Capítulo 8

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La cena terminó y, tras limpiar la mesa luego de comer, me levanté, me dirigí al baño y lavé mis dientes allí. Luego, ya limpia, caminé hacia mi habitación y me cambié el pijama que traía puesto desde el mediodía de ese mismo día. Una vez cambiada, me recosté en la cama y cerré los ojos.

No quiero pensar en nada...

Me dije frunciendo el ceño. Estaba cansada, muy cansada, de todo. De ser tan estúpida, de lo que me rodea, de tener cambios de humor tan repentinos e innecesarios... Realmente, si había un defecto me describiera, sería, por sobre todo, mis cambios de humor tan repentinos.

Pero Rubén hace que este defecto se acentúe más; de la manera en la que se porta...

Me dije nuevamente. Pero el hecho de que lo acentúe no decía nada, el defecto estaba ahí, jodiendome, haciéndome quedar como una estúpida, más de lo que de por sí ya era.

Si el defecto está, pues por lo menos debería hacer algo... No es como si me matase mucho en mejorar en algún tipo de aspecto...

Otra vez mi propia voz sonó en mi interior. Y aquello me hizo pensar, ¿realmente era yo alguien como para decirle a Rubén lo que incansablemente le repetía? Que si inmaduro, que si egoísta... pero, ¿yo estaba en posición de decirlo?

Pues, a decir verdad no lo estoy, no.

Pero aun así, sabiendo aquello, exigía algo que ni yo misma me dignaba a hacer. Le había dicho muchísimas veces a Rubén la misma cosa: que cambiase, que dejase atrás aquellos tantos defectos que tenía, como si yo no fuese portadora de unos cuantos más y tal vez peores que los de él.

Soy una estúpida...

Pues sí, sí lo era, y mucho.

Y así, con aquél pensamiento en mente, me dormí.

...

Un día de lluvia bastó para que el verano floreciese en Madrid. Un sol potente y radiante se colaba por las ventanas de toda la casa, haciendo cada ambiente de ésta más alegre y risueño. Ese día (y como ya se venía haciendo costumbre) desperté a causa de unos rayitos de sol que se colaban por el ventanal a la izquierda de mi cama, causante también de mi despertar el día anterior. Restregué mis ojos con las manos y bostecé a la par que me estiraba. Me senté en mi lugar y cogí mi móvil, el cual descansaba sobre la mesita de luz cargando. Miré la hora y me sorprendí de lo temprano que era. Las ocho y media de la mañana, no está mal, ¿eh? Me dije. No era normal en mí despertarme en aquellas horas.

Pensando en aquello me levanté y miré a mi alrededor. Mis maletas seguían en el mismo lugar donde las había dejado el día en el que llegué, y aquello me pareció de mal gusto; Mangel se había molestado en dejarme una habitación completa, con todo lo necesario para que yo esté cómoda en mi estancia y sin embargo, yo andaba con todas mis pertenencias tiradas en el suelo.

Soy un desastre...

Pensé. Y era cierto. Pero, pese a aquello, ese mismo día, parada frente a mis maletas desparramadas y siendo iluminada por varios rayitos de luz que se colaban desde la ventana de mi izquierda, me prometía a mí misma cambiar aquellos tantos defectos que tenía, empezando por aquél: la desorganización.

Con aquello en la cabeza e incentivada por el tan lindo día que hacía, junté las maletas y guardé todas mis pertenencias en el lugar que correspondía. Y así, en unos 15 minutos, todo estaba en su lugar y una sonrisa florecía en mi rostro.

Este es sólo el comienzo.

Me dije sonriendo una vez más. Me paré derecha y, manteniendo aquella sonrisa, comencé a tender mi cama.

Tal vez era estúpido sentirse "orgullosa" tan solo por haber ordenado la ropa que había en tu maleta y haberla doblado nuevamente en un armario. Y es que, si te lo pones a pensar, sí lo era, no era nada para sentirse orgulloso cuando se trata de algo tan normal como aquello; sin embargo, yo lo tomaba como algo más que una simple acción normal. Yo tomaba cualquier acción que hacía (luego de aquella promesa de mejorar en cuanto a mis defectos) como algo que ayudaría a corregir mis errores y mejorar como persona. Y claro, tal vez no era así, tal vez aquellas acciones que yo hacía pensando que ayudarían en algo no servían para nada, sin embargo, yo me sentía feliz haciéndolas, me sentía mejor persona y me inspiraban a seguir. Y así, con aquello, me daba y me sobraba.

Tras confirmar que todo estaba en su lugar, me dirigí al salón y me paré frente a los sofás.

¿Y ahora qué hago?

Miré a mi alrededor y todo estaba relativamente limpio y ordenado, así que no era necesario limpiar mucho más. Ordené algunas cosas que no estaba en su lugar y, tras terminar (poco tiempo después), me senté en el sofá y cerré los ojos.

¿Ya está? ¿Este es el graaan progreso del día?

Abrí mis ojos y, nuevamente, me pregunté qué mierda iba a hacer ahora. Aquél entusiasmo del principio no podía quedar en aquello. Era realmente lamentable, no solo la situación (que bastante patética era), sino más bien yo.

De pronto y sin que yo me percatara hasta que un gran rugido de mi estómago me lo reclamase, el hambre comenzó a hacerse presente y esos pensamientos que me daban vueltas en la cabeza hasta el momento, pasaron a un segundo plano. Otro pequeño rugido de mi estómago me sobresaltó y el siguiente acto fue levantarme de aquél sofá y me dirigirme hacia la cocina. Una vez allí me abalancé al refrigerador y, cuando entusiasmada por al fin poner algo en mi boca, la imagen del refrigerador vacío me inundó.

No hay nada, joder.

Y ahí fue cuando recordé mis palabras del día anterior (que posteriormente se convirtieron en casi gritos), en las que decía que al día siguiente compraría lo que faltaba en aquella casa.

Con una sonrisa en la cara por el nuevo encargo que yo misma me había puesto y dispuesta a ir a vestirme para posteriormente dirigirme a la tienda a comprar, lo recordé: no sé qué es lo que tengo que comprar. Y así, sin perder la sonrisa, cogí una libreta y un boli y me dirigí a la cocina a ver qué era lo que faltaba y anotarlo en la pequeña libreta. Una vez llegada en la cocina comencé mi labor; abrí gavetas, refrigerador y a la vez que anotaba cosas en mi libreta... y en ese momento, pensé en la posibilidad de que, de hecho, la cocina no era el único lugar en el que harían falta cosas, por lo tanto, pasé de la cocina al baño y del baño al lugar en donde guardaban los productos de limpieza en general, y así, tras media hora anotando todo lo que necesitábamos, di por terminado mi labor. Y así, habiendo terminado aquello, por fin me dirigí hacia el baño para poder darme una ducha e ir a comprar más tarde.

...

¿Del odio al amor? [FanFic Rubius]Kde žijí příběhy. Začni objevovat