Cap. 27: Los Pupilos de Hefesto

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Cuando llegaron a Hokkaidō, desembarcaron en el aeropuerto de Chitose, pudieron ver a un joven que los esperaba en el aeropuerto con un cartel en el que ponían sus nombres.

Se acercaron a él con cautela y James fue el primero en hablar:

-¿Quién eres? -preguntó.

-Ryoma -dijo gentilmente-, me envía Hefesto a recogeros.

Al oír aquello se miraron durante unos segundos antes de acceder con las miradas a confiar en aquel hombre. No tardaron en subir su equipaje a la furgoneta de Ryoma y después hicieron un trayecto de dos horas y media hasta un volcán inactivo cercano al monte Biei.

Allí, cargaron con sus cosas por un sendero que los dirigió hacia una especie de templo construido en la montaña.

El edificio consistía en un complejo de patios menores conectados a un patio principal y con varias dependencias al fondo del recinto.

-Al fondo encontraréis habitaciones -dijo Ryoma-, dejad vuestras cosas allí y salid.

Rápidamente obedecieron y una vez que dejaron sus cosas, regresaron al patio. Al volver a salir encontraron a una mujer rubia, de ojos castaño claro y cubierta por una capa roja, acompañada por otras cuatro personas que estaban tras ella, entre ellos Ryoma.

-Les doy la bienvenida, Keibiin -saludó-, soy Hefesto.

-¿Estos son los Pupilos de Hefesto? -preguntó James sin miramientos.

Ella le lanzó una mirada fulminadora, pero respondió a la pregunta.

-La mayoría de Pupilos se encuentran en misiones ahora mismo -indicó-, mientras vosotros y las grandes organizaciones de defensa se centran en Japón, Estados Unidos y Rusia, nosotros nos concentramos en países como China, las Coreas o Filipinas que sufrieron tanto o más que las naciones que sí tienen héroes regulados que las protejan.

-¿Y por qué nos contratáis a nosotros? -preguntó Lon.

-Nos agrada su iniciativa contra el Sol Negro -aseguró Hefesto-, queremos entrenarlos para que tengáis al menos una oportunidad contra este grupo.

Mary pudo observar que James miraba fijamente a uno de los hombres que Hefesto tenía detrás y no tardó en preguntar.

-¿Lo conoces?

-Ese es Kaeda Kozou, uno de los hombres que me entrenaron en Estados Unidos -respondió brevemente.

-Estos serán vuestros mentores: Tsukuyomi, Ryoma, Kaeda y Myô -indicó señalando a cada uno-. Vuestras camas están marcadas con vuestro nombre, y a cada uno se les ha asignado uno de los patios para entrenar.

Al día siguiente, los despertaron antes del amanecer y los pusieron a entrenar en el patio principal, y cuando salió el sol, les indicaron a qué patios tenían que ir.

Myô se quedó sola con Jet, a quién le indicó que la acompañase a una de las estancias del interior, donde tenían un lugar con equipo médico.

-¿Qué ocurre? -se extrañó Jet.

-Sabemos que tu habilidad no está en el campo de batalla -dijo Hefesto, que se encontraba allí-, así que a ti te vamos a actualizar tu implante cerebral, el que tienes ya está bastante obsoleto, tardaremos algunos días, así que si no tienes problemas...

-¿Problemas? -preguntó Jet-. ¡Haz lo que tengas que hacer! ¡Me muero por una actualización!

Myô no tardó en ponerle las agujas y los tubos convenientes para mantenerlo dormido y este no tardó en perder el conocimiento.

-Debe tener un localizador -indicó Hefesto-, busca cualquier cosa que pueda atraer a Darkness aquí, si él no la tiene, deben estar limpios.

Myô asintió y se puso manos a la obra, mientras que Hefesto se dirigió al exterior, en dirección al patio donde se encontraba Lon.

Al verla entrar, Lon, con su traje de Kinozuke se levantó esperando indicaciones.

-Supongo que sabrás quién es Hefesto -dijo ella acercándose-. El dios mitológico de la forja...

-Asumo que esto lleva a algún lado, ¿no? -preguntó Lon-. No creo que me hayas traído aquí para dar mitología griega.

-Atacame -ordenó ella.

Lon no se lo pensó dos veces y generó una vara con la que trató de golpearla, Hefesto juntó sus manos y al separarlas generó una afilada espada con la que detuvo su ataque.

-Además de las armaduras que fabrico, también poseo tu mismo poder de creación -indicó-, yo te enseñaré a dominarlo para poder generar cosas que nunca imaginaste.

En el patio de al lado, Yaolan se encontraba sentada frente a una pequeña mesa de té, y frente a ella, el anciano maestro Kaeda, en un silencio que la perturbaba.

-¿Qué hay que aprender? -preguntó ella.

Kaeda no respondió, al igual que las veces anteriores que le había preguntado, se limitó a alcanzar la taza de té y disponerse a dar un sorbo, pero esa vez Yaolan ya no podía más, con su mano detuvo la del anciano y volvió a preguntar.

-¿Qué hacemos aquí? -exigió saber perdiendo los nervios.

-Esa misma seguridad para exigir una respuesta, es la que te voy a enseñar a tener en combate -indicó el maestro.

Al oír aquella respuesta, Yaolan soltó la mano del maestro y este continuó con su té.

Los días pasaron en aquel lugar, donde el entrenamiento de todos se intensificó.

Rogue's NationWhere stories live. Discover now