Capítulo 22

159 10 10
                                    

Calor. Era un calor agotador, sofocante y empalagoso. Era casi insoportable, pero era bonito. Bonito porque no era cualquier calor, no era la birsa cálida de una tarde de verano, ni era aquel calor agobiante luego de una actividad física; no. No era nada de eso. Era su calor. Era su cuerpo, emanando una calidez horrible y hermosa simultáneamente. Una calidez que molestaba, pero que curaba todos mis males. Era el calor de su cuerpo vivo, abrazándome mientras descansaba tranquilamente. Era él y sus brazos rodeándome sobre una cama que parecía hecha a mediada para nosotros. Éramos los dos, felices, sin preocupaciones, sin absolutamente nada que hacer más que descansar plácidamente en esa cama que había obrado de refugio para esos besos que no deberían haber existido. Porque sí, hubieron besos, claro que los hubieron. Hubieron besos largos y lentos, caricias suaves y delicadas, palabras, muy pocas, pero dulces, y abrazos largos y sentimentales. Hubieron miles de sentimientos, todos encerrados en esas cuatro paredes que formaban la habitación de Rubén. 

No sabría explicar cuánto había extrañado todo aquello, cuánto había extrañado sentir sus labios sobre los míos, cuánto había extrañado su voz, hablándome a mí y solo a mí, cuánto había extrañado sentir que él no deseaba estar en otro lugar más que conmigo como yo lo deseaba así también. No sabría explicarlo, en serio que no sabría.  Pero ahí estaba, todo realmente estaba. Casi como un sueño. Y yo, pese a que no cabía en mi propia felicidad, sabía que por detrás había otra cosa. Podía ser feliz, pero no podía ignorar la realidad; hacer como que las cosas no estuvieran en mi propio beneficio, no. En esa habitación estábamos Rubén y yo, ¿pero fuera? Por más que en el momento dice igual, era inevitable pensar que fuera había también un mundo. Habían personas, sentimientos de estas mismas, que nuestras acciones en esa simple habitación podían llegar a afectarles de alguna manera. ¿Qué pensaría Mangel de todo esto? ¿Y Jennie? Era triste pensar que la felicidad solo podía llevarse a cabo si lastimabas a otras personas.

-Rubén... -pronuncié, sin ánimos realmente de hablar. Una vez que comenzaba a salir de la burbuja que habíamos creado para nosotros y me ponía a pensar en la vida real que había ahí afuera, no podía quedarme tranquila ahí, sin más, y entonces el malestar comenzó a expandirse por todo mi cuerpo. Mi cabeza pensaba en mil cosas a la vez, en mil maneras de que todo se arruinara, en mil maneras en las que acabaría destruida luego de todo aquello. Si nos descubrían, todo se arruinaría con personas a las que quería. Si no lo hacían, mi consciencia no me dejaría vivir. 

-Mhm... -Rubén emitió un pequeño quejido ante mi llamado. Se revolvió y abrió un poco los ojos para mirarme-. ¿Pasa algo?

Lo miré largamente. Sus ojos pardos, su tez blanquecina y sus labios finos. Posé mi mano derecha sobre su mejilla, y acaricié su rostro con ternura. Era tan bonito todo. Ese momento exacto, yo mirándolo a él y él mirándome a mí. Resultaba irónico pensar que esa felicidad dependía pura y exclusivamente de la desgracia, del engaño. Con Rubén ahí, mirándome así, hacía que me cabeza se dividiera en dos. Que por un lado disfrutara de todo aquello y que por el otro lo detestara. La situación me encantaba pero a su vez me desagradaba totalmente, me repugnaba ser parte de todo aquello. Lo odiaba a él pero lo amaba. 

-No sé -pronuncié por fin, luego de callar por varios minutos. 

-Emma, ¿estás bien? -preguntó él, enderezándose en la cama.

-Yo... no lo sé, Rubén -respondí-. ¿Debería estarlo? -pregunté entonces, enderezándome también. 

-¿Qué dices? -preguntó Rubén sin entender.

-Es que... Mira, acabamos de hacer algo muy malo Rubén, eres consciente de eso, ¿verdad? 

-Yo... supongo que sí... Sí -respondió él, bajando su mirada hasta el colchón y subiendo sus hombros-. Pero era algo que ambos queríamos, ¿no?... Que esperábamos hace tiempo, al menos yo -agregó luego elevando su mirada hacia mi rostro. 

-Ya, yo también -admití-. Pero una cosa no quita la otra, esto no tendría que haber pasado -dije con franqueza.

-Ya, ya lo sé, no debería de haber pasado -dijo Rubén, suspirando-. Pero lo hecho, hecho está, ¿no? -agregó luego, pasando sus manos por su cara-, hasta donde yo sé, no podemos cambiar el pasado; ya lo hicimos, ya está. 

-Que ya lo sé, joder -maldije, siendo presa de repente de una angustia abrumadora que me hizo llevar rápidamente mis manos hacia mi cara, buscando esconder las lágrimas que de pronto querían escaparse de mi interior con frenesí. 

-No, no, no, Emma, no -comenzó a decir Rubén, precipitándose a abrazarme con fuerza y acariciar mi espalda con ternura-. No llores, por favor, no logras nada con esto, no -decía-. Yo sé que no estuvo nada bien lo que hicimos, pero ya está, ¿entiendes? La realidad es que no nos queda otra opción que seguir adelante y... -entonces dejó de hablar.

-Y qué Rubén, dímelo, y hacer qué -dije con tono lastimero, con la cabeza en su pecho-. Yo sé que las cosas ya están hechas, pero ¿y ahora qué? ¿Qué haremos nosotros? ¿Qué haremos cuando salgamos de esta habitación? ¿Qué es lo que haremos? -comencé a preguntar, deshaciendo el refugio que él había creado con sus brazos al abrazarme-. Mira, yo entiendo que las cosas pasaron y no las podemos cambiar, pero ¿qué va a pasar ahora? -dije-. Hay un mundo ahí fuera, Rubén -señalé la puerta-, un mundo donde está tu novia, Jen, ¿la recuerdas, al menos? Hay un mundo donde está Mangel, mi hermano, que créeme que no le hará ni una pizca de gracia todo esto, ¿sabes? Y un mundo donde también estoy yo, que me voy a ver afectada tanto o incluso más que tú con todo esto, ¿entiendes? Yo no sé que hacer, de veras que no, y siento que me estoy por volver loca, Rubén, loca, no sé qué hacer... -terminé por murmurar, llevando mis manos hacia mi cabeza, y dejando escapar por fin las lágrimas que luchaban por salir de mi interior. 

No lo vi directamente, pero sabía que Rubén me observaba. Sabía que me observaba, que observaba cómo mis lágrimas caían de mi rostro y aterrizaban en las sábanas verdes que cubrían su cama, sabía que observaba cómo mis hombros se tensaban y cómo mis manos intentaban esconder torpemente la debilidad de mis lágrimas. Sabía que me observaba y sabía que el silencio que reinaba en su habitación era porque, todo lo que había dicho yo hacía instantes, era exactamente lo que pensaba él también. 

Él no tenía las respuestas, ni yo. Pero ahí estábamos, yo llorando y él brindándome apoyo como podía, con delicadas caricias en mi espala. 

-Yo... no lo sé Emma -murmuró el también, posando su cabeza en mi hombro-. No lo sé... 

...

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 16, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

¿Del odio al amor? [FanFic Rubius]Where stories live. Discover now