—Debemos irnos, para salir antes de las ocho de ahí, porque a esa hora me da mucha hambre.

—Estoy totalmente de acuerdo. —Gillou se puso de pie—. Deberíamos ir a un restaurante francés, se me antoja una buena sopa de entrada. Podemos fingir que somos hermanos mellizos, y que cumplimos años, para que nos regalen el postre —enganchó su brazo con el de Emma, y salieron agarrados del cuarto.

—No pienso fingir nada para ahorrarme diez dólares —rio.

Caminaron hacia la sala, y se toparon con Gael, quien se sintió realmente perturbado por volver a encontrarlos. Le dio vergüenza. Aún recordaba la manera boba en la que se retiró el día anterior. Alzó una mano para saludarlos. Gillou lo saludó a lo grande, con ganas de molestar a Emma, pero Emma se quedó congelada, mirando a Gael, mientras navegaba entre su mar de pensamientos y emociones.

—Espero a J.J. —explicó Gael.

Emma avanzó un paso, diciendo:

—J.J. salió hace media hora con una maleta, rumbo a Miami con Olimpia. No te dejó plantado a propósito, es solo que se le olvidó que vendrías. A veces puede ser despistado en extremo. Quiero saber si deseas acompañarnos; iremos al hospital porque mi abuelo está internado, el papá de nuestro papá. Esta es tu única oportunidad de conocerlo porque mi papá lo tiene apartado de su vida. Dime qué piensas.

Emma sonó mandona, eso pensaron ellos, pero ella no lo creyó de esa manera. En realidad, estaba tratando de sonar más o menos indiferente, algo que indicara que aceptaba a Gael en su vida, pero que, al mismo tiempo, no lo emocionara de más porque aún necesitaban conocerse. Gael se contuvo para no sonar precisamente emocionado, pero en el fondo había sido arrasado. Su mamá se había quedado boquiabierta cuando él le contó que había hablado con Emma, y de qué manera, Gael no imaginaba cómo reaccionaría cuando le contase que Emma lo invitó a conocer a su abuelo.

—Me encantaría acompañarlos.

—Vamos entonces. —Gillou la empujó con su dedo. Estaba malditamente orgulloso por haber sido el pegamento. Ya solo le faltaba hacer que Emma se sentara en el medio, pero ésta fue mucho más astuta, y lo hizo sentar a él en el medio, mientras Howie conducía en dirección a un hospital ubicado en Brooklyn.

Gael permaneció callado durante el camino; por momentos, Gillou lo hacía hablar a partir de preguntas, pero la mayor parte del tiempo se mantuvo en silencio, escuchando la risa escandalosa de Emma, que eran provocadas por las tonterías que salían de la boca de Gillou. Pero cuando fueron acercándose al perímetro del hospital, Emma comenzó a ponerse ansiosa, ni la energía positiva de Gillou pudo contra la energía nerviosa de ella. No recordaba cuando había sido la última vez que había pisado un hospital; se hacía análisis de chequeos a domicilio, y, para ciertos controles, iba a consultorios médicos privados. Evitaba pisar los hospitales a toda costa, por eso no podía creer que se encontraba llegando a uno. Suspiró profundo, y eso llamó la atención de Gael, sin embargo, asumió que estaba preocupada por su abuelo. Gillou sabía que Emma les tenía terror a los hospitales, por eso la estaba acompañando, pero pensaba que se debía a un temor como cualquier otro, no sabía sobre su intento de suicidio, y que tanto pudo haberla traumado. La tomó de la mano y la sacudió, dándole ánimos. Emma esbozó una sonrisa forzosa, se sintió con la obligación de hacerlo. No quería estar ahí, pero tampoco quería huir como cobarde.

—Recuerda. Habitación 369. —Howie no solo conducía, también la cuidaba, pero fue su jefe quien le encomendó la estricta misión esa tarde. Posó su mano en el asiento de al lado, mientras veía hacia atrás.

Emma bajó del automóvil con sus dos acompañantes. Lo primero que percibió al cruzar las puertas automáticas fue el olor característico de hospital, no era desagradable, pero sintió náuseas provocadas por sus emociones. Su mente no paraba de repetir habitación 369 con manía, tan concentrada estaba en eso, que ni siquiera sabía dónde estaba parada. Gillou apuntó un ascensor, menos mal que tomó las riendas de guía. Subieron al mismo elevador que un doctor asiático, sumido en una carpeta. Sabía cada una de las razones por las que Colin deseaba una vida como esa, pero ahora pensó en ella, en que no querría esa vida a cambio de nada. Pensaba que esa profesión estaba rodeada de muerte, contrario a Colin, quien pensaba que esa profesión estaba rodeada de vida. Para cuando llegaron al piso de la habitación, Emma ya estaba transpirando demasiado, que en un espejo se percató que su blusa estaba manchada. Por Dios. No era valiente, era cobarde, y le apretaba el pecho. Sin embargo, sintió medio alivio cuando su abuelo la saludó desde una cama. María, la cuidadora, estaba sentada en un sofá de al lado, y sonrió cuando la vio llegar con nada menos que dos muchachos, que eran desconocidos, pero ninguna visita era despreciada.

El Novio De Emma© #2Where stories live. Discover now