Capítulo 39

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Andrea

Me levanto con una sonrisa desde el momento que suena la alarma, madrugar no es un problema cuando se trata de viajar.

¿No os pone felices?

A mí me parece emocionante, tengo muchas ganas de visitar otra ciudad para salir un poco de la monotonía. Desde que volví a Madrid me perdí en la rutina y me apetece disfrutar. Por eso he decidido no pensar demasiado en los motivos por los que nos desplazamos y centrarme en pasar un buen fin de semana con mi amiga.

Valeria y yo nos preparamos, terminamos de guardar cosas en la maleta y, tras cerrarla, bajamos a avisar a mi familia para suplicar que un alma caritativa nos acerque a la estación de tren de Atocha. Por suerte, mi madre está despierta y se ofrece encantada a llevarnos.

En el trayecto aprovecho para enviarle un mensaje a Lucas diciéndole que me avise cuando se despierte y que me avise cuando llegue a Galicia para encontrarnos con él y sus amigos. Cuando llegamos a la estación, antes de bajar del coche, le doy un beso a mi madre a modo de agradecimiento y le aseguro que tendrá noticias nuestras para que esté tranquila.

—¿Dónde desayunamos? —pregunta Valeria, sopesando las opciones.

Recorro la estación con la mirada y señalo una cafetería que no parece demasiado cara. No hay mucha gente así que elegimos la primera mesa vacía que encontramos y nos sentamos. Nos atienden al instante, pedimos a la camarera con una sonrisa y cuando se va, Valeria centra su mirada verdosa en mí.

—¿Qué se siente al saber que tu hermano, tu novio y el pesado de turno compiten en el mismo circuito? —pregunta mi amiga, apoyando los brazos sobre la mesa—. Tiene que ser súper emocionante.

—Con pesado de turno supongo que te refieres a Álex —digo, ella asiente como si fuese obvio—, y Pablo no es mi novio —corrijo al instante.

—Lo que sea. ¿No estás nerviosa? —dice restándole importancia—. Va a ser una competición intensa y muy reñida, tía. ¿Quién ganará? —añade—, yo tengo un claro favorito pero si te digo quien es no te va a gustar.

Justo cuando voy a responder, la camarera vuelve con nuestro desayuno. Nos pide que paguemos y cuando vuelve a irse le digo a Val:

—¿Por qué no mejor hablamos de tu romance secreto con mi hermano? —decido cambiar de tema.

No me apetece hablar de cierta persona, y menos a primera hora de la mañana.

—No lo vas a dejar estar, eh —sonríe Valeria haciéndose la interesante.

—Si te estás muriendo por hablar de ello, anda —le digo—, lo que no sé es como has aguantado tanto tiempo sin contármelo. ¿Acaso se lo contaste a las otras, traidora? —bromeo, mencionando a nuestras antiguas amigas.

Para mi sorpresa, la rubia niega lentamente con la cabeza.

—Se quedó entre los dos —asegura—. No vamos a darle más importancia de la que tiene, simplemente nos atraíamos y un día que nos quedamos a solas nos besamos. Luego tu maravilloso hermano me recordó que yo no tenía madera de novia y cada uno siguió su camino.

Me quedo perpleja al escucharla.

¿Que mi hermano le dijo qué?

—No era la primera vez que me lo decían, y tampoco dijo nada que no sea verdad —añade mi amiga al ver la cara de estupefacción que se me ha quedado—. Tú mejor que nadie sabes que esas cosas del compromiso no me van.

Sí, lo sé y tú también lo sabes

Todos los que conocemos a Valeria sabemos que ella no se compromete con nadie más que con ella misma. Pero eso no es motivo para que mi hermano le diga que no tiene madera de novia porque estoy convencida de que cuando encuentre a la persona correcta se lo replanteará.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora