«Maldito Bruto.»

Respóndeme el maldito teléfono o es que tu querido doctorcito te tiene tan ocupada que ni timbrarme puedes, a claro, pero es que el teléfono lo tienes apagado para que nadie los interrumpa. Recuerda que eres mía, y nadie tiene derecho ni a pensarte, no sabes de lo que soy capaz. Si ese medicucho te toca solamente un pelo, no solo le arranco los dedos y sus bolas, le arranco la maldita cabeza también.

¡Enciende el maldito teléfono carajo!

Saqué mi cabeza de la almohada repasando los mensajes una y otra vez.

Bajé las escaleras y reduje la velocidad cuando oí a mi abuela hablando con un hombre. Su nombre era Héctor Grass. Ese tipo nunca me había caído bien, a veces lo veía por el barrio y me daba miradas que no me gustaban. No entiendo qué tipo de relación tiene con mi abuela, nunca había estado en la casa.

— Lo siento, Angélica, pero estas muy atrasada en el pago por dos meses, la protección no se aplicará a ti y ni a tu nieta, desde hoy se correrá la voz, de verdad lo siento. —dijo el viejo gordo.

— Sin protección seremos blanco fácil de las pandillas. —habló mi abuela con aprensión.

Siempre he oído hablar de la mafia italiana. Era la que más fuerza tenía en New Orleans, y el barrio italiano era el de más actividad criminal, por eso mi abuela me enseñó que aquí eras sordo, ciego y mudo. Solamente sabía que teníamos que pagar mensual por protección para evitar ser blanco fácil de las pandillas de los otros barrios.

— ¿Cuánto debemos? —dije entrando.

El gordo me sonrió.

— Katherine sube a tu habitación, yo me encargo de esto.

Por primera vez no le hice caso a mi abuela y me quedé viendo al hombre esperando su respuesta.

— 25.000 dólares, pero puede que sea nada si te encuentras bien dispuesta y de buena voluntad. —dijo mirándome de arriba abajo. —al fin y al cabo, yo puedo pagar esa nimiedad, debo reconocer que has crecido desde la última vez que te vi.

— ¡Salga de mi casa, ya! —gritó mi abuela muy enojada.

Yo no podía creer lo que ese viejo asqueroso me acababa de decir.

— Ya sabes, cosita, 25.000 dólares o tu buena y deliciosa voluntad. —cada palabra de ese viejo me producía náuseas. —Ahora que Kain no está, supongo que debes de necesitar alguien que ocupe ese lugar entre tus largas piernas.

— Ya oyó a mi abuela, usted tendrá ese dinero, no se preocupe, ahora recoja su gordísimo y asqueroso trasero de mi casa. Lárguese. —dije enojada.

— Salvaje como la madre, lástima que mataste a esa puta al nacer. —ladró entre dientes saliendo de la cocina. —Se las daba de santa y se habría de piernas a un ruso.

La vista se me volvió oscura. Cuando por fin me recuperé, tenía al gordo en el piso sangrando de la cabeza y yo con la mitad de una fuente de cristal rota.

— Y tan mortífera como el padre, niña si fueras chico sin duda serías el mejor de mis hombres. — la voz venía de la puerta de la cocina. Un hombre alto, de ojos verdes y de pelo oscuro. Todo eso palidecía con la sabiduría que brotaba de sus ojos, los cuales parecían que habían visto todo y a la vez nada. Estaba segura de que yo lo había visto antes. — Soy Luciano Sinatra, encargado de los jefes de cada barrio, un gusto conocerte Srta. Petrov. Desde ahora no será necesario pagar ninguna protección. El Diablo las protege. —El gordo se levantó pálido mirando entre el hombre y yo.

—Luciano.

—Si no quieres ver tu cuerpo empalado en medio de Jackson Squeare te sugiero que dejes la casa de la señorita y nunca te la vuelvas a cruzar, Grass. —Una sola mira de aquel hombre y el gordo se fue con el rabo entre las patas.

Marcada Por Un Mafioso©Where stories live. Discover now