—Eso estuvo fuera de lugar, Val —le digo.

Ella toma el café entre sus manos, suspira y desvía la mirada mirando el vaivén de gente desconocida que circula por la estación.

—A estas alturas de la vida me da igual —se encoge de hombros—, reconozco que me dolió un poco porque quizá sí lo hubiese intentado con él. Pero me quedó claro que él no me veía como nada más que un rollo. Y si no pasó fue porque la vida no quiso así que ya está.

—Si me lo hubieses contado le habría dicho cuatro cosas a mi hermano —le aseguro—. Mira que lo quiero a morir, pero alguien tiene que bajarle los humos de vez en cuando.

Valeria sonríe ligeramente

—Quizá me daba miedo que te pusieras de su parte, ¿sabes? —se sincera—. A veces da la impresión de que soy un bloque de hielo, incluso yo misma me lo he llegado a creer, pero en realidad las cosas me afectan más de lo que me gustaría.

Tengo la teoría de que las personas que aparentan estar felices siempre y se muestran fuertes todo el tiempo son en realidad las que peor lo pasan. Dejan que creas que son de una manera determinada y luego descubres que estabas equivocada. Y yo valoro muchísimo que confíe en mí lo suficiente para hablarme de las cosas que le afectan y le duelen. Quizá esto explica por qué se muestra tan cerrada a tener una relación, alguien le hizo creer que no es "suficiente" y ella se lo ha creído.

Con esto no quiero decir que mi hermano tenga la culpa, es cierto que no es la primera vez que le hacen comentarios así, pero jamás la había visto tan dolida al sacar el tema.

Esto me hace reflexionar sobre el impacto que pueden tener nuestros comentarios en otras personas. Quizá algo que decimos como una simple gracia a alguien se le puede quedar clavado. Y lo peor es que nosotros no somos conscientes del dolor que causamos porque ni siquiera lo recordamos, lo olvidamos y seguimos con nuestra vida.

—A mí me parece muy valiente que después de eso nunca dejaras de hablarme ni de venir a casa —le confieso.

—¿Y quedarme sin mejor amiga? —eleva las cejas como si no considerara esa posibilidad—. Jamás —afirma, haciéndonos sonreír.

Terminamos de desayunar y nos dirigimos al control de seguridad.

Cuando estamos acomodadas en nuestros asientos del tren Val saca sus cascos, nos colocamos un auricular cada una y ponemos la playlist compartida que tenemos en Spotify. El viaje se hace más corto de lo previsto porque me quedo dormida, sólo sé que en un momento determinado Val me despierta con delicadeza diciéndome que tenemos que bajarnos del tren.

Camino medio adormilada por las calles hasta que llegamos al hotel donde vamos a hospedarnos el fin de semana. Dejo la maleta en la recepción mientras Valeria se encarga del registro y me las ingenio para encontrar el baño.

Me hago una trenza rápida y me lavo la cara para despertarme. Cuando creo que tengo un aspecto decente salgo de nuevo al pasillo con tan mala suerte de que me choco con alguien y del impacto casi me caigo al suelo.

Menos mal que la persona es tan amable de agarrarme por los hombros.

Levanto la mirada para encarar a la persona que por poco me mata y mi expresión se transforma en cuestión de segundos.

—Veo que no perdemos las viejas costumbres —Pablo es el primero en hablar.

Sus ojos miel me examinan con precaución mientras proceso lo que está pasando. Parpadeo varias veces tratando de asegurarme de que no es una broma de mal gusto y Pablo está de verdad parado frente a mí. En cuanto consigo reaccionar me separo y paso por su lado sin mediar palabra.

Atrévete ConmigoWhere stories live. Discover now