Somos más que el dolor

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Quería conocer sus lunares, viajar a las constelaciones de sus silencios, conocer sus secretos y decirle... que me quedaría. El único detalle es que no podía quedarme. No puedes seguir en un sitio donde tus sentimientos están retenidos. Recordé las razones por las que me alejé y fui yo quien detuve el beso. Un corto e incomodo silencio se apoderó de la habitación. El cosquilleo por tenerla cerca y mi nerviosismo se habían instalado sin permiso y me apresuré a salir de la cama.

Prácticamente corriendo me encerré en el baño y me di una ducha. Necesitaba que el agua calmara el deseo. Porque deseaba su cuerpo. Quería conocer lo que era estar con alguien, pero no con cualquiera, quería hacer el amor con ella, y prácticamente era una obsesión.

Me metí a bañar intentando inútilmente que cuando saliera Sophia se hubiera ido. Quería retomar a lo que había dejado, no hablarle, comprender que tenía novio y tomar distancia. ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba en mi cama? Recordaba el vómito, a Nathaniel, mi conversación con Noah, su pelea... el resto estaba en negro.

Salí cuarenta minutos más tarde y agradecí no encontrar a Sophia por ningún lado. Quería tenerla cerca y lejos. Era complicado eso de amar lo imposible y... sus besos todavía parecían estar en mis labios. Sentía su perfume y el recuerdo de haber dormido juntas.

La puerta de mi habitación se abrió sola. Sophia era la única que no pedía permiso para entrar. Era como si supiera que no lo necesitaba, que para ella siempre estaría. La vi acceder al cuarto en cuestión de segundos. Tenía una bandeja con lo que efectivamente, era mi desayuno. También había una pastilla para el dolor de cabeza, un jugo de fresa y una taza de café.

—Buenos días, Julie... he empezado mal —musitó—. Las princesas no se besan después de ser lastimadas. Y yo... he sido tan torpe como para lastimarte así que te hice el desayuno, no porque crea que con eso arreglaré las cosas, sino para que cojas fuerza... porque hoy voy a decirte la verdad sobre quién soy, entendiendo por supuesto que nada de lo que te dije anoche lo recuerdas ya que tampoco recuerdas lo qué pasó cuando te bañé —Me guiñó el ojo y saboreándose los labios con la lengua, dejó la bandeja sobre la cama y se sentó en el borde de la ventana sin dejar de mirarme.

Las mariposas se impregnaron en mi diafragma y la dulzura de sus ojos... pudo contra mi fuerza de voluntad.

Me comí la sopa que tanto deseaba, sorprendida por mi hambre y por lo rica que le quedó. Me tomé la pastilla para el dolor de cabeza y sentí que el sonido de su voz. «¿Qué recuerdas de ayer?», preguntó.

No tuve que fingir, literalmente no recordaba casi nada. Excepto que robé y que vomité tanto que pensé que iba a morirme. Eso todo el mundo lo sabía, no era necesario recordarlo.

La vi suspender su vista por la ventana de mi habitación. Supongo que trataba de encontrar las palabras adecuadas porque después de algunos segundos de total quietud... por fin se animó.

—Lo lamento mucho, Julie —soltó, sin atreverse a mirarme.

—¿Qué lamentas?

—Cada segundo que hemos estado lejos.

Pude haberle dicho que no era su culpa. Que el amor no se escoge y que me enamoré más rápido de lo que humanamente creí posible. Si fuese más valiente le habría dicho que sentía cosquilleos en todo el cuerpo cuando estaba cerca. Que cada vez que nos tocábamos era un golpe de electricidad que me impulsaba a ser mejor, a actuar distinto... y a conseguirme. No le dije nada y terminé de comer intentando mantener la calma después de una noche de tempestades.

Ella se alistó rápidamente. Se hizo una cola alta dejando unos mechones sueltos en su cara. Me dijo que Noah había dejado su moto. Que Sergio le había permitido quedarse a dormir y que se había ido sobre las siete de la mañana. No entendí a qué venía la explicación hasta que me contó sobre su plan. Al parecer... de nuevo estaba castigada. Claudia se había percatado de mi estado y... por segundo día consecutivo me iba a escapar. La única diferencia es que estaría en moto, pero con la persona que quería y no con su novio.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora