Capítulo 28

6.8K 421 32
                                    

Pablo

Las cosas entre Andrea y yo están bastante tensas, desde que supo quién era Laura realmente, su actitud cambió.

Sus respuestas a lo largo del día son secas y evita estar conmigo la mayoría del tiempo. He intentado interceptarla en varias ocasiones para hablar las cosas, pero no hay manera, es demasiado escurridiza cuando quiere.

Mi paciencia se acaba en el momento en que intento entablar una conversación con ella mientras recogemos nuestras cosas y se limita a responderme con monosílabos.

―¿Me puedes decir qué te pasa? ―le pregunto.

Logro captar su atención porque levanta la mirada de la maleta y me observa con detenimiento. Tras unos segundos, arroja varias cosas dentro y contesta:

―No me pasa nada.

La incomodidad se hace presente entre estas cuatro pareces y mientras, Andrea prefiere fingir que no pasa nada. Soy consciente de que intenta evitar la conversación trata de disimular sus nervios concentrando su atención en doblar tops, pantalones y colocar neceseres.

—Oye si es por Laura...—comento con tranquilidad.

—No me apetece hablar, ¿podemos seguir en silencio?

Alzo las cejas ante su contestación, pero no me doy por vencido.

—Sólo digo que...

—¿Podemos dejar el tema? —me interrumpe.

—Sólo quiero solucionarlo —suspiro con cansancio.

—Bueno pues a mí ahora mismo no me apetece, ¿vale? —vuelve a levantar la mirada y se cruza de brazos—. Ni tú ni Laura sois el centro del universo, fin del asunto joder —añade de mala gana.

Aprieto la mandíbula porque no entiendo a qué vienen sus contestaciones secas y cortantes. Por desgracia no soy adivino, ni tampoco he desarrollado el super poder de leer mentes, así que me gustaría saber en qué momento me he perdido y hemos acabado así.

—Estás siendo demasiado insistente, te he dicho por activa y por pasiva que no quiero hablar. ¿Te lo tengo que repetir otra vez o qué? —añade, mirándome con total seriedad—. No sé, chico, vete a dar un paseo o algo si no puedes soportar el silencio.

Veo que tiene intención de continuar diciendo cosas sin sentido así que la detengo antes de que lo haga.

―Vale, para ―le pido.

Veo el rumbo que va a tomar la conversación y decido pararlo para no tener que arrepentirnos después. En otras circunstancias habría entrado a la discusión sin dudar, pero no quiero que esto se convierta en una carnicería a ver quien le dice al otro el comentario más hiriente.

Por lo menos no con ella porque me importa

Y la experiencia me dice que cuando estás cabreado dices todo lo que se te pasa por la cabeza, sin filtros. Y hay cosas que duelen, se te clavan y que son difíciles de perdonar después.

Cierro los ojos un segundo intentando calmarme y pensar con cabeza. Los abro y me encuentro con sus ojos azules, veo confusión en su mirada y también que hay algo que no me ha dicho, algo que de verdad le atormenta.

Necesito que me lo diga para intentar entenderla.

―Esto tiene un trasfondo, ¿verdad? ―le pregunto. Andrea se tensa inmediatamente y no me hace falta más, sólo ver su reacción para confirmar mi teoría.

Desvía la mirada hacia la ventana y parpadea varias veces intentando aguantar las lágrimas.

―Joder no quiero ponerme a llorar ―suspira con pesar, dando paso a la tristeza.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora