Capítulo 18: La maestra de manos cariñosas

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Bien, esto no parece tan mal como se ve. Los próximos 30 minutos se lo dedica la maestra cariñosa ha darle miradas de anhelo a Inuyahsa que me tienen harta. Y en cuánto puede sus cariñosas manos que están a un paso de ser arrancadas de sus brazos por mi, lo acarician. ¿Mi enfado en qué radica? Bueno, en que el muy idiota de Inuyasha simplemente le sonríe como si ella fuese la mujer más espectacular del lugar. Casi gruño cuando él se dejó toquetear los brazos por esa descarada profesora, deberían enseñarle a ser menos arrastrada y fácil. Eatoy segura que si Inuyasha le ofregiese un rapidito justo ahora ella inventaría una excusa para hacerlo aún sabiendo que soy la esposa y me encuentro aquí.

No imaginen cosas raras entre el idiota de Inupuerco. Lo que pasa es que mi ego de mujer acaba de ser pisoteado. Él no pretende hacerme una cornuda delante de tantas personas. Al parecer eso de "actuar" delante del demonio rubio se fue a la mierda en cuanto la cariñosa maestra apareció en su radar. Idiota, hombre tenía que ser el muy imbécil para caer ante unos encantos tan forzados. Me muerdo la lengua viendo como se agacha a recoger una nota y casí mostrarle el culo a Inuyasha. ¡La dejaré sin un solo pelo!

—Eso es todo, sean lo más creativos—murmura y le sonríe a MI MARIDO, bueno, el marido más falso y patético del planeta tierra, bueno, en realidad de toda la jodida galaxia.

—Ya pidele un rapidito imbécil—murmuro bajo para que solo el escuche, bueno, en realidad lo de murmurar no es muy cierto, casi le gruño a Inuyasha esas palabras.

—¿Celosa, hermosa esposa?—pregunta girando su rostro hacia el mio, su nariz toca la mía y bufo molesta.

—Obviamente no—casi chillo y él sonríe. ¿Por que le dieron un fisico y sonrisa tan irresistibles? Eso es muy injusto.

—Entonces deja de fruncir el ceño y darle esas miradas de amor que todos confunden con deseos de matar a la maestra—ruedo los ojos sin elejarme. Sus ojos siempre son hermosos de ver, pero de cerca son encantadores.

—Y tu deja de ser tan demostrativo de cariño, la mocosa diabólica está muy pendiente de nosotros—miro el lugar donde está la niña rubia hablando animadamente con otra niña.

—Pero si solo demuestro mi amor a mi esposa—giro y justo cuando lo hago él me besa.

Hago la cosa más estúpida que he hecho durante un beso, suspiro. Suspiro en los labios de Inuyasha y él me besa lento, pero como estamos en un lugar donde pares de ojos curiosos nos observan me alejo y él me sonríe una vez más antes de darme un beso de pico y esperar los materiales aue debe traernos el demonio rubio.

—¿Qué vamos a hacer?—pregunta la niña al tener toda la pintuta en el suelo. Inuyasha sonríe mirándola, ella también lo hace. Bueno, ya no me parece tan tétrica la mocosa.

—Pintaremos a una hermosa chica, pintaremos a Kagome—giro a mirarlo y él me guiña un ojo. ¿Qué demonios le pasa a Inuyasha hoy?

—Pero es muy difícil de pintar a una persona—suspiro y trago en seco.

—Inuyasha es bueno pintando—recuerdo sintiendo mis mejillas arder, los recuerdos de ese momento me hacen reír.

—¿Recordando?—pregunta él y sonrío.

—Tu me dibujaste una vez—comento de manera distraída.

—Necesito pinceles ¿puedes ir por ellos?—la niña asiente y se aleja. Inuyasha gira su rostro—recuerdo que te pinté en ropa interior una vez Kagome—comenta sin apartar la vista de mi.

—Si, cuando tenía quince—él asiente.

—¿Quemaste el dibujo ¿cierto?—muerdo mi labio inferior.

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