluso le dedicaba comentarios esporádicos sobre la villa que alguna vez ambos llamaron hogar, sobre los recuerdos de su infancia y cómo debía perseguirlo para obtener tiempo de calidad juntos.   

—¿Te cansabas de tenerme pegado a ti? 

A ello solo rodó los ojos y omitió las ganas de llamarlo tonto o darle un golpecito en la frente. 

—Claro que no, pero debía cuidarte de la oscuridad que me rodeaba. Eras muy pequeño para meterte en esa guerra política. 

El más joven bufó. No ocultaba lo absurdo que le parecían sus pensamientos. 

—Podría haberte apoyado, hallar una solución —murmuró más para sí—. Dejémoslo así. No tiene caso. Ahora eso ya acabó y aunque pensamos distinto, no estamos solos. 

Lo miró de reojo. Se hallaba pensativo y quizá fue su imaginación, pero le pareció que no solo se refería a su compañía. La idea le supo agradable. Sasuke merecía encontrarse a sí mismo a través de las personas correctas, como Naruto. 

—¿Cómo está Yumi-chan?

No obtuvo respuesta inmediata, por lo cual se giró a observarlo. ¿Habría ocurrido algo? Acostumbrado a lo peor, imaginó a su hermano menor gritándole que se vaya lejos, que no la quería ver, o a la muchacha agotándose de la maldición de odio que rodeaba a los Uchiha y abandonándolo a su suerte, o peor aún, muriendo trágicamente. Estaba por preguntar e intentar unir cabos sueltos, cuando vislumbró una sutil sonrisa. Un gesto que lo dejó brevemente enmudecido por descubrir qué lo había provocado. 

—Estamos juntos. 

Sus pasos si bien siguieron siendo acompasados como sus latidos, su mente volaba lejos de ahí. Incrédulo, no pudo evitar abrir la boca en vano, buscando decir algo, pero sin lograrlo. ¿El frío, maleducado y exasperado Sasuke estaba con una dulce, gentil y paciente chica?

Esta vez él sonrió. Por más diferentes que sean, no le costaba imaginárselos tomados de la mano y avanzando a paso lento en esa montaña rusa que debía ser el amor.   

—Felicidades, Sasuke —Ante el gesto indiferente que le mostró, tuvo el impulso de continuar con una broma. ¿Hace cuánto no bromeaba? ¿Alguna vez siquiera se había permitido relajarse? No era el mejor momento para pensar en ello, por el contexto que vivían, pero al menos unos minutos, deseaba comportarse como un hermano cualquiera—. Estoy seguro que Yumi-chan debe ser una santa para soportar tus cambios de humor. 

—Qué gracioso —ironizó con un ápice de diversión para de inmediato, adoptar una postura serena, como si estuviera soñando despierto—. Cuando acabemos con esta guerra y logre que Konoha pague sus pecados, cuando me asegure que disfrutes la vida que mereces, haré renacer el clan. Lo haré con ella. 

Su visión no era la más prodigiosa en esos momentos. Es decir, había perdido la claridad en un ojo, a cambio de ganar miles de vidas; pero la cercanía con su único pariente —pues se hallaba literalmente apoyando su peso en su hermano—, le permitía notar, sin resquicio de dudas, lo sincero que era en cada una de las sílabas pronunciadas. 

—Deja de mirarme. Es incómodo. 

Soltó una risa fresca, juvenil. 

—¿Te incomodo? 

—Sí —masculló—. Como sea, se supone que debes escucharme y aconsejarme. 

Nuevamente rió. Era gracioso ser testigo de esa actitud impropia en su familia: la duda. Sasuke no estaba seguro si era digno de cumplir ese nuevo sueño que empezaba a trazarse en su cerebro. No lo culpaba. Después de lo que habían tenido que pasar, consideraba normal que esa gigantesca confianza que manejaba para batallas, le faltara en ese tipo de temas. Había olvidado cómo se debía sentir amar, cómo dar sin esperar nada a cambio, cómo proteger sin la necesidad de tomar un arma. Estaba asustado. 

Kimi ga suki | Tú me gustasWhere stories live. Discover now