—Si tú dices —continuó mirando su reloj.

—Perro, nunca estuve tan seguro de algo. Si para ti todo es negro ahora, te digo que mañana todo será del color que más prefieras. Irte la próxima semana te hará bien. Les hará bien. Estar bajo el mismo techo que tu papá también debe ponerte así de tenso.

—Con Emma esperamos que ustedes se queden el tiempo que quieran.

—Definitivamente nos quedaremos un rato más. Estamos demasiado cómodos aquí —rio.

—Bien.

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Como era evidente, Colin no aceptó subir al bar con Eugene, prefirió regresar al ático. Era viernes, y Emma había salido con Gillou y Esmeralda para un último fin de semana con sus amigos, así que Colin decidió usar esa noche para empacar. Doblar ropa u ordenarla siempre le distraía la ansiedad. Abrió dos grandes maletas negras sobre su cama y comenzó a meter ropa. Paseándose por el cuarto, se detuvo frente al librero, ahí se encontraba el libro de colección de Así habló Zaratustra que su suegro le había regalado en Navidad. Lo agarró y lo abrió al azar. Solo Dios pudo mandarle una señal a partir del libro del ateo más famoso del mundo.

Debes estar preparado para arder en tu propio fuego: ¿cómo podrías renacer sin antes haberte convertido en cenizas?

Cerró sus ojos. Ya tenía el corazón incinerado. Las personas se habían encargado de quemárselo, quedaba poco y nada. Esa noche no podía pensar con optimismo y se perdonaba por eso. ¡Estaba viviendo un verano de mierda! Nunca podría sentirse pleno mientras siguiera bajo el mismo techo que su padre, necesitaba dejar de engañarse; sí le importaba que su padre fingiera que no existía durante la cena, le dolía y le quemaba tanto como cualquier golpe que le había dado. Dejó el libro cerrado sobre su cama, y agarró las dos medallas que obtuvo en su graduación. Esas eran cosas que importaban. Su nombre iba a aparecer en la investigación de Cohen, incluso cuando apareciera con cientos de nombres más, era algo gigante con mucho peso para la escuela de medicina. Había pasado toda una vida destacándose en cuántas áreas podía para llenar su expediente con certificados de excelencia, Dios, hasta había tomado clases de cocina. ¿Creyeron que había acompañado a Cathy para aprender la receta del soufflé, que una vez le preparó a Emma, solo porque era un buen hermano? Todo lo que estudiaba o practicaba lo hacía pensando en el expediente que acabaría en las oficinas de Harvard, Princeton y Stanford. Y Dios, lo había hecho excelente hasta el momento, se permitió felicitarse dentro del negro de su mirar. Soñaba con entrar a Harvard, soñaba con mudarse a Boston. Con Emma. Necesitaba dejar de pensar como si se encontrara frente al fin porque apenas se hallaba en la introducción.

Tomó asiento en el borde de su cama y respiró. Le entraron ganas de beber té para la digestión, pero, antes de ir a prepararlo, quiso saber si Emma le había escrito. Levantó su celular y alguien lo encerró en un sótano sin luz, sintió una punzada en su pecho cuando leyó que el desconocido le había escrito de nuevo, pero esta vez le había mandado tres fotografías junto con el mensaje.

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Desconocido: Tú decides qué hacemos con estas

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Lo primero que sintió, al ver las tres fotografías secuenciales, fue que acababa de perder el control externo, por lo tanto, se encontraba al borde de perder su control interno. Bloqueó su celular, asustado, y miró al frente, respirando con agitación. Había tres fotografías de ella y él teniendo relaciones en el camastro de la azotea del Hamilton. Cubrió su rostro con sus manos. En seguida se sintió débil y mareado, como si acabara de bajarle el azúcar. No podía respirar con normalidad, estaba temblando, estaba enloqueciendo.

El Novio De Emma© #2Where stories live. Discover now