Capítulo 1

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Al igual que Rubén, yo estaba sentada en el sofá del salón con mi móvil en la mano. Más que molestarme el hecho de que Mangel aún no estuviese ahí, ya comenzaba a preocuparme. Esa tarde, tanto Rubén como yo le habíamos llamado muchas veces, y cuando estábamos por rendirnos y no llamarle más, descolgó la llamada y dijo: "Emma, ahora mismo no puedo hablar, en un rato llego a casa." Y sin más, acabó con la llamada. 

El silencio que reinaba en el salón me comenzaba a molestar; la gata de Rubén, Raspby, se paseaba de aquí para allá, maullando y frotándose cotra las piernas de Rubén. En la cocina, se escuchaba un pequeño goteo, y a mi lado, la respiración tranquila de Rubén; aquellos sonidos, junto con los de fuera, eran los únicos que interrumpían el perpetuo silencio del salón.

Él no era así antes...  Me dije. A él le gustaba hablar, hacer bromas, jugar, no lo sé... simplemente hacer algo y no quedarnos en silencio... Pero claro, es lo máximo que puedo esperar después de todo lo ocurrido.

- Y... ¿cómo va todo? O sea, luego de... -dije, intentando entablar una conversación con él; después de todo había ido para eso, para mejorar mi relación con él.

- Bien, me ha ido mejor últimamente -dijo sonriente, para luego volver la vista a su móvil, sin intenciones de seguir esa conversación, aparentemente, inexistente para él.

Y es que con aquel hombre era imposible hablar. Vale, entiendo que sintiera raro y todo... O sea, no era el único que se sentía incómodo ahí, pero tampoco podía pretender no hablarme nunca más en su vida. Y más cuando había accedido a que yo fuese ahí, porque, sin su permiso, mi hermano no me hubiera invitado.

Y sin prestar mucha atención a toda la situación y un poco ofendida por la ridícula "conversación" que había intentado mantener con Rubén y la cual él no quiso seguir, volví mi atención hacia el móvil que aún sostenía en la mano.

Revisé mis redes sociales y jugué a algún jugo random que tenia instalado en el móvil durante varios minutos. Llegó un punto en el que los juegos dejaron de entretenerme; más minutos pasaban y no había nada interesante que hacer, ni con el móvil, ni con la persona que tenía a mi lado. Por lo tanto, me levanté y fui a mi habitación, no sin antes preguntarle dónde estaba a Rubén, y despedirme de él con un simple "adiós" que dudaba que haya escuchado.

Ya en mi habitación, me tumbé en la cama y di un largo suspiro. No podía creer que había aceptado ir sabiendo que todo esto iba a pasar. Y para colmo, Mangel aún no llegaba, ¿qué clase de hermano invita a su hermana a pasar las vacaciones con él y no está cuando llega? ¿Es acaso lógico eso? Vale, entendía que el chico saliese y se divertirse, no tenía nada en contra de eso, ¡pero él tenía toda la puta semana para salir! ¿¡Acaso no se podía aguantar un día, solo un puto día y después hacer lo que él quiera durante todas las vacaciones!?

Él sabía lo mal que me llevaba con Rubén, y me había invitado con la intención de que nuestra relación mejorase. Y yo, solo había aceptado por el simple hecho de que al hablar, se sentía esa ilusión y esperanza en sus palabras, y no me podía negar a eso. Porque, claro, que tu mejor amigo y tu hermana se lleven mal no es lo más hermoso del mundo, teniendo en cuenta la buena relación que tiene con cada uno. ¿Pero cómo coño iba a mejorar nuestra relación si él no estaba ahí para controlarlos? Porque sí, nuestra mala relación era tan estricta, que la única manera de comunicarnos era a través de gritos o simplemente no hablarnos.

Pero en fin, regañar a mi hermano mentalmente no iba a cambiar en absoluto la situación en la que me encontraba.

Al no ver otra cosa más que hacer, me quité la ropa que llevaba puesta y me puse un pijama. Y luego, caminé hacia la cocina en busca de algo para tomar y, si se daba la casualidad de que aquellos animales tuvieran algo de comida en su refrigerador, algo para comer. Sin embargo, al llegar a la cocina, encontré, nada más ni nada menos, que a Mangel y a Rubén comiendo como auténticos animales.

- Oh, pensé que estabah dormida -dijo Mangel con una pequeña sonrisa. A lo que yo, como respuesta, le dedique una mirada inexpresiva.

- ¿Quieres? -ofreció Rubén, alzando una alita de pollo que había en su plato.

- No, gracias -dije negando con la cabeza y algo asqueada por su manera de comer- Oh, Mangel, tenemos que hablar -dije esta vez sí, con algo de enfado. Tomé una manzana del refrigerador y regresé a mi habitación.

¿Del odio al amor? [FanFic Rubius]Where stories live. Discover now