—Puedo con eso, Yumi. No debes preocuparte ni meterte en el camino —atinó a decir deseando que comprenda que si bien la quería a su lado, no deseaba que interfiera. Era difícil poner en palabras su deseo, al menos lo era para él. 

—Me pediste que me mantuviera a tu lado, Sasuke —le recordó con la vista puesta al frente—. Decir que no me meta en tu camino es lo contrario a eso. 

—Como sea. Sabes a qué me refiero —No, no tenía idea—. No quiero perder a otra persona importante. 

Yumi habría replicado si eso no le hubiera parecido algo dulce. La consideraba importante. Era la primera vez que lo decía tan abiertamentr y quizá sería la única. Su consideración no era algo unilateral. Probablemente él no sintiera lo que ella había empezado a sentir hace poco, pero no interesaba. No quería su amor, solo verlo feliz, a salvo y estar ahí presenciando todo eso. Recordar esas palabras le haría sonreír de la nada de ahora en adelante.

—Cubriré tu espalda, Sasuke. No voy a quedarme a un lado, voy a quedarme a tu lado.  

Sasuke no intentó contradecirla. A ciencia cierta, sería en vano. Solo la observó por un breve rato que se le antojó eterno. Pasara lo que pasara en esa reunión, no se retractaría de decirle aquello. Era la verdad. Tal vez una de las pocas veces que profesaba sinceridad y no se arrepentía.  

Por otro lado, Suigetsu empezaba a temer por su vida. Con cada paso que daban sentía que empezarían una batalla nueva, luego otra y otra. Miles de batallas sin descanso. Necesitaba un descanso. Es así que cuando a lo lejos vio la formación de samuráis del País del Hierro se resignó totalmente. 

—Que alguien me recuerde porqué sigo aquí —dijo en voz tan baja que solo Karin lo escuchó. 

—Solo encárgate de seguir viviendo, idiota —masculló la pelirroja con algo de burla en el rostro, camuflando con ello el temor que también sentía. Los chakras que emanaban del interior de la construcción que los guerreros protegían, eran uno más grande que el otro y uno de ellos incluso era tan intenso que se podía confundir con el de un Jinchuriki.

—Es lo más lindo que me has dicho —Sonrió con fingida emoción—. Creo que no eres tan loca como creí, Karin. 

—Concéntrense —Adelantó el pelinaranja liberando su modo sennin—. Ahí vienen. 

Para cuando Taka decidió atacar, los samuráis se habían multiplicado. Sasuke no dudó. Nunca dudaba. Se alejó de Yumi luego de dedicarle una última mirada que pudo significar todo o tal vez nada —con él nunca se sabía con exactitud— y empezó a pelear con su elemento rayo. 

La luz azulina que desprendía su chakra era mortífera. No tenía miramientos para con nadie. Cada uno de esos guerreros tenía una historia detrás, no eran de metal, pero a él no parecía interesarle. Cortaba a diestra y siniestra con inexpresividad. La sangre brotaba de los trajes de hierro dejando charcos carmines a su paso, en las paredes, en las columnas, sobre su traje y su rostro... Era demasiado. 

Si por ella fuera nunca habría sido una ninja. No le gustaba. Era una tarea demasiado dura. Pero años y años de práctica le habían enseñado que no todo le iba a terminar gustando y no iba a ser necesariamente mala por ello. Al contrario, podía ser brillante como kunoichi. Podía ser letal como Sasuke. Fría como su mirada. Impasible como el rayo que traspasaba cuerpos. Pero no estaba en su esencia. No era así. 

Una inhalación fue todo lo que necesitó para que sus orbes oscuros cambien al dorado y un círculo que representaba el sol cubriendo la luna, identificado como sus iris usualmente negros, aparezcan. El dojutsu del eclipse, así lo llamaban antiguamente. El dojutsu del sol y la luna, tatuado en su piel, a un lado del cuello, el de un circunferencia con una nueva luna en tinta negra sobre este, volvería a hacer su aparición en el mundo shinobi. 

Kimi ga suki | Tú me gustasWhere stories live. Discover now