Lo debía haber sabido. Debió haberle dicho apenas pudo, apenas despertó entre sus brazos. Empero le fue imposible soltar palabras que pudieran alterar esa tranquilidad que se camuflaba frecuentemente en su semblante. Tenía miedo de hundirlo en la tristeza, en lugar de salvarlo. En indefinidas ocasiones había estado a punto de contarle la verdad, pero siempre había algo que la detenía, como Madara, sus entrenamientos, y el miedo a que la mire como en esos instantes lo hacía.

—Lo siento, Sasuke —titubeó—. Lo... si-siento tanto. Al i-inicio no te lo dije porque las cosas debían seguir un ritmo natural. Si lo hubieras sabido antes habrías puesto en peligro a tu aldea y a tu propio hermano. Akatsuki habría ido tras él al enterarse que nunca dejó de servir a su aldea —Intentó tocar su mejilla, pero él la rechazó, apartándose y haciéndola sentir algo amargo en su estómago. No obstante, aquello no la detuvo de proseguir con su narración arrojando palabras que se trababan por la rapidez con la que las pensaba—. Además, estaba segura que si te enterabas que seguía aquí, podrías haber apurado tus intentos de destruir la aldea y él... —Lo siguió cuando empezó a caminar por el espacio como un animal salvaje enjaulado y estresado—, él se habría hundido en la tristeza de saber que su propia sangre acabó con lo que intentó proteger. Por todo eso creí que cometería un error al decírtelo, creí que al pedirle a Meiri empujar a Itachi-san a la guerra era egoísta y por eso desistí de enviarle un mensaje. Hice mal... ¡Sasuke, escúchame!

El azabache en cambio la ignoró, mientras se ponía el calzado ninja.

—¡¿Por qué debería?! ¡Dame una razón para escucharte!

Por instinto, retrocedió. Le había mentido de la forma más ruin, tocando su punto más sensible, su adorado hermano mayor. Y encima, había yacido a su lado en más de una ocasión, había permanecido junto a él sin ser capaz de confesarle todo. No había excusas suficientes que la avalen. La única que poseía realmente era el miedo y su cobardía a perder esa sonrisa ligera que solía dedicarle en las noches o cuando despertaba.

No era suficiente.

Yumi apretó ambos puños y sin saber bien lo que hacía corrió tras él hacia el exterior de la guarida. ¿Hace cuánto no salía? La luz al tocar sus ojos le provocó entrecerrar los párpados por breves segundos que él aprovechó para alejarse cada vez más deprisa.

—¡Vuelve! —gritó.

Sabía que nada la defendía de ser escuchada. Sin embargo, no se podía rendir. Estaba dispuesta a seguirlo hasta que se canse o al menos tener una idea de a dónde se dirigía. Dejarlo solo podría ser un riesgo que no permitiría. Suficientes errores había cometido.

—¿A dónde vas? —inquirió luego de horas de perseguirlo sin descanso.

—Déjame en paz —la neutralidad con la que dijo aquello le heló la sangre. Habría preferido que se gire y la vea enojado. Esa voz pertenecía al antiguo Sasuke, al que la vida le parecía una mierda y vivía adorando el odio.

Por supuesto no obedeció. Reunió sus fuerzas y siguió adelante, yendo hasta el límite en el uso de su chakra con tal de no perderle el paso. Sasuke estaba usando casi toda su velocidad.

—No puedo —reconoció logrando que disminuya su paso—. Ni quiero —Él no dejó de correr, pero vaya que pudo acercársele más—. Sasuke, en serio siento no habértelo dicho antes. Fue un completo error por el que estaré arrepentida por siempre.

Kimi ga suki | Tú me gustasOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz