Capítulo 13

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Marzo, 2010

Primera semana de clases, reencuentro con mis amigas y mi novio, que sí, seguía siendo Fernando. Nos habíamos arreglado unas semanas después de lo que pasó en casa de Serena, luego de ese día evité lo más posible ir a ese lugar ya que no quería encontrarme con su hermano. Sebastián sabía muy bien que había estado llorando por él y no quería verlo después de eso, me odiaba a mí misma por haberme mostrado tan débil ante él y ni siquiera entender la razón por la que lo hice.

Ese día habíamos salido antes de clases, así que con las chicas nos fuimos a fumar por algún lado que ya ni siquiera recuerdo. Fui la primera en irme de ahí ya que estaba cansada y deprimida ya que ni siquiera iría a mi clase de ballet debido a los malditos dolores menstruales que no me dejaban ni caminar tranquila y mucho menos bailar.

Pasé a la cocina a buscar una manzana y me fui a mi habitación, planeaba dormir toda la tarde como un bebé pero como siempre, mis planes no se pudieron concretar ya que escuché ruidos en el baño. Al principio eso me dio un gran susto y ne pareció bastante extraño ya que a esa hora no debería haber nadie así que apoyé la cabeza en la puerta para ver si escuchaba algo y definitivamente esos eran sonidos de vómitos. Luego escuché el quejido de mi hermana y me decidí a tocar la puerta pero nadie contesto.

—Gabby ya sé que estás ahí.

—¡Ándate! —su voz sonaba tan destrozada que me preocupé aun más, jamás la había escuchado así—. Déjame sola.

—No, quiero saber qué te pasa.

—Por favor —lanza una risa seca—, nunca te ha preocupado lo que me pasa, ¿por qué empezar ahora? Déjame en paz, ¿sí?

Abrí la puerta sin importarme que me lanzara algo en su enojo y aguanté que me fulminara con la mirada vidriosa, sus mejillas estaban llenas de lágrimas provocando que mi corazón se encogiera. Esta chica podía ser un verdadero dolor de cabeza y podíamos llevarnos horrible pero aun así, me pone mal y me sigo poniendo mal cada vez que está triste porque no lo merece, nadie lo merece.

—Porque aunque peleemos, sigues siendo mi hermana y me preocupa si estás enferma.

—No estoy enferma...

No completó la frase porque volvió a expulsar todo lo que había en su cuerpo, no pensé ni un segundo en sujetarle el cabello para que no se ensuciara aunque ya fuera tarde y hacerle un poco de cariño en la espalda. Fue ahí cuando comencé a unir cosas, esta no era la primera vez que la escuchaba vomitar, lo había dejado pasar porque no creí que fuera importante pero ahora sé que lo es. Sus cambios de humor, que casi no fuera insoportable conmigo esas últimas semanas y que discutiera con mi hermano hasta el punto de llegar a llorar y Gabby no era de las personas que lloraba en frente de la gente. Al igual que yo, no quería mostrarse débil ante nadie.

—Oh por Dios —susurré un poco paralizada por mi descubrimiento. No podía ser cierto.

—¿Qué? —preguntó sentándose en el piso apoyada en la pared, agotada. Le pasé un paño húmedo y me ubiqué a su lado mirando hacia un punto inexistente por la impresión.

—Estás embarazada.

—¿De qué mierda estás hablando? —se intenta levantar de golpe, molesta pero está tan débil que vuelve a la posición en la que estaba.

—No te hagas la desentendida, no es la primera vez que te escucho vomitar y ni sueñes con venderme el cuento de la bulimia porque no te lo creeré, eres demasiado inteligente y segura de ti misma como para dejar que el deseo de un cuerpo perfecto te controle.

No me llames princesaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu