Capítulo 2

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Gisely

Mis tacones resonaban contra el pavimento ante mis rápidos pasos. Llevaba treinta minutos de tardanza y eso no era nada bueno para empezar el primer dia de la semana y menos con una jefa como Carlota que siempre me tenia en la mira. Caminaba apresurada con un vaso de cafe en una mano y mi bolso colgandome del hombro. Me había tocado estacionar mi coche en un lugar lejos de mi trabajo y ahora me toacaba caminar.

Si tan solo esta falda no fuera tan molestosapense.

Estaba apunto de cruzar las puertas de el edificio donde trabajaba pero un hombre uniformado en traje negro se interpuso en mi camino.

—¿Es usted la señorita Gisely Montell?—pregunto con tono de voz que me hizo suponer que era un nombre serio.

Asenti.

—Soy yo ¿Necesita algo?

—Necesito que me acompañe—me informo.

Mire el reloj que llevaba en mi brazo, treinta y cinco minutos tarde.

—Disculpeme pero lo que tenga que decirme digamelo aqui y ahora o podría venir en otro momento cuando me desocupe de mi trabajo—mire mi reloj de nuevo—Que por cierto ahora llevo treinta y siente minutos tarde y eso no le hara ni gracia a mi jefa. Solo dejeme su nombre y numero donde pueda contactarlo.

Vi como sus ojos azules claros me miraban intensamente, haciendome sentir un poco intimidada.

—Su jefa no le dira nada, ahora por favor acompañeme.

—Es que no. . .

—Señorita Montell acompañeme sin protestar más o de lo contrario sera de mala manera—su tono amable había desaparecido por completo.

Por su mirada fulminante se notaba que hablaba en serio.

Se suponía que no deberías hablar con extraños en la calle y mucho menos dejar que ellos te llevaran a sus coches. Entonces ¿Porque me encontraba en la parte trasera de este coche y el tal tipo del cual aun no sabia el nombre conduciendo sabra Dios donde?

No pude evitar ponerme nerviosa, ahora que pensaba las cosas mas, no sabia si el era un asecino o algo por el estilo.

Se detuvo enfrente de un edificio que antes no había notado. Era muy alto. Tendría mas de veinte pisos lo máximo.

—Entre en recepción y pregunte por el señor O'Conner, diga que usted es la señorita Montell y ella la dejara pasar.

Lo mire confundida pero hize lo que dijo.

¿Quien era el tal O'Conner?

Entre a recepción dandome cuanta que era un edificio de prestigio y seguramente infectado de gente rica.

—Disculpe—intente llamar la atención de la mujer que se encontraba sentada en un escritorio muy concentrada en su teclado.

Ella aparto sus ojos marrones de la pantalla para examinarme con una ceja alzada.

—¿Que se te ofrece?—pregunto cordialmente.

—Busco al señor O'Conner, soy Gisely Montell—respondi con un poco de duda.

Ella abrió los ojos rápidamente.

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