2: El verano de los dos

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Comúnmente, a él no le emocionaba la idea de regresar a casa

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Comúnmente, a él no le emocionaba la idea de regresar a casa. Tan pronto como pisó el suelo de Cambridge para su pre-grado de química, reafirmó que convivir con su padre era una batalla en la que siempre salía perdiendo, aunque el otro se encontrara en desventaja, al final le ganaba, porque «Bradley Oschner nunca pierde». Comenzó a reconocer esa vida universitaria como el muro poderoso que lo separaba de su padre, al menos físicamente. Continuaba bajo el régimen Oschner a la distancia, evidentemente, pero no escucharlo a diario era lo que necesitaba para sentirse más alivianado. Así que, las vacaciones nunca fueron un motivo real para que se sintiera emocionado... Eso hasta que su nena llegó, a ponerle el mundo en otra perspectiva, a emocionarlo indirectamente porque ese verano iba a ser el verano de los dos. No había persona ni evento que le impidiera tocar la felicidad plena durante los próximos meses; de verdad, ni su padre, ni presentarse frente a la familia de Emma. Estaba motivado, a pesar del desgaste emocional del último semestre, estaba pensando de forma optimista.

Porque solo importaban ellos.

No habían hecho planes precisos, curioso, pero tenerse a una calle de distancia los llenaba de ilusión. Ella le había dicho que estaba emocionada porque probara las donas que preparaban en la cafetería junto a su edificio, que le parecía una locura, incluso una aberración, que no las conociera, viviendo sobre la misma avenida. Bueno. Tardó años en conocerla a ella, y también vivían en la misma avenida, a una calle de distancia, en las torres más famosas entre esas dos calles.

¿Lo más curioso? Ni siquiera se conocieron en esa ciudad, sino al otro lado del mapa.

Quizás su película romántica requería un primer encuentro menos cliché que el de toparse en la misma cafetería de la ciudad luego de haber confundido sus órdenes. Su película romántica fue extraordinaria desde el día uno, y ninguno la cambiaría por nada, tampoco la modificaría, incluso con esas escenas desagradables, todo momento, por más insignificante, fue cemento para construir el camino hasta ese uno de junio; a siete días de cumplir siete meses con ella de manera oficial.

Se amaban, y no cabía duda.

Él lo sabía a partir de las boberías que ésta hacía para que se riera; cómo le cantaba o bailaba para que esbozara una sonrisa en sus momentos más estresantes, lo sabía por el tono de voz que empleaba cuando hablaban, por cómo se arrodillaba sobre el sofá, lo cogía del cuello de la ropa y le hablaba con los ojos enormes cuando tenía una idea para pasar el fin de semana. No lo forzaba; era paciente con él, y le daba espacio para cumplir con sus ocupaciones. Sobre todo, supo comprenderlo durante el último mes del semestre, y no se sintió fastidiada cuando él desapareció por horas, muchas veces a propósito, porque no se aguantaba ni a sí mismo. Necesitaba sincerarse. Emma, y también Eugene, fueron los únicos en brindarles sus hombros durante los finales, quizá ambos fueron la razón por la cual no había perdido la cordura, la razón por la cual se había graduado satisfactoriamente.

Dios mío... La sonrisa de ella durante la ceremonia de graduación. Colin logró ubicarla con la mirada entre tanta gente, y esa fue la primera vez que se sintió verdaderamente importante, que se sintió como el orgullo de alguien. Emma pensó que no se le habían notado las lágrimas de felicidad que echó durante casi toda la ceremonia, Colin no sabía porqué ella se empeñó tanto en ocultárselas.

El Novio De Emma© #2Where stories live. Discover now