Los sueños son buenos, las pesadillas no tanto.

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Laia POV:

Amaba teenwolf, me había venido de lujo tener la tercerea temporada grabada y a medias. Sonreí cuando el último episodio acabó y suspiré de emoción. Deseaba ver la cuarta ya. Aquello era agradable, me dije, una chica normal con preocupaciones normales como que echen la siguiente temporada de tu serie favorita del momento. Me deshice de la manta y dejé la taza en la cocina. Habían sido un par de horas sentadas en sofá así que me estiré. Ya estaba prácticamente anocheciendo así que fui a bajar las persianas de la planta baja. En la del salón se me salió el corazón. Ross estaba fuera. En su coche. Sentado al volante, aunque el vehículo estaba parado. ¿Qué demonios hacía allí parado? Le observé a través de las cortinas curiosa y me dió otro vuelco al corazón cuando me di cuenta de que estaba llorando. ¿Qué había pasado? Aquello era muy extraño. Me disponía a apartarme de la ventana para ir a buscarlo cuando él se limpió las lagrimas y salió del coche en dirección a la puerta de mi casa. Me aparté de la ventana rápidamente y fui hasta la puerta para mirar por la mirilla.

Me puse de puntillas para asomarme al pequeño agujero que me permitía ver fuera. Ross subió los peldaños aún restregandose los ojos y tomando aire para serenarse. Luego se detuvo frente a mi puerta observándola, dudando. Me moría de ganas de que llamase. Se quedó allí unos segundos más, incluso levantó el brazo para llamar, pero luego se dió media vuelta lentamente para marcharse. ¿Pero qué hacía? Cuando él se dió la vuelta para llamar otra vez yo abrí la puerta de repente. Aquello era un tanto extraño.

—Em..¿Quieres pasar?— le dije débilmente apartándome a un lado de la puerta.

Él tan solo asintió mientras empezaba a llover. Pasó a mi casa. Cerré la puerta y le guié hasta el salón con la televisión aún encendida y mi manta hecha un reguño. Entonces me percaté de que estaba en pijama. Noté que se me subieron los colores a las mejillas. Ross no pareció percatarse, debía tener muchas cosas en la cabeza, me dije a mi misma recordando la escena del coche.

—¿Estas bien?— le pregunté cuando nos acomodamos en mi sillón. Tardó un poco en contestar.

— He ido al hospital. Ya no estabas— lo dijo con tanta tristeza que me preocupé.

— Lo siento— me apresuré a decir— Me dieron el alta a medio día, pensé que estabas muy ocupado y no quise molestarte, yo debería...—

—Nono— me interrumpió él rápidamente— Debo disculparme yo, te prometí que volvería a visitarte y fui cuando ya era demasiado tarde. Debería haber llamado, haberte preguntado, haber estado contigo. Lo siento mucho— me miró directamente a los ojos y yo aparté la mirada.

—No pasa nada.—le contesté— Está bien—

—Cuando fui al hospital...me encontré con aquella niña...no recuerdo si nos dijo su nombre, pero fue a la que cantaste aquella canción. Ella estaba llorando en medio del pasillo, al parecer había intentado escapar del hospital y estaba montando una rabieta impresionante, lloraba como si se le hubiese partido el corazón.— Ross hizo una pausa para contemplar sus manos medio entrecruzadas y nerviosas, luego prosigió— Pregunté qué había sucedido y una enfermera que se había quedado con mi cara me lo explicó. Laia es terrible, yo...no se como decirlo— se le quebró la voz.

—Ross, no hace falta que me lo cuentes, estoy al corriente. Conocí más a la niña ayer. Se llama Dayan. Va a ser muy duro para ella, sobretodo por lo joven que es. Pero va a estar bien atendida, me dijeron que estaría a cargo de un psicólogo y que en el orfanato se preocuparían por ella. Yo... también le dejé mi número de teléfono por si necesitaba algo que yo le pudiese ofrecer, quiero decir, ayer nos hicimos bastante amigas—

Ross me miró algo sorprendido y pareció relajarse algo. Se acomodó en el sofá y dejó escapar un suspiro.

—Pensarás que soy muy sentimental, pero me ha partido el corazón verla hoy— asomó una sonrisa vergonzosa a sus labios y yo sonreí también.

—Me gustan los chicos algo sentimentales— respondí.

Él rió por fin tras esos momentos de tensión.

—¿Estás diciendo que te gusto?— me preguntó más como el Ross de siempre.

—Estoy diciendo que por mi está bien que los chicos expresen sus sentimientos también. Sé que todo el mundo los tiene. O bueno, eso quiero creer.—

Mi teléfono móvil emepzó a sonar estruendosamente. Era mi madre. Me disculpé con Ross y fui hasta la cocina. Mi madre tan preocupada como siempre me dijo que ya volvería pronto y que le daba apuro dejarme sola en casa recién salida de un hospital. Tuve la tentación de decirle que cierto amigo mio llamado Ross me estaba acompañando, pero finalmente solo la tranquilicé asegurándole que estaba bien.

Cuando volví al salón móvil en mano Ross se había arrepanchigado en el sofá con mi manta y había encendido la tele.

—Hace una tarde perfecta de manta y peli. Y están echando Spiderman 2 ¿te hace?—

—Me hace— le contesté y me senté junto a él arropándome con la manta también.

Ross POV:

Prácticamente al final de la película me percaté de que Laia se había quedado dormida. Después de eso me di cuenta de que eran las once menos cuarto de la noche. Se había hecho tarde sin darme cuenta. La observé unos minutos en silencio, recostada contra mi escuchaba su respiración profunda y lenta. Se me iban cerrando los ojos poco a poco hasta que en la penumbra de la habitación, aún con la televisión puesta y el cansancio y estrés del día pasando factura, me quedé dormido.

Horas más tarde, me desperté por un chillido junto a mi. Me sobresalté y miré a mi alrededor aún medio dormido pero frenético.

—¿Qué pasa?— murmuré

Laia estaba teniendo una pesadilla. Debía ser una de las malas porque se removía entre sueños y estaba sudando. La desperté agitándola.

—¡LAIA! Es una pesadilla ¡despierta! —

Ella abrió los ojos lentamente y me miró con las pupilas dilatadas y jadeando. Le temblaban las manos.

—El accidente... he soñado con el accidente... también estaba Dayan y... era todo horrible.—

Yo aún la sujetaba fuertemente por los brazos y ella se quitó el pelo de la cara sin deshacerse de mi agarre y todavía un poco alterada.

—Sshhhh, es solo una pesadilla. Todo está bien. No hay nada de que preocuparse. Estas a salvo. Estas en casa— Estas conmigo, quise añadir.

Ella pareció entender poco a poco y se fue calmando. Nos volvimos a recostar sobre el sofá.

—¿Qué hora es?— preguntó ella.

—Las cuatro de la mañana— respondí frotándome los ojos.

—Ni si quiera he echado la llave— maldijo ella.— Puedes quedarte—

Alzé la cabeza sobresaltado.

—Quiero decir, que es muy tarde y ya es muy de noche y estamos medio dormidos. Puedo prepararte una habitación en un momento y puedes dormir aquí lo que queda de noche.— se apresuró a decir.

—Está bien— contesté

Ella se levantó y fue a cerrar la puerta con llave, encendió la luz por el camino y yo me quejé cuando me molestó en los ojos.

—Puedes ir subiendo— me dijo desde la entrada.

Yo me levanté del sofá como buenamente pude y gruñí en respuesta. Estaba hecho polvo. Me arrastré hasta las escaleras con una mano en los ojos y las subí pesadamente. Ni si quiera me enteré de cuando llegúe a la planta de arriba, simplemente ya me encontraba en una habitación tumbado en una cama. El sueño se estaba apoderando de mi casi por completo cuando la voz de Laia me reanimó otra vez, sacándome del dulce sopor.

—Ross, esa es mi cama— Yo ni si quiera abrí los ojos, pero noté como se sentaba al lado.—Está bien, puedo ir a otra habitación, te puedes quedar tú con esta.

—No— la voz me salió ronca y adormilada. Entreabrí los ojos y me incorporé abriendo la cama y retirando las mantas. Agarré a Laia.— Me quedaré por si tienes pesadillas—

Después de eso caí dormido.

No puedo recordar en absoluto su cara o lo que hizo después. Lo único que sé es que al despertar a la mañana siguiente Laia estaba durmiendo plácidamente entre mis brazos.



El ladrón de mi diario.Where stories live. Discover now