Capítulo 40

1.5K 116 4
                                    


Por la mañana, desperté con un intenso dolor de cabeza, supongo que se debía al llanto histérico que tuve la noche anterior. Miré hacia mi lado y sonreí cuando vi a Sebastián rodeándome todavía con sus brazos, estaba profundamente dormido por lo que me quedé observándolo durante bastante tiempo como una acosadora, porque seamos sinceros, no podía ir a ningún lado.

No sé si lo que lo despertó fue sentirse observado u otra cosa pero abrió los ojos con dificultad, como si le costara adaptarse a la luz y quisiera quedarse para siempre en el mundo del sueño. Luego, se desperezó y me miró con una sonrisa ladeada.

—Esto no estaba cuando me dormí —apuntó hacia las dos mantas que nos están cubriendo.

—Debe haber sido mamá —me encogíde hombros y después desvié la mirada hacia el velador en el que todavía estaba la botella de espumante semi vacía—. Mierda. Creo que nos ha descubierto.

—¿Estás mejor?

—Todavía no puedo caminar pero sí, estoy mejor que anoche.

—Vamos de a poco.

—Gracias —susurré y él hizo un ademán con la mano como si no fuera nada, así que nigué con la cabeza—. No, de verdad gracias. No podría haber superado nada sin ti, la crisis de ayer me hubiese destruido, por favor no me dejes solo nunca más ni aunque te lo pida.

—No te dejaré sola, aunque me vuelvas a gritar que lo haga, lo prometo. De todos modos, claro que puedes superar las cosas sin mí, eres una chica muy fuerte y no necesitas de mí, soy yo el que necesita de ti así que por favor tú también prométeme que no me volverás a alejar.

—Creo que ahora eres tú el que está diciendo tonterías, pero está bien, te lo prometo. No voy a besarte ni nada porque acabo de despertar y ni siquiera me he lavado los dientes.

—Me da igual.

—A mí no.

Se rió y yo me aferré una vez más a él. Nos quedamos así durante un buen rato hasta que escuchamos que alguien golpeó la puerta y al segundo, entró un torbellino de casi tres años corriendo, subió a la cama con una agilidad que envidié y se acomodó entre los dos.

—Hola, bebé —saludé con una sonrisa radiante y besé su frente, después de todo, nunca es malo estar rodeada por los dos hombres que más amo en la vida.

—Hola, tía.

—¿Y para mí no hay saludo? —preguntó Bash, fingiendo estar ofendido y poniendo la mejilla para que nuestro sobrino le diera un beso de saludo.

—Hola, tío Bazzzzz —el apodo de mi novio sonaba muy divertido de los labios de Caleb porque todavía no era capaz de pronunciar la s y la h juntas sin dificultad.

Finalmente, besó la mejilla de Bash y yo también le exigí que besara la mía antes de que nos pidiera el control remoto y encendiera la televisión para vez quizá qué dibujos animados. Con Sebastián nos miramos divertidos. ¡Qué despertar más romántico! Pero de todos modos, no podría haber deseado algo más perfecto en ese momento que más los necesitaba, después de todo, eran ellos los que me devolvían las ganas de vivir y seguir adelante que tanto había perdido unos meses atrás.

***

El tiempo comenzó a pasar un poco más rápido, una vez que dejé de centrarme solo en lo negativo y me obligué a ver las cosas con un poco más de optimismo. Con los días, comencé a normalizar un poco más toda mi rutina, iba al centro de rehabilitación lunes, miércoles y viernes, Bash me acompañaba cada vez que podía y cuando no, pasaba a verme a casa luego de que terminara su jornada laboral.

No me llames princesaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora