Capítulo 19

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El baño fue una tortura, y no solo por el hecho de que fuera la abuela quien me ayudara a limpiarme mientras murmuraba cosas sobre cómo los hombres subestimaban la resistencia de una mujer. Mi cuerpo apenas estaba respondiendo como para levantar los brazos cuando ella me lo indicaba para fregarme la piel. Los hematomas ya habían comenzado a formarse en todas partes, y dolían peor que cualquier otra cosa que hubiera experimentado en mi corta vida de agente. Y eso era mucho decir.

El agua fría era una tortura, el agua caliente todavía peor, y la abuela fregaba como si fuera una noche ideal para hacer una limpieza de cutis. Para el momento en que me dejó libre y me dio una bata, no sabía cuánto de mi piel estaba enrojecida debido a la pelea o al trato reciente. Prácticamente me arrastré de regreso a mi habitación, mis músculos no sentían nada a esta altura.

Mamá me estaba esperando dentro, sentada en el borde de mi cama. Se puso de pie enseguida al verme, pero no dijo nada. Mantuvo su semblante de negocios a pesar de que el dolor era evidente en sus ojos. Pretendí que esta era como cualquier otra vez que regresaba de una pelea de box, solo unos golpes menores que desaparecerían de aquí a una semana y nada que una capa de maquillaje no pudiera ocultar. Ella no parecía para nada convencida.

Me senté en el tocador al no poder aguantar mucho más de pie. Mamá no me dejó hacer nada. Se adelantó al coger el cepillo y comenzar a desenredar mi cabello. Suspiré con desgana al ser consciente del desastre que era. Me fijé en mi reflejo queriendo creer que las oscuras marcas alrededor de mi cuello eran en realidad algún tipo de collar. Mi garganta dolía por la presión sufrida. Mi mandíbula y parte de mi mejilla estaban violetas, mi labio partido. Esto estaría difícil de disimular con simple maquillaje.

—¿Será siempre así? —preguntó mamá intentando mantener su voz de trabajo.

—Admito que esta fue la peor hasta ahora —respondí—. Pero sí, suele haber peleas.

—Entonces aprende a defenderte mejor.

—Eso estoy haciendo.

—Bien —dijo ella y resopló—. Eres una Stonem, y los Stonem siempre regresamos más fuertes. ¿Lo golpeaste?

—Vencí.

—¿Y le has dejado un buen recordatorio de que no vuelva a meterse contigo?

—Eso quiero creer.

—¿Acaso tú...? ¿Ha pasado que...? —ella apretó sus labios, luchando por encontrar las palabras—. ¿Alguna vez hiciste algo más que un golpe?

—Solo una vez —admití—. Era ese hombre o Jack. No me gusta pensar en ello.

—Lo siento.

—No me gustan las armas tampoco, o dañar a otros. Tal vez por eso recibí esta paliza. Hubiera sido mejor si simplemente hubiera atacado. ¿No?

—No hubieras sido mi Emma —respondió mamá y deslizó con cariño una mano por mi mejilla buena—. Nunca te arrepientas de cómo eres. Aunque temo que este cabello no tiene solución.

—¿Hay que cortarlo? —pregunté y suspiré con resignación cuando ella asintió—. Hay unas tijeras en mi mesa de noche.

—Volverá a crecer —dijo mamá yendo a buscarlas.

Ese no era el punto. Miré de nuevo mi reflejo, observando los largos mechones de delante. El tajo había sido por atrás y había preferido no fijarme en cómo había quedado. Mamá se paró detrás de mí y cogió un puñado para comenzar con su labor. El susurro de las tijeras ante el primer corte casi me sacó un escalofrío. Años de cuidar el largo para perderlo de este modo... No pude evitar que una lágrima se deslizara fuera de mi ojo, tal vez porque aquí era el fin de Emma Stonem.

Phoenix (Pandora #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora