Esté donde esté.

213 16 7
                                    

 Laia POV:

Me desperté sobresaltada en mi cama y mis ojos tardaron unos momentos en habituarse a la luz. Era bastante tarde pero teniendo en cuenta lo agotador del día anterior me merecía descansar. Sabía que había soñado con Ross. Había soñado que dormía abrazada a él de nuevo y fue una decepción ver que estaba sola en la cama. Miré el reloj aún desorientada. Sábado. Las 11:30. Escuché a mi madre abajo maldiciendo por algo y me alegré de que hubiese vuelto, al menos una pequeña temporada. Me arrastré en pijama hasta la cocina recordando la conversación que había tenido con la señora Gardner al final de la fiesta.

La madre de Ross me había llevado a la cocina y me había mirado con gesto serio y una copa de champagne en la mano.

—Gracias. Por ayudar a Ross de la manera en que lo haces—

Yo me había quedado allí plantada en el sitio con cara de tonta y finalmente había balbuceado que yo no hacia nada.

— Laia, estoy segura de que no conocías a mi hijo el año pasado o el anterior, pero vuelve a ser el Ross de siempre, mi Ross. Creo que es gracias a ti. Aún no está bien del todo. Sé que ha faltado a clase mientras tu te estabas recuperando y a veces no viene a casa en días. Para mí es difícil no preocuparme después de lo que pasó.—

Mi cara de incertidumbre pareció decirle que no tenía ni idea de lo que estaba hablando así que se acercó más a mi.

— Eso es algo que Ross tiene que decidir contarte, pero lo ha pasado mal. Sé que puede volver a pasarlo mal. Sólo espero que esta vez tú estés a su lado cuando pase. Sé que él te mira de una manera especial. Te lo puedo asegurar, jamás he visto que mi hijo mirase así a nadie. Dicen que la mirada es el reflejo del alma. Cuando Ross te mira a ti...— la señora Gardner me sonrió como si se hubiese quedado sin palabras. — Es especial. No sé como decirlo. Sólo cuida de él. No sabes cuanto te necesita—

Sus palabras se quedaron reverberando en mi cabeza cuando Ross me había llevado a casa y seguían por la mañana. No paraba de darle vueltas a cómo era Ross el año pasado. A qué había pasado con él. Todo me resultaba demasiado extraño pero no parecía adecuado preguntar. Uff. En realidad estaba preocupada por Ross y no entendía muy bien qué era lo que podía pasar. Era incapaz de imaginarme un Ross problemático o un Ross con el que no quisiese pasar tiempo pese a haber visto las heridas de sus manos y haber estado el día que volvió de casa con ellas. No me había parecido un Ross problemático para nada. Sólo había visto miedo, desesperación, soledad. Quizá había encontrado un hueco para llegar hasta ello y poder ayudar. Quizá la madre de Ross tuviese razón y Ross hubiese mejorado. En cualquier caso no podía imaginármelo de otra manera que no fuese el Ross con el pelo revuelto, divertido, seguro de sí mismo y sonriente de siempre. Mi  madre decidió sacarme de mis pensamientos dándome los buenos días.

— Hola cielo, ¿Has dormido bien? —

Asentí aún adormilada y preparé el desayuno mientras ella ojeaba unos papeles en la mesa. Cuando quise poner mi taza tuve que retirar varios papeles para hacerme sitio de todo el papeleo que tenía.

— ¿Hay mucho trabajo?— pregunté.

— Sí, seguramente pasaré la tarde en la oficina y volveré tarde—

Asentí.

— Por cierto, una tal Jennifer ha llamado antes, decía que no contestabas el móvil y que necesita hablar contigo urgente—
Di un sorbo a mi cola-cao extrañada.

— ¿Está todo bien? — me preguntó alzando la mirada brevemente.

— Sí, aunque no sé muy bien qué querrá hablar exactamente. —

El ladrón de mi diario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora