10: En este planeta, y en los otros

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La muerte de su abuela era un asunto que Colin guardaba con recelo

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La muerte de su abuela era un asunto que Colin guardaba con recelo. Pero en una noche de abril de conversaciones atípicas con Emma, decidió contarle con detalles todo lo que esa mujer significaba.

El cáncer la llevó poco tiempo después de que Rebecca lo terminara, «Se fue cuando más la necesitaba», aunque había tenido meses de preparación psicóloga para esa inevitable partida, el corto duelo que vivió, ya que estaba inmerso en su ruptura con Rebecca, fue desgarrador. «Sentí que había perdido a la única persona que me valoraba; era la única que me demostraba lo orgullosa que estaba de mí, y no lo noté hasta que la perdí». Beatrice, así se llamaba, lo había cuidado en sus primeros años y le había enseñado casi todo sobre el catolicismo. Ella habitó esa casa sola hasta que enfermó, pues Theresa no halló manera de sacarla de ahí hasta que la propia enfermedad la obligó; le gustaba su casa porque le recordaba a su difunto esposo, y solía decir que nunca estaba sola.

No fue hasta mediados del año anterior, cuando Amber le dijo a Colin «Ahora eres un hombre libre» en el momento en que abrió los ojos con respecto a su antigua relación, que éste empezó a recordar a su abuela, no como alguien que se había ido, sino como alguien que le había regalado una de las cosas que lo mantenían cuerdo: la semilla de su Fe. No la mencionaba en voz alta, salvo esa noche de conversaciones atípicas con Emma, porque la guardaba como un tesoro secreto, quizás porque aún no se había recuperado del todo, pero Colin sabía que Beatrice estaba con él, lo sentía en lo más profundo.

Era más abierto con respecto al fallecimiento de su abuelo Thomas, quien dejó el plano mortal cuando Colin tenía ocho años. No recordaba esa muerte como algo doloroso. De hecho, los recuerdos eran borrosos. Lo único que recordaba de forma clara era cómo le había pedido a Dios que se llevara a su abuelo, pues el dolor que le provocaba el cáncer de huesos era insoportable. Aunque era un niño a quien le ocultaban esos detalles desgarradores, él siempre había sido más inteligente de lo que sus padres pensaban. Entonces, Dios se llevó pronto a su abuelo. Y Colin recordaba ese momento como un alivio, porque, con esa ilusión y fe de niño, estaba seguro de que Thomas se encontraba en un lugar mejor, donde no había dolor.

Thomas también le había enseñado muchas cosas en tan corto tiempo; una de ellas tenía que ver con el amor inquebrantable hacia Beatrice, recordaba a sus abuelos como la pareja más pura y honesta; lo segundo estaba relacionado con el esfuerzo en cada tarea que hacía porque todo se construye en base a pequeños esfuerzos diarios.

Y por esa razón, aquella noche del ocho de junio, estaba llevando a Emma a conocer el lugar que presenció cada travesura suya cuando quedaba a cargo de sus abuelos. La casa permanecía intacta porque su familia iba a dormir ahí algunos fines de semana. Theresa nunca se planteó la idea de venderla o alquilarla porque esas paredes guardaban los mejores recuerdos; era el segundo hogar de la familia Oschner.

El vecindario era uniforme; las fachadas estaban pintadas en diferentes tonos de marrón, y cada escalera a los pórticos se hallaba cerrada con un portoncito negro. El Mercedes Benz EQC fue frenando con lentitud a medida que se acercaba a su destino. Emma se asomó por la ventana trasera, lo máximo que pudo antes que la punta de su nariz rozara el vidrio, ella solía decir que el único lugar de la ciudad que le transmitía paz era su ático aislado en la torre de cuarenta pisos. Sin embargo, esa calle en Park Slope era poesía. Los árboles plantados en las aceras formaban con sus copas un túnel sobre la calle. Quizás estaba exagerando, pero sentía que se encontraba ubicada en la calle más tranquila de la ciudad. No había más que residencias alrededor, y la única iluminación llegaba a través de los alumbrados públicos.

El Novio De Emma© #2Where stories live. Discover now