Capítulo 24

7.7K 484 47
                                    

Andrea

—¡Por fin, chavales! ―exclama Adri, adentrándose en el que sería nuestro apartamento durante la semana del festival.

Resulta que nuestro apartamento está a hora y media en coche del lugar donde se celebra el festival. Y como comprenderéis, nadie está dispuesto a hacer de chófer porque eso implica no beber nada de alcohol, así que todos estuvimos de acuerdo en alquilar un ático para pasar la semana.

¿Podríamos haber elegido la acampada? Sí.

¿Quisimos? No.

La verdad es que estuvimos debatiendo si hacer acampada, la idea de llevarnos la experiencia completa era tentadora. Todo cambió cuando Adri dijo que podía conseguirnos un apartamento al lado del recinto, estaba claro que él no quería dormir en una tienda de campaña, y no le costó mucho convencernos de pagar un poco más a cambio de tener habitaciones propias y ducha.

Evidentemente, accedimos.

Y aquí estamos

―Sigo asimilando lo poco que pagamos para lo increíble que es esto ―comenta David, dando vueltas por el apartamento.

—Y para la ubicación que tiene —concuerda Valeria alegremente, volviendo de inspeccionar la terraza.

Ambos se miran durante breves segundos y asienten, dándose la razón mutuamente.

Los demás estamos amontonados con las maletas en el salón comedor, pero eso no nos impide apreciar lo grande y bonito que es el ático.

―¿Soy genial o no? ―sonríe Adri, caminando hacia la cocina—. Ventajas de conocer al propietario.

Nuestro amigo vuelve con un vaso de agua y, tras darle un sorbo, lo deja sobre la mesita. Entonces nos mira y se frota las manos.

—Bien, ahora toca la parte complicada ―comienza—, el reparto de habitaciones. Hay dos habitaciones con cama de matrimonio, una con literas y el sofá cama.

Todos nos miramos entre nosotros, está claro que esto va a ser una batalla campal por las camas matrimoniales.

―¿Y a qué esperamos para echarlo a suertes? ―pregunta Val, emocionada.

No creo que sea necesario decir que soy bastante competitiva, quizá un poco caprichosa también.

Quiero, más bien necesito que una de esas habitaciones sea mía

―No es por nada, pero ¿sabéis lo que os digo? ―miro a mis amigos con una gran sonrisa.

―Ni se te ocurra hacer lo que creo que vas a hacer ―me advierte Val, previendo mi siguiente movimiento.

Diría que lo siento, pero no lo siento en absoluto.

Como dirían mis hermanos cuando me enfado porque desaparece mi comida: el que no corre, vuela

―¡Una de esas camas de matrimonio es mía! ―grito, al mismo tiempo que empiezo a correr por el pasillo.

Al parecer el universo y la suerte están de mi lado. De casualidad, doy con una de las habitaciones y cierro antes de que Val me haga un placaje de los suyos.

Jaque mate amigos

―¡Andrea abre la puerta! ―me exige la rubia, golpeando la puerta.

―¿Te he dicho alguna vez lo molesto que es que me conozcas tan bien? ―le digo, tirándome sobre la cama.

Y menudo colchón madre mía, tengo que dormir aquí cueste lo que cueste.

―Te jodes ―me responde.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora