Capítulo 20

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Al momento de levantarme de aquél sofá y dirigirme a la puerta entre abierta de Rubén, lo hice muy segura de mí misma. Como si, por un momento, aquella fuera mi casa y todo lo que estaba dentro fuese de mi propiedad. Como si fuese capaz de comerme el mundo de una sola mordida. Me levanté con un paso demasiado firme para que fuesen las seis de la mañana y el sol se asomase de aquella manera en la ventana del salón, y caminé demasiado segura la distancia que había entre mí y uno de mis más grandes deseos como si realmente aquello fuera lo correcto y yo estuviese consiente de ello. 

Pero todo acabó cuando me asomé a la puerta, claro. Cuando una pequeña parte de mi humanidad irrumpió en la silenciosa habitación de Rubén, mi fortaleza se derrumbó. Ya no podía comerme el mundo ni pisaba firmemente el suelo bajo mis pies. Ya no era consciente de que aquello era correcto porque, de hecho, no lo era, y por eso y por el concentrado aroma a Rubén que había en la estancia, me derrumbé siquiera asomar la cabeza. 

Tambaleándome levemente, me adentré completamente en la habitación y me recosté sobre una de las paredes respirando hondo para tranquilizarme. O tal vez para embriagarme un poco más con su hermoso aroma. No lo sé. Caminé lentamente y quedé a los pies de la cama de Rubén. Desde ahí se escuchaban sus dulces ronquiditos y su calmado respirar. Caminé un poco más y casi sobre su cabeza quedé. Pude ver su boca entre abierta levemente y a sus brazos bajo su almohada. Pude apreciar también un deje rojizo en sus mejillas y nariz, al igual que un leve aroma a alcohol en sus ropas esparcidas por toda la habitación. 

Suspiré y me agaché para quedar a la altura de su rostro. Me encantaría decir que en ese momento no pensé en nadie más que en él y que ocupé mi mente tan solo en deleitarme con la dulce imagen que tenía frente a mí, pero no estaría siendo del todo honesta, claro. Mi mente vagó por un montón de lugares. Primeramente pasó por la parte de mi cabeza que me recordaba lo increíblemente loca que estaba para hacer una cosa de esas a los gritos de: "¡Estás loca! ¡Sal de aquí! ¡Lo arruinarás todo, si es que hay algo más que puedas arruinar!". Y tenía razón, por supuesto. Luego pasó por las imágenes que mostraban expresamente un beso de Rubén y Jen, y luego por las de la cara de enfado y desilusión que me había inventado yo misma para representar a Jen en el caso de que se enterase de aquello. Pasó por la hipótesis que tenía respecto a lo que diría Mangel si se enterase de todo lo que me estaba pasando y, más aún, de lo que estaba haciendo. Y por último, vagó por la parte de mi cabeza que solo pensaba en él. Pasó por ahí y se quedó más tiempo del debido, pero no me importó. Porque, nuevamente, yo quería eso más que a nada, y no quería renunciar a él. No quería renunciar a sus labios, a su dulce sonrisa. No quería renunciar a nada de lo que él ofrecía y, a su vez, tenía que hacerlo por todo lo que estaba en juego. Un noviazgo. Una amistad. Mi salud mental. Yo no podía jugar con aquello ni arriesgarme a perderle, pero no había nada más en el mundo que quisiera más. Jugarme la vida era lo que más quería pero, y si a ti te dijesen que al fondo del abismo hay un almohadón de plumas, que si te tiras definitivamente no te lastimarás, ¿te tirarías? 

Eso era lo que pensaba mientras veía un punto fijo del rostro de Rubén. Y, no solo desperdicié la oportunidad de verlo en lo que era aquel vulnerable estado, sino que, además, me llevé un susto de aquellos cuando me topé con los ojos pardos de Rubén completamente abiertos. Él me devolvía la mirada como si fuese normal aquello de estar a las tantas de la mañana con una persona delante de ti mirándote fijamente. Su rostro no expresaba nada, ni la más mínima emoción, y yo tenía grabada en mi rostro la expresión del susto que sentía, del nerviosismo. Más que preocuparme el que se hubiera despertado, me preocupaba hace cuánto tiempo lo había hecho; cuánto tiempo llevaba viéndome él a mí. 

Cerré los ojos e intenté recomponer la compostura. Me enderecé, pues con el susto había terminado inclinada hacia atrás, y suspiré lentamente a la vez que abría los ojos y me preparaba para lo que fuera que se me viniese. Abrí los ojos y, acompañado de un rubor fuerte en mis mejillas, me deisculpé:

-Perdón, yo...-murmuré más para mí que para él. Sin embargo, gracias al silencio que predominaba, supuse que lo había escuchado perfectamente-. Lo siento, yo... No debería haber venido. Perdón -todo aquello, lo dije apresuradamente y con un tono levemente más alto que el anterior, mientras que a su vez, me levantaba y retrocedía. Él continuó mirándome fijamente y, mientras yo caminaba hacia la puerta de la habitación para salir de allí y acabar con aquella vergüenza de una vez, él pronunció lo suficientemente alto la palabra que hizo que, nuevamente, me derrumbara en un instante.

-Quédate.  

¿Del odio al amor? [FanFic Rubius]Where stories live. Discover now