Capítulo 36:

1.5K 135 5
                                    

«Yo solía vivir en una ciudad pequeña, pero luego a mi padre le ofrecieron trabajo en una muy grande y aceptó. Era una buena chica, en todos los sentidos hasta que las circunstancias me obligaron a ser todo lo contrario. Vestía de rosado y ahora solo conozco el color negro. Quería ser la mejor bailarina de ballet del mundo y ahora, tendré suerte si consigo volver a caminar alguna vez...

La vida se encargó de quitarme lo que más amaba, me arrebató mis sueños, dejándome en un agujero del que no sé si pueda o quiera salir.

Yo solía ser Marina Ross, ahora ni siquiera tengo una idea de quién es ella o en qué se ha convertido.

Solo te puedo decir una cosa, cuando sientas que todo es demasiado perfecto, debes empezar a preocuparte y a preparar la caída. La vida necesita un equilibrio y no puedes esperar tener un final feliz si no has sufrido aunque sea un poco en el camino.»

Me recomendaron que escribiera cómo me sentía, que si no quería hablar con nadie, al menos escribiera en el computador o en un diario lo que pasaba por mi cabeza y así no terminar explotando algún día. Los primeros días, tiraba los diarios que mamá me dejaba encima de la cama y a punto estuve también de lanzar el computador a la mierda pero mi hermana advirtió mis intenciones y lo alejó de mí.

—No seas idiota que luego cuando te arrepientas no te van a comprar otro —dijo tan amable como suele ser.

Luego de pasar dos semanas en cautiverio, sin querer saber nada de nadie, comencé a comprender que tal vez escribirlo no sería una mala idea. Después de todo, solo yo sabría lo que escribiría y así fue cómo empecé.

Resumiendo todo lo que pasó el último mes, encontré a papá con su secretaria en la cama, salí corriendo y una camioneta me pasó por encima, me lesioné la columna vertebral a nivel lumbar, desperté después de cinco días sin poder mover las piernas y con mi sueño de toda la vida, hecho pedazos. ¿Fue un buen resumen? Yo creo que sí, pero no termina ahí.

Apenas los médicos comprobaron que no tenía ninguna otra lesión a nivel cerebral o algo así, comenzaron a enseñarnos las opciones que tenían y aunque todos estaban esperanzados, a mí ya no me importaban. Todas las opciones terminaban en un «si es que llegara a funcionar...» y eso a mí me dejaba igual que antes. Para mí las cosas son simples, o es rosado o es negro, no existen matices y esta vez, todo lo que puedo ver en mi futuro es de color negro.

Así que cuando dijeron que la mejor opción era una intervención quirúrgica, le dije a mamá que tomara la decisión. Deseando que tal vez algo saliera mal y nunca saliera de la anestesia, por más egoísta que suene eso. Y mamá dijo que sí, que intentaran todo lo posible por «su niña», o sea yo, volviera a ser la de antes mientras los médicos intercambiaban una mirada y luego la miraban a ella con cara de pena como si quisieran decir «Señora, no somos Dios. Lo siento».

La cirugía duró varias horas pero finalmente volví a abrir mis ojos y en el post-operatorio, a la primera persona que vi fue a mamá con sus ojos llenos de lágrimas y un rosario entre sus manos. Eso me sorprendió, ya que mi mamá no es de las que rezan pero supongo que por sus hijos estaba dispuesta hacerlo. Por los efectos de la anestesia y los medicamentos para el dolor, pasé una buena noche pero cuando comenzó a disminuir su efecto, puedo decir que nunca había sentido un dolor más grande. Además, cuando intenté volver a mover las piernas, estas no respondieron nuevamente. Todo fue inútil.

—Debe tener paciencia, señorita Marina —me consoló una enfermera amable durante la tercera noche cuando me encontraba sola y me encontró llorando—. Esto no es automático, no es magia. Los huesos tardan en sanar bien de tres a cuatro meses luego de la cirugía y la cicatrización puede tardar hasta un año, aunque su lesión fue pequeña no deja de ser importante. Sé que esto no es fácil, pero va a tener que ser paciente, puede que no lo crea ahora pero ha tenido suerte.

No me llames princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora