El omega perfecto #1 |Namjin|

•Alma |Capitulo 4|

Namjoon no nació con el alma rota.

El destino y sus jugadas tan crueles lo hicieron así. Había sido obligado a madurar cuando apenas era un cachorro que daba sus primeros pasos en la vida.

La muerte de sus padres había sido la primera mancha en su alma, después de todo... el ver como lobos destrozan los cuerpos de los seres que te dieron la vida no es algo fácil. Desde ese día tuvo que valerse por si mismo, estaba perdido en el bosque, su manada había sido erradicada y el estaba solo, todas las noches le rogaba a los dioses por al menos encontrar una mano amiga, no encontró a nadie por un largo tiempo, sentía cada día la muerte respiraba en su nuca, su cuerpo estaba tan debilitado por el hambre y la fatiga que sólo se rindió, ya no habría más sufrimiento, no más penurias, no más pesadillas que turbaban sus pocas horas de descanso. Al fin podría ser libre.

Su cuerpo flotaba, los ángeles lo llevaban en sus cálidos brazos al paraíso, al fin podría encontrarse en la eternidad con las personas que amaba.

Un agudo dolor le hizo abrir los ojos, no entendía el porque seguía sufriendo ¿acaso los relatos de un paraíso sin dolor habían sido una mentira? Como pudo recobró el sentido y examinó el lugar donde se encontraba, era una habitación muy pequeña y mal iluminada, una sonrisa cansada de extendió por sus labios.

Ninguna persona debe sentirse tan miserable al saber que la vida le había dado una segunda oportunidad, sin embargo él quería llorar por no haber alcanzado su sueño de morir.

—Al fin has despertado jovencito— inquirió una cálida voz.

Namjoon se tenso, después de tres largos años sin tener contacto con otra persona había olvidado como usar su propia voz.

El desconocido se acercó con pasos cuidados a la cama, el joven tomó una honda respiración captando el olor del hombre frente a él, era un beta, aquel olor era inconfundible.

—Se que estas asustado, yo también lo estaría si despertara en una habitación desconocida, pero no debes temer yo voy a cuidarte cachorro, sanare tus heridas y si después decides irte te apoyaré.

Namjoon asintió despacio. Podía sentir sus ojos llenarse de lágrimas, él era un niño con un alma manchada de dolor, y encontrar a un ser tan bondadoso como aquel desconocido lo hizo quebrarse, dejó salir con sollozos todo el dolor que había acumulado. No supo cuanto tiempo duro frenando sus pesares, pero una vez que logró calmarse pudo sentirse unos cálidos brazos rodeandolo.

—No estarás sólo nunca más—juro aquel desconocido.

Y por años aquel juramento fue cumplido. Su ángel guardián era un beta llamado Daesung y al igual que él estaba solo en el mundo, un forajido sin manada, un alma tan solitaria como la suya. Después de que Namjoon lloro en sus brazos, un lazo nació entre ambos aunque el camino para ello no fue fácil.

No sólo su cuerpo había sido maltratado por la soledad si no también su corazón. Le tomo mucho tiempo poder confiar en Daesung, ahora él era lo único que lo hacía feliz, era un reemplazo de la figura paterna que había perdido, era su cable a tierra que lo sostenía cuando las pesadillas lo atormentaban, un maestro que lo aconsejaba y por sobre todo un amigo. El beta vivía aislado en una cabaña, no tenía contacto alguno con el mundo exterior y aunque Namjoon se moría por saber el motivo del aislamiento nunca se atrevió a preguntar.

—Daesung, ¿crees que cuando me presenté lo haga como alfa?

—No se—contestó con el seño fruncido— ¿Por qué te preocupas tanto por eso? ¿Te avergonzaria si no fueses un alfa?

—No Daesung, no es eso—Namjoon podía sentir como sus mejillas se teñian con un leve subir—es sólo que los alfas son los únicos capaces de transformarse en lobos, yo anhelo eso, así podría protegerte.

—Namjoon tienes que aprender algo hijo—mencionó Daesung dándole una palmada en la espalda —Cualquier persona sin importar si es alfa, beta, u omega es capaz de proteger a las personas que ama, el amor siempre te da la fuerza necesaria para ello.

Namjoon se rió y asintió. Sabía que Daesung tenía razón, el amor era la respuesta, el amor que le había brindado el beta fue su motor para seguir adelante junto al recuerdo de sus padres y todo el amor que le habían brindado en el tiempo que estuvieron juntos.

Ambos siguieron su paseo por los terrenos aledaños a su cabaña cuando un horrible deja vu lo golpeó. Un enorme lobo plateado salió de la nada arrojando a Daesung al suelo, el ataque fue tan inesperado que Namjoon no tuvo tiempo si quiera de gritar. Por unos segundos pudo ver el terror en los ojos del beta antes de desviar su mirada y susurrarle un "te amo hijo" después de aquella despedida el lobo hundió los colmillos en la garganta del hombre que Namjoon consideraba su segundo padre.

Él grito, el dolor de aquella pérdida fue lo que impulsó su cambio, no tuvo tiempo si quiera de saborear su triunfo al presentarse como alfa, en sus ojos sólo ardía el deseo de destruir a la bestia que le había arrebatado su felicidad, su lobo y el clamaban venganza. Si bien sabía que no tenía oportunidad contra aquel monstruo no le importaba morir en la lucha si con eso conseguía vengar a Daesung, si moría aquella bestia iría con él.

El lobo plateado lo miraba con burla, tan arrogante de su fuerza que no previno el ataque del joven alfa, la fuerza y velocidad lo tomaron por sorpresa y gracias a ello el joven logró clavar sus garras en el ojo izquierdo del lobo arrancandolo con un sólo movimiento.

El lobo herido aullo de dolor, su cara era un reguero de sangre, pero se preparó para devolver el golpe, con un salto alcanzó el costado del alfa más joven haciendo que se debilitase.

Namjoon cayó exhausto mientras su rival se retiraba, aquél lobo estaba herido y sabía que si perdía más tiempo en aquella lucha podría perder.

El joven alfa jamás olvidó el día en que si recién sanada alma fue asesinada. Ese día mientras enterraba el cadáver de Daesung se juro a si mismo no volver a sentir amor.

Tan equivocado estabas Namjoon volvería a amar, y aquel amor unilateral rompería la última pieza que quedaba de tu alma. Te convertirías en un monstruo capaz de destruir a un ser tan frágil como lo fuiste tú un día.