Capítulo 30

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Andrea

Dos semanas, dos semanas... eso es lo único en que puedo pensar.

―Para de darle vueltas, Andrea ―me regaña Val—. Incluso yo puedo escuchar tus pensamientos.

―Imposible ―suspiro, girando sobre la cama para mirar a Val, que me observa con una mirada reprobatoria negando con la cabeza.

―Lo que tienes que hacer ahora es disfrutar, no merece la pena que te estés comiendo la cabeza ―se apoya ligeramente sobre un codo, inclinada hacia mí.

¿Cómo no voy a darle vueltas al tema si Pablo ha sido de lo mejor que me llevo este verano? Me gustaría darle a un botón de apagado en mi mente para dejar de pensar, pero eso por desgracia es imposible así que tengo que vivir con ello.

―¿Por qué no puede vivir en Madrid? ¿Por qué a tantos kilómetros? ―inquiero, enfadada—. Menuda puntería tengo.

―Cariño hace un mes y medio ni sabías de su existencia —me dice Val—. Estas cosas no se eligen, simplemente pasan. Uno se enamora cuando menos se lo espera y donde menos se lo espera y en tu caso, ha sido aquí en Valencia ―añade.

Ahogo un grito de frustración en la almohada y luego la lanzo contra la pared.

—Es pronto para decir que estoy enamorada...—suspiro.

—Vale, pues te gusta mucho —corrige—. Otra cosa no, pero ha sido todo muy intenso.

—Sí...-suspiro—, menudo lío.

―Venga vamos a hacer algo para animarnos ―sonríe con complicidad—. He oído que se organiza una fiesta privada cerca de aquí —me cuenta, captando mi atención y consiguiendo, como siempre, hacer que desconecte un poco.

―¿De quién? ―pregunto, y ella me sonríe.

―¿A quién le importa? Sea quien sea nos colaremos ―me dice con obviedad mientras se encoge de hombros-. Si vamos todos será un canteo, así que hay que ver como organizarlo -permanece pensativa.

Estoy tan centrada en mis cosas que ni siquiera me he acordado de nuestros maravillosos amigos.

―A ver, Sofía comentó que pasaría el día con Álvaro y Paula más de lo mismo con Rubén ―le recuerdo yo—. Eso nos da vía libre, además, ¿quién necesita a los chicos pudiendo tener noche de chicas? —Val me mira, arqueando una ceja.

Valeria se muerde el labio inferior y eleva una ceja.

—¿Sugieres una salida de las nuestras como en los viejos tiempos? ―pregunta emocionada y yo asiento sin pensarlo—. Me encanta como piensas. No se hable más, hoy es noche de chicas. ―añade levantándose de la cama de un salto para irse a su habitación.

No sabíamos muy bien cómo vestir para la ocasión, así que optamos por un estilo bastante informal para no llamar demasiado la atención y pasar desapercibidas.

Casi se me desencaja la mandíbula cuando el google maps nos indica que la fiesta es en un yate y vemos a la gente vestida de etiqueta. Parpadeo varias veces y le doy un codazo a Val, que tiene los ojos abiertos como platos.

—No mencionaste nada de colarnos en un yate —comento, observando el vaivén de gente.

—Eso es porque no lo sabía —me susurra de vuelta—. ¿No te parece una pasada? —se le ilumina la mirada.

—Estás de coña —le digo cuando veo que está dispuesta a todo.

―Vamos, acabo de recordar algo ―me agarra del brazo y tira de mí hacia la cola.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora