"Buenas noticias [Final]"

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La suave brisa nos golpeaba la piel expuesta. La ligera manta nos cubría la mitad del cuerpo. Mis brazos rodeaban a Amanda mientras ella descansaba su cabeza en mi pecho y una de sus manos acariciaba mi cuello. Nuestras respiraciones eran demasiado tranquilas. El único sonido que podía escucharse era el susurro de la oscuridad que nos rodeaba.

Era un momento único, tranquilo y relajante. Podía pasar toda una eternidad de esta manera, junto a Amanda.

El sonido de mi celular llenó el ambiente, estiré una mis manos hacia el bulto de ropa a mi lado, busqué el celular a tientas y logré encontrarlo. Me sorprendí un poco al ver que se trataba del número personal de la doctora Clare. Fruncí el ceño pero atendí la llamada.

—¿Diga?

—¡Señor Lightwood! Le tenemos una enorme noticia.

Me extrañó el tono entusiasta y alegre de la doctora. Amanda alzó la mirada al alcanzar a escuchar la voz de la doctora.

—¿Qué ocurre? —pregunté con un pequeño tono ronco en mi voz.

—Ocurre, señor Lightwood, que encontramos al donador.

Fue como si me golpearan en el pecho. Me quedé en shock unos instantes, las palabras se repetían en mi cabeza una y otra vez, pero algo en mí me impedía moverme. Amanda tomó mi rostro entre sus manos y sus orbes verdes chocaron con los míos. En ese momento, la felicidad me invadió.

¡Tenían a un donador!

Este es el milagro que tanto estuve esperando.

—Señor Lightwood, ¿sigue ahí? —la voz de la doctora me trajo devuelta a la realidad. Parpadee varias veces antes de ponerme de pie junto a Amanda y comenzar a tomar nuestras cosas.

—¡Sí! Estoy aquí, sigo aquí. Iremos de inmediato.

—Vengan cuanto antes Señor Lightwood. Les espera la llave a su felicidad.

Luego de colgar, miré a Amanda. Ella estaba en shock al igual que yo. Habíamos terminado de vestirnos pero ninguno de los dos podíamos movernos. Amanda sólo me veía, sus ojos y los míos no perdían contacto. Fue, hasta que una sonrisa se formó en sus labios y habló.

—Lo logramos, mi ángel.

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Llegar al hospital había sido todo un reto. Pasamos por Amelia a la casa y montamos el auto rápidamente.

Al llegar al hospital corrimos a buscar a la doctora Clare, quien por fortuna, encontramos a los pocos minutos. Pero no fue la única persona a quien encontramos, ahí estaba Maggie, la tía de Amanda. Ambos nos sorprendimos al verla ahí.

—Amanda, que bueno que llegas. Vamos a prepararte para la operación. El donador llegó hace una hora, él ya está listo —la doctora nos brindó una enorme sonrisa que desapareció poco a poco cuando Amelia se alejó con Maggie—. Seré sincera, chicos. Ustedes ya saben que esto de la operación es riesgosa, no sólo para quien lo done, sino también para quien recibe el trasplante. Deben tener en cuenta lo que les dije. Puede que el donador sea compatible, pero eso no significa que tu cuerpo lo acepte fácilmente, Amanda.

Amanda y yo nos miramos y yo le acaricié la mejilla mientras le sonreía. Ella me devolvió la sonrisa y se dirigió a la doctora.

—Sin duda, tomaremos el riesgo.

La doctora Clare nos sonrío y asintió con la cabeza.

—Está bien. Ahora vamos, debemos prepararte para ésta operación.

Amanda se acercó a mí y de inmediato nos besamos. Fue un beso lleno de promesas, cargado con un poco de miedo pero balanceado con apoyo y esperanza. Nos separamos pero nuestras frentes seguían unidas. Al abrir los ojos y cruzar la mirada con mi esposa, de pronto la sensación de miedo y terror me invadió. Abracé a Amanda fuertemente pero sin llegar a dañarla.

—Te amo —le susurré.

—Y yo a ti. Siempre.

Nos separamos y con una última mirada Amanda y la doctora Clare comenzaron a alejarse por el pasillo hasta cruzar una de las puertas. Yo me quedé de pie, mirando aún la dirección por la que se fueron. Tenía ganas de ir con ella, estar presente en todo momento, sostener su mano y estar a con él por si algo llegaba a sucederle. Sabía que no era posible así que me acerqué a Maggie quien estaba sentada en las sillas de la sala de espera con Amelia a su lado.

Aún no sabía porqué ella estaba aquí.

—Ya verás que todo saldrá bien con tu mamá, cariño —le susurraba Maggie a mi hija.

Cuando llegué junto a ellas, ambas me miraron.

—¿Por qué no vas por unos chocolates, peque? —le dije a Amelia extendiéndole un poco de dinero, el cual tomó al momento de ponerse de pie.

Cuando Amelia se alejó lo suficiente voltee a ver a Maggie y me senté a su lado. Había algo extraño en ella, lo había notado desde que llegamos al hospital.

—¿Qué hacías aquí, Maggie? Nadie además de Amanda y yo sabe sobre el donador. ¿Cómo te enteraste?

Ella se mantuvo en silencio un buen rato. Sus ojos estaban cerrados y cuando por fin los abrió, gruesas lágrimas se deslizaron por los lados de sus mejillas. Comenzó a sollozar débilmente antes de dirigir su mirada hacia mí.

—Alec, te aseguro que no tuve opción. Era la única persona que podía ayudar a mi Amanda.

Fruncí el ceño ante sus palabras.

—Espera, ¿estás diciendo que tú conoces al donador? —pregunté incrédulo. No podía ser cierto.

—No lo habría buscado si no fuera necesario, lo sabes. Pero en cuanto me enteré que Amanda decidió dejar el tratamiento, tomé un vuelo hasta Atlanta sólo para buscarlo.

—¡¿Maggie, de quién estás hablando?! ¿A quién fuiste a buscar? —estaba desesperado, ¿a qué se refería?

—El donador, está aquí porque yo fui quien lo trajo. La única persona que era compatible para la donación. Fui hasta Atlanta solo para buscar al padre de Amanda.

Sigan con el epílogo. 🙈🍃❤

Un 17 de Julio Where stories live. Discover now