•Lobo•Capítulo 15

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Mantenerse en control nunca le había resultado tan difícil como en aquel momento. Podía sentir a su lobo luchando para salir y liberar todo el dolor que parecía quemarlo vivo, siempre había sido cuidadoso para esconder la naturaleza cruel pero nada parecía poder aplacar la sed de sangre que sentía.

Tetricas imagen venían a su mente casi podía sentir en carne propia la sangre pintar de carmesí sus manos al enterrar sus garras en aquel vientre y así exterminar a quien se atrevía a separarlo de su amado, su lado consciente aquel que cada día parecía casi subyugado a permanecer callado le gritaba que se contuviera. Una parte de él sabía que nunca había existido mayor lazo entre ellos pero su lobo parecía reacio a querer aceptar la verdad.
Podía sentir el miedo de su omega saturar el aire y pese a controlarlo como debía suceder bajo los principios básicos de su naturaleza, lo hacían sentir cada vez más al borde, podía sentir sus pupilas teñirse de aquel azul que caracterizaba a su lobo y sus colmillos crecer en su boca. Apenas fue consciente del momento en que se adentró en su cabaña y arrojó al aterrado omega al suelo, pese a que podía ver como aquel cuerpo temblaba bajo su furia el rostro ajeno permanecía impasible, como negándose a mostrarle debilidad.

Aquello fue lo último que sintió antes de caer preso en la oscuridad de su mente, su naturaleza racional se hallaba encerrada y podía describir el momento como una experiencia extracorporal, podía ver con extraña fascinación como sus manos desgarraban la ropa del omega y la suya propia, quería manchar aquel perfecto rostro, destrozarlo hasta el punto en que pudiesen compartir el dolor. Su lobo parecía obsesionado con la idea.

Tomo su adolorido pene y lo introdujo en la cavidad bucal frente a si, no le dio ningún respiro al omega mientras embestia  profundamente, podía sentir las arcadas que provocaban sus acciones pero ninguna otra emoción era visible en el cuerpo del omega, sólo sus ojos dejaban caer gruesas lágrimas producto de la asfixia. Con un movimiento casi imperceptible saco su falo y golpeó con su mano la pálida mejilla, aquel suave color era el que debía adornar todo ese cuerpo, y no tardó en golpear cada zona disponible para cumplir con su capricho.
Podía escuchar pequeños quejidos pero ninguna súplica, eso no era lo que deseaba, quería destruirlo, hacerlo sangrar, escucharlo suplicar. No importaba que tan fuerte golpease, aquel rostro mantenía la misma mueca estoica, cada vez que caía producto del golpe rápidamente el omega se recuperaba y volvía a la misma posición. Decidido a cumplir su cometido tomo casi con delicadeza la garganta en la cual sus dedos encajaban perfectamente, quería sentir como podía controlar hasta las respiraciones del omega, apretaba suavemente para luego y de manera inesperada aumentar el agarré hasta casi volverlo fatal.

Su lobo se e contaba eufórico y parecía haber dejado en segundo plano el tema que había dado inicio a toda la situación, no entendía el porque el sufrimiento de su omega parecía una droga parecía volverse adicto cada vez más. Quería jugar hasta las últimas consecuencias hasta que un dolor agudo lo hizo retroceder y mirar incrédulo sus manos, había sangre goteando de una herida producida por una mordida, el cuerpo del omega cayo sin gracia al suelo y podía ver como luchaba para tomar grandes bocanadas de aire.

Aquella imagen lo hizo dar un paso hacia atrás, podía sentir como el lobo abandonaba lentamente su ser y procedía a dejarlo sólo, nunca antes algo así le había sucedido, estaba acostumbrado a mantenerse al margen cuando la criatura salía a cumplir sus fantasías, ahora volvía a ser consciente de su propia piel y casi sentía pánico, el olor a miedo ya no lo encendía, sólo le causaba un agudo dolor en el pecho y el lazo que compartía con el omega parecía comenzar a hacerse sentir. Algo dentro de él lo empujaba a estrechar en sus brazos al omega y así darle el consuelo que necesitaba. Aquello no tenía ningún sentido, hace instantes estuvo a punto de acabar con la vida del omega y ahora quería poder estrecharlo en sus brazos.
Miles de años parecieron pasar mientras se acercaba al cuerpo que aún luchaba por normalizar su respiración, lo tomo entre sus brazos mientras hundía su nariz en el cuello ajeno y se permitía apreciar el cálido olor a vainilla que emanaba de él, sus sentidos parecían haber vuelto a la vida y podía apreciar por primera vez al omega en su totalidad, ¿acaso se había vuelto loco?

El cuerpo en sus brazos se mantenía rígido quizás a la espera de un nuevo maltrato que nunca llego, una fugaz idea cruzó por su cabeza y en vez de dejarla pasar decidió ponerla en funcionamiento, era arriesgado pero decidido que valía la pena. Tomando la pequeña daga que siempre mantenía oculta en su bolsillo derecho la acerco a las manos del omega quien lo miro confundido.

—Hazme un corte —Procuro hablar con un tono dulce y conciliador, mientras dejaba extendida su palma izquierda aquella que aún dolía por el mordisco. 

El omega permanecia callado mirando el arma en sus manos, el Alfa sabía que cualquier movimiento podría ser peligroso, el omega bien podría seguir al pie de la letra sus órdenes pero en vez de hacer un pequeño corte podría cortar su yugular fácilmente debido a la posición en la que ambos se encontraban, pero algo en su interior le decía que no debía tener preocupación alguna.

—Hazlo. Ordenó usando su voz de Alfa, sintiendo su lobo perdía la paciencia nuevamente. El omega pareció dudar pero la voz de su Alfa le impedía desobedecer orden alguna, realizó un pequeño corte en su palma y gimio a gusto, su lobo parecía feliz por dicha acción.

Después de años de luchar contra el monstruo que convivía con él al fin había logrado obtener la medicina para poder mantenerlo a raya, el omega frente a él era la respuesta a todo, su mente más lúcida estaba trabajando a toda marcha para idear el plan adecuado. Pese a sentir a su lobo dócil un pensamiento compartido lo paralizó.

Él es nuestro.




























El omega perfecto #1 |Namjin|Where stories live. Discover now