Capítulo 35: Aefentid

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—Gracias —murmuró ella. Lorena pasó por su lado, le hizo una seña de despedida a Thierry para luego desaparecer gracias a su velocidad. Ella suspiró, casi había olvidado lo que era pasar noche y día al lado del tétrico de Thierry, pero verlo ahí parado solo le recordaba que se reanudaba su tormento.

—¿Y bien? —preguntó él—. ¿Cuánta información te soltó Pazzi?

—¿Eh?

—Lorena nunca ha sido buena para guardar secretos, quizá por eso Cassian la asignó para ti. Para tenerte entretenida quizá, o para que te cuente cosas que debes saber.

—Ehhh... pues si, tiene sentido para mí —le dijo pensativa. No creía que Cassian fuera del tipo de persona que hiciera las cosas sin un propósito, y sin duda se lo pensó unos segundos antes de escoger a Lorena como guardia. Siendo así, la vampiresa le había contado justo lo que necesitaba saber. Lo que Cassian quiso que sepa.

—¿Entonces qué fue lo que te dijo?

—Ya debes saberlo. Su origen en la abadía, sobre su familia italiana. Sobre tu fase de sacerdote también.

—¿Mi fase? —le preguntó arqueando una ceja.

—Porque ya no lo eres, ¿verdad? No te veo ninguna sotana.

—También he colgado el hábito de momento —contestó sin mucho interés—. No me es conveniente por ahora. ¿Y te dijo algo más?

—Sobre Santa Alodia Abarca y San Nicolás de Abarca —agregó y lo miró fijo esperando ver su reacción. Pero el desgraciado existencialista ese ni siquiera se inmutó.

—Ah. Bueno, andando. ¿No tienes clase de cálculo?

—De Física.

—Peor. Vamos —dijo él haciéndose a un lado para dejarla pasar.

Thierry le recordaba a Meursault. Había leído "El extranjero" de Camus el año anterior en clase de literatura, y nunca había logrado imaginar realmente a aquel personaje. Pero Thierry tenía toda esa apatía por la vida, nada parecía importarle en verdad, nada le conmovía. Servía a Ettiene porque era su señor, era fiel al clan porque era lo que le tocaba, la cuidaba porque no había de otra. El otro día había mostrado cierto interés por los vampiros jóvenes, parecía despreciar a la juventud y su forma de ver las cosas con alegría y optimismo. Si toleraba a Jazmín era porque la bruja parecía tener poco interés en la existencia y la vida, justo como él. Dramático, trágico. Así le habían dicho. Riley ya le había encontrado un apodo mejor. El cretino existencialista.

Así que ahí iba. Nuevo día, más deberes de la escuela, más estrés gracias a la presencia de Thierry. Cassian hasta le insinuó que quizá Thierry estaría agradecido con ella por no haberlo matado cuando tuvo la oportunidad, pero quizá el líder de los Edevane no conocía lo suficiente Thierry de Montmorency. Él le hubiera agradecido si le hubiera hecho el favor de acabar con su existencia sin sentido. Se preguntó cuánto tiempo más iba a esperar que todas las cosas cambien, o si en verdad importaba que eso pase. ¿Qué cambiaría en su vida, después de todo? ¿No tenía ella una condena eterna por el simple hecho de que su sangre sea la clave en toda esa guerra? ¿Qué sentido tenía luchar? Mierda, juntarse con Thierry le pegaba como diez kilos de pesimismo por minuto.

Estaba ya por entrar a esa maldita clase de física donde quizá hablarían de las leyes de la termodinámica, o al menos eso había leído en el sílabo escolar. Riley abrió la puerta del aula de clase, cuando un silbido llamó su atención. Ella y Thierry se giraron, eran Jazmín y Howard camino a clase. Los saludó con la mano, esa vez no podría quedarse a hablar con ellos.

Jazmín pasó por su lado y después de un rápido saludo le dio un volante, era sobre el baile temático de la próxima noche. No faltaba casi nada para la ceremonia principal por el aniversario de la escuela y ella seguían sin encontrarle gracia a eso, pero al menos intentaría pasarla bien.

Reina Escarlata I: Guerra de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora