Capítulo 25

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Debí haber sospechado desde el principio que no sería una buena noche. La tormenta debería haber sido un mal presagio más que un aliado. El viento no daba descanso, la lluvia caía pesada sobre nuestros hombros y mis botas ya se habían hundido en suficiente lodo como para que me salpicara hasta mis rodillas. Todo era oscuridad a nuestro alrededor, a pesar de los eventuales rayos que iluminaban el cielo por menos de una fracción de segundo.

—Si de pronto sientes mucha estática, debes echarte al suelo —dijo Jack a mi lado—. Significa que un rayo podría caer cerca.

Quería creer que no tendría tanta mala suerte como para ser alcanzada por un rayo, sería muy triste morir antes de siquiera comenzada la misión. John nos había dejado a poco más de un kilómetro del perímetro, lo cual no se hubiera diferenciado de ningún otro caso de no ser por el clima. Había sido un viaje extraño, con John y Mimiko sentados adelante, tan cómodos en su silencio e incómodos por la presencia de Jack y mía atrás. A veces intercambiarían unas pocas palabras en japonés, algo corto y frío, pero John había reído al escuchar a Mimiko decir algo, y él había sonado tan sincero y jovial, como si fueran una pareja más a pesar de estar en la previa a un asalto.

—Realmente no hay nada en los alrededores de Sandbach —comenté mientras seguíamos avanzando.

—Te lo dije, debe ser el lugar más aburrido de Inglaterra —respondió Jack guiando el camino—. Una tortura para crecer aquí. En el mejor de los casos, podías escaparte, correr los cinco kilómetros hasta la estancia más cerca y meterte en una fiesta de casamiento.

—¿Eso era lo que hacías de niño? —pregunté con diversión.

—Nunca me gustó estar en casa, Bright. Me fijaba en el periódico local cuándo habría un casamiento, y me escapaba para ir. Tendría comida gratis y podría pretender ser otra persona, mentía sobre ser hijo de un invitado. A veces casi creía que era otra persona.

—¿Siempre mentiste en cuanto a tu identidad?

—Solo cuando no me gustaban mis días —dijo Jack y sonrió al mirarme sobre su hombro—. Me gusta mi vida ahora, no mentiría sobre quién soy.

Fue algo lindo de oír. Mantuve mi vista en el suelo para asegurarme de no tropezarme con nada, apenas siendo capaz de ocultar mi sonrisa. En la absoluta oscuridad de la tormenta ni siquiera podía ver mis propios pies. Si no fuera por la lluvia cayendo sobre su silueta, estaba segura que ni siquiera podría ver a Jack considerando que ambos estábamos completamente vestidos de negro.

Me gustaría decir que la travesía en medio de una tormenta eléctrica fue lo peor, no lo fue. La autopista principal con su poca iluminación había quedado por mucho atrás. El camino de tierra era sinuoso, totalmente a oscuras, y el clima hacía que el avance resultara tortuosamente lento. Pensé que jamás llegaríamos, de no ser por el momento en que Jack me dijo que me echara al suelo al igual que él.

—¿Y ahora qué? —susurré.

—Estamos a menos de cincuenta metros del perímetro, es mejor avanzar a rastras para evitar cualquier posible avistamiento.

Siendo sincera, no era capaz de ver más allá de tres metros delante de mí y dudaba que alguien pudiera vernos, pero Jack definitivamente conocía mejor el terreno. Lo seguí, ignorando el modo en que el lodo se pegaba a mi sobretodo y sucias gotas salpicaban mi rostro. En una ocasión me detuve para poder ver el reloj en mi muñeca, las manecillas brillando en medio de la oscuridad marcando que todavía faltaban once minutos para el apagón total.

Para el momento en que las puntas de mis dedos tocaron piedra, casi podía vislumbrar la luz más allá. Un rayo iluminó el cielo en ese instante para mostrar que habíamos alcanzado el perímetro de la casa, la reja encima brillando con sus afiladas puntas. Sí, definitivamente un paso en falso y saltar del otro lado implicaría una muerte inminente. Sin contar el letal electrificado.

Phoenix (Pandora #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora