♠ Destinos y decisiones ♠

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La mañana había sido una total mierda, las clases aburridas y los regaños de sus profesores por no prestar atención a las clases, que terminaron por correr lo de sus clases. Sumándole el insistente dolor de cabeza que no dejaba de azotar su estado emocional.

Todo seguía igual o peor, ya no sabía con exactitud que estaba pasando en su vida.

Tenía sueño dentro de las clases pero ahora que estaba afuera tratando de dormir en paz no lo podía hacer, simplemente el sueño no llegaba y eso le fastidiaba.

El silencio era perfecto, los murmullos pasaban desapercibidos al igual que las risas. Agradecía a toda divinidad que este lugar existiera, un pequeño rincón alejado de los edificios donde nadie, o eso suponía, entraba ahí.

La mayoría prefería los lugares concurridos y llenos de gente pero en lo personal prefería aquellos que estaban desolados, donde la paz y la tranquilidad fueran reinantes y el bullicio extinto.

Cerró los ojos nuevamente tratando de dormir aunque sea un poco, llevaba días sin poder pegar un ojo, las ojeras adornaban sus ojos más violetas que el maquillaje de las chicas. Su mal humor estaba a su máximo esplendor y las cosas empeoraran conforme los minutos, horas, días, semanas y meses pasaban tras el reloj.

En su pequeño reino del silencio unos ahogados  sollozos resonaron en las cuatro paredes seguido de gruñidos y pasos contra el pavimento, para después, el ruido sordo de algo estampándose contra el suelo.

Las voces y gruñidos aumentaron conforme los segundos pasaban, por lo que podía escuchar sólo se trataba de una pelea de novios.

Fastidiando de la situación buscó los audífonos dentro de sus cosas y su móvil, buscaría una buena canción que distrajera y mitigara el ruido de esos dos, hasta que un grito lo hizo dejar de lado sus intenciones, más bien lo que ese alfa dijo.

—¡No, maldita sea! ¿Como quieres que te lo explique? ¿Eh? ¡Te lo deletreó si quieres! ¡No te-a-mo ahora ni mañana, ni nunca! ¡Se que eres mi destinado y toda esa mierda pero yo ya tengo a alguien y no lo voy a dejar por ti! — resonó en todo el lugar, la voz de mando dejo en claro que, ese alfa, no bromeaba con sus palabras, su lobo se removió un poco en su interior, pero no por culpa del miedo porque era él también era un alfa. Sino por el recuerdo de esas mismas palabras.

¿P-por que? No entiendo, somos destinados.. — la voz débil y quebrada del omega sólo fue un pequeño murmullo a comparación del alfa.

—¡Eso lo se! Y de una vez te digo, ¡Hagas lo que hagas no me interesa! ¡No te quiero cerca de mi así que alejate, te lo advierto!

Después de eso silencio.

Él permaneció quieto en su lugar, su corazón volvió a doler por los recuerdos, su lobo aulló de dolor y lágrimas saladas recorrieron sus mejillas.

Las mismas palabras, agrias, vacías y tan dolorosas entraron por sus oídos volviendo a desgarrar su alma.

El tiempo se detuvo, el dolor creció y el sufrimiento inundó su mundo.

Otra vez.

No eran aquellas palabras dirigidas a él en esta ocasión pero volvieron a doler con la misma intensidad, como la primera vez, se limpio las lágrimas bruscamente con sus manos y dispuesto a dejar de llorar otra vez, se levantó. La rabia y la impotencia seguía su curso. ¿Como olvidar? ¿Como hacer que deje de doler?

Tomo su mochila con rabia dispuesto a irse e ignorar el dolor, bastante había llorado ya, noches de dolor e insomnio habían reinado los últimos dos meses, su alfa aun no se recuperaba de la depresión en la que se había sometido al enterarse del rechazo de su omega.

Rodeó las mesas y sillas abandonadas que estorbaban su camino.

Su mente absorta rebobinando los recuerdos provocaron que se odiara por ser débil e infeliz.

Los sollozos débiles le detuvieron de su huida, de golpe se detuvo, buscó con la mirada borrosa al propietario de aquel dolor tan igualitario al suyo.

En la esquina, escondido hasta el fondo de los muebles abandonados, echo bolita, vio la figura más deprimente que sus ojos pudieron captar, tan deprimente como su propio recuerdo.

Apretó los puños en señal de impotencia, no era buena compañía para alguien como aquel chico, que había sido rechazo al igual que él.

No sería capaz de ver su reflejo en aquella otra persona. No quería más dolor, ni más sufrimiento, por lo que decidido abandonó la habitación.

El aire fresco le recordó que por más que intentará ignorar el dolor, este seguiría igual o más fuerte con el transcurso de los días.

Recordó sus lágrimas, su dolor, la depresión y el miedo al ser dejado en el olvido, sus pasos se detuvieron y el llanto amargo de aquel chico taladro sus oídos.

Ese desconocido sufría igual que él, compartían el mismo dolor, el mismo sufrimiento y el mismo rechazo.

Detuvo sus pasos y odiándose por ser débil, regreso.
El aroma triste y deprimente lleno sus fosas nasales al mismo instante en que piso dentro, la figura masculina seguía en la misma posición.

Se acercó lentamente, recordándose porque hacia esto, porque no dejaba en paz a ese chico y se iba sin importarle nada.

La cabellera rubia sobresalía de entre las desechos de muebles y sillas.

—Oye...¿Te encuentras bien? — pregunto con voz ronca y dolorida por el llanto que asusto al chico.

No hubo respuesta, sólo más llanto deprimente.

Usando un poco de fuerza trató de levantarlo, tan frágil y delgado como el cristal sintió su peso.
Su cabello un poco largo del desconocido cubría sus ojos y su frente impidiéndole reconocerle.

—¿Estas bien?— el omega se quejo por los movimientos algo bruscos el alfa pero no dijo nada. —Levantate, no puedes quedarte aquí.

—Ya nada me importa.— tan frágil y lleno de dolor las palabras salieron del extraño.

No hizo caso a su significado, por que sentía esa misma realidad cada día, porque después de aquello la vida ya no le importaba, era como si un pedazo de su alma le hubiese sido arrancado aquella tarde.

Ayudo al joven omega a levantarse, entre ambos salieron de ahí, no hubo intercambio de palabras ni miradas. Cada uno soportando su propio dolor.

Después de salir de la universidad Yoongi acompañó al omega a su casa, no sabía donde vivía el omega pero por más loco que fuese la situación el mismo omega le guío sin palabras, el cuerpo débil y desnutrido del rubio guió el camino como monotonía y automonomia que sólo se dejó guiar, asiendo le compañía por si le ocurría algo en el camino.

Las calles familiares y conocidas le confundieron en su camino, porque era el mismo recorrido que él hacia todas las mañanas y tardes después de la universidad.

Cuando cruzaron la calle se dio cuenta de que casi era vecino de aquel omega que acompañaba, una pequeña casa pintada de blanco con cerca de madera estilo americano y flores en el jardín los recibieron.

A una cuadra de su casa era donde vivía aquel omega, el mismo omega que sufría su mismo dolor y depreció.
Lo guió hasta la puerta de su hogar y tocó la puerta una vez que estuvo frente a la madera.

Espero, hasta que una mujer delgada y de cara bonita les abrió la puerta. Supo que era madre del omega porque al instante que reconoció al chico pelirubio se avanzó sobre él con lágrimas en sus ojos.

No dijo nada y desapercibida mente se retiro, dejando a salvo a ese chico con el que compartía algo a pesar de ser sólo extraños.

Porque eran dos personas destrozadas por sus propias parejas destinadas, una maldita broma del destino, pero que era real. Tan real como el dolor que albergaban sus corazones, una lucha entre sus destinos y sus decisiones.

BLUE 💜 Yoontae💜Where stories live. Discover now