Capítulo 18

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Andrea

Ver el amanecer en la playa, cumplido.

Claro que no todo puede ser perfecto, porque minutos más tarde Pablo me carga sobre sus hombros y se dirige al mar.

―¡No, no! ¡Para! Ni se te ocurra tirarme al agua ―grito en los hombros de Pablo―. ¡Bájame!

―A tus órdenes ―sonríe ampliamente antes de dejarme caer al agua.

Está helada, joder

―No te estoy creyendo ―le digo, una vez que salgo del agua—. Dime que esto no es real y me lo estoy imaginando ―cierro los ojos, relajándome.

―Me has pedido que te baje y eso he hecho ―sonríe, percibo el tono de burla en su voz y mis ganas de llegar a él y estrangularlo aumentan.

—¡Serás idiota! ―grito, salpicándole.

Pablo empieza a reírse a carcajadas. Desvío la mirada y me cruzo de brazos para ocultar que en el fondo me divierte la situación.

―Venga, no te enfades conmigo ―hace un puchero, y camina en mi dirección.

―Déjame en paz ―le aparto con las manos cuando llega hasta mí.

Se ríe levemente y me da un beso en la frente.

¿Puede no hacer estas cosas? Así es imposible mantener la compostura y ahora quiero estar enfadada.

―Estás muy guapa enfadada, nena ―añade, acariciando mi larga melena.

Es un caso perdido, mi sonrisa se amplía a pesar de mis esfuerzos para contenerla. Pablo sonríe al ver que ha ganado esta pequeña batalla.

―Cállate, intento estar enfadada ―murmuro sobre su pecho—. Y deja de sonreír así —añado.

Al ser primera hora de la mañana hay muy pocas personas en la playa. Están los típicos que tienen la energía suficiente para salir a correr o los que prefieren pasear tranquilamente antes de que el sol pegue fuerte y todo el mundo llene la playa con sombrillas.

Nos dedicamos a hacernos ahogadillas, carreras hasta las boyas y a practicar saltos en el agua. Cuando empieza a llegar la gente y el sol ya calienta, decidimos salir del agua. Nos cambiamos y recogemos nuestras cosas. Veo de reojo que Pablo mira la pantalla del móvil y suspira, antes de guardárselo en el bolsillo.

―Tengo que llevar a mi prima a un sitio ―me cuenta, al notar mi mirada—. Te invitaría pero no creo que quieras ir.

―No te lo tomes a mal, pero no me apetece estar con alguien que se dedica a sacar a relucir mis defectos ―me excuso.

Elisa y yo no conectamos y eso es un hecho.

―Tiene un carácter complicado ―me dice—. Sé que a veces se pasa de la raya criticando a los demás, pero tiene buen fondo.

Lo que he visto de ella por ahora no me gusta. Dejando de lado sus críticas hacia mi persona, que no me importan lo más mínimo, la realidad es que trata de interponerse entre mi primo y mi amiga y no me gusta.

No puedo hacer la vista gorda con eso.

Y, como no quiero discutir con el castaño porque sé que Elisa es su familia, decido guardarme mi opinión para mí misma.

Empiezo a caminar hacia el paseo asfaltado para ponerme mis sandalias. Pablo se posiciona a mi lado y analiza mi expresión.

―¿A dónde vas? ―pregunta confuso.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora