Prólogo

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Me llamo Iris Moon, hija de los magos millonarios Charles y Olivia Moon. Nací un 13 de marzo de 1980 en Londres. Ya de pequeña decían que era especial por mis ojos. Tengo un ojo de cada color: uno verde y otro azul. Es algo que se llama heterocromía. Aparte de eso, soy rubia y alta, pero lo de mis ojos siempre es lo que más llama la atención de mi físico.

Mis padres me daban todo lo que quería, pero nunca un amigo. Pase una infancia solitaria, salvo por mis padres y los elfos domésticos que estaban a mi disposición las 24 horas del día.

Con 4 años mis padres descubrieron que era más especial de lo que creían. Tenía un don. Un don muy especial y difícil de llevar. Mis padres me obligaban a que no podía tocar a nadie, ni a ellos mismos. La primera vez que supe de mi don fue cuando le di un abrazo a mi padre. Empecé a ver cosas de él... Cosas malas. Vi como mató a alguien que parecía inocente. Tenía 4 años, por lo que me asusté mucho y se lo tuve que contar. Desde entonces no me han dejado tocar a nadie, ni siquiera darle la mano de modo de saludo. Entonces no me dijeron el por qué de la prohibición, pero luego me lo explicaron. Era un don rarísimo en el que con solo tocar a alguien podías saber cosas de esa persona. Podían ser buenas o malas, pero no te podías arriesgar.

Antes de este incidente ya me habían enseñado en que solo me tenía que relacionar con los sangres limpias, pero después ya ni eso. Pensaban que podía resultar peligroso para mí o para los demás. Yo era un peligro. Por todas estas razones mi padre se negó a mi madre cuando le propuso que me juntara con los hijos de los amigos de mis padres, más sangres limpias.

Con 6 años, mi padre celebró una cena de negocios en la mansión. Venían también los hijos de los invitados, pero me prohibieron salir de mi habitación. Recuerdo que desde esa habitación oía los gritos de los niños que estaban jugando en el jardín y no me pude resistir a salir a jugar yo también. Maldita la hora... Salí de mi habitación intentando no hacer ruido y bajé las escaleras. La sala de estar estaba llena, pero yo solo me fijé en una persona de aspecto muy diferente... Era alto y tenía un aspecto de serpiente que me helaba la sangre con solo mirarlo. Me quedé aterrada al ver como mi padre hablaba tan animadamente con tal personaje. Me asusté, por lo que dejé mi intento de huida y volví a mi habitación. No volví a salir de allí en ninguna de las reuniones de mi padre, volviéndome una persona aun más solitaria y recluida.

Este año he cumplido 11 años y me ha llegado la carta de Hogwarts, donde estudiaron mis padres para convertirse en los magos que son ahora. Mi padre no estaba totalmente convencido, pero mi madre le aseguró que sería bueno para mí, que me ayudaría a ser más sociable y ser mejor maga. Al final me deja ir aunque no se fía del todo. Puede que esta sea mi oportunidad de encontrar la amistad que tanto deseaba de pequeña, pero con tantos años de soledad me he vuelto un poco huraña. Mi padre me ha hecho prometerle que guardaré mi don en secreto y que no tocaré a nadie. Se lo he prometido con todas mis ganas. Por fin conoceré a gente y saldré de esta habitación que me oprime. No me ha sido difícil prometer que no tocare a nadie, pues tampoco quiero hacerlo. No me gusta ver el pasado de la gente, y menos cosas malas sobre ellos.

Puede que me cueste mucho guardar mi secreto, pero es el precio a pagar por intentar ser normal.

"Porque no soy como el resto... ese es el problema."

La Slytherin de dos carasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora