Capítulo 38: Sorpresa

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POV STEPHEN

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POV STEPHEN

Escuchar su voz ahogada al otro lado del teléfono activó una alarma en mi. A la niñata nunca le gusta decir que esta mal para que la gente no se preocupe, y si me ha llamado es porque algo grave le pasa.

No puedo dejar de tocarla y abrazarla y aunque me mentalizo que es para tranquilizarla a ella se que en verdad es para tranquilizarme a mí. Necesito saber qué está bien y en mis brazos siento un poco de alivio al saber que no le va a pasar nada estando conmigo.

Miro otra vez alrededor de los pasillos y sigue sin aparecer ningún maldito médico, ¿¿Que clase de urgencias son estas?? Veo a un enfermero aparecer por la puerta, pero cuando pasa por delante de nosotros pasando de largo siento la furia aparecer en mí.

- ¡¡¡Eehh tu!!!- este se gira mirándome con miedo- ¿¿Se puede saber dónde coño está el médico?? Mi novia se encuentra mal y llevamos veinte minutos aquí esperando y todos pasáis de largo.

- Señor hay más pacientes tenéis que esperar a su turno.

- ¡Y una mierda!- doy dos zancadas acercándome a él pero un cuerpo me frena.

- Stephen puedo aguantar no armes un lío, por favor- bajo la mirada encontrándome con sus grandes ojos y designado me vuelvo a sentar en la silla viendo como el pacotilla del enfermero escapa corriendo.

Observo cómo se sienta a mí lado y se agarra con cuidado la mano. Aprieto la mandíbula, todo esto no tendría que haber pasado y aunque se que no es culpa de nadie no puedo evitar sentirme culpable.

- ¿Estás mejor pequeña?- paso una mano por su pelo inclinándome para poder verla mejor. 

- Me sigue doliendo, pero así por lo menos estoy concentrada en este dolor y olvido los otros síntomas- me da una pequeña sonrisa, pero me sirve de poco. ¿DONDE ESTA EL MEDICO?

En ese momento sale uno anunciando el nombre del angelito. Me levanto como una bala y pasando una mano por su cintura nos dirigimos hacia la consulta. Miro con recelo al doctor. No tendrá que tener más de 25 años y la mirada que le ha dado a la niñata al entrar no me ha pasado desapercibida. Cuando yo venía siempre era un viejo regordete el que me atendía.

- Siéntense por favor y Carol cuénteme qué es lo que le pasa- su vocecilla inunda la habitación y es en ese momento en el que todo celos se esfuma para pasar a la preocupación.

- La muñeca, creo que me la he lastimado. Estaba poniendo una caja en una estantería cuando me mareé y perdí las fuerzas. Al caerme se cayó también la caja en mi mano y siento como si miles de agujas se estuvieran clavando en ella- una lágrima cae por su mejilla y no aguanto el impulso de acercarme y quitársela yo mismo en una leve caricia.

- Bien, sientese en aquella camilla- se levanta con cuidado y sigue las indicaciones. Cuando voy a ir detrás de ella, el doctor me para.

- Puede quedarse aquí mientras- ¿Pero quién se cree este medicalucho? Voy a soltarle una borderia cuando la voz del angelito llama la atención de ambos.

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