Capítulo 12

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—¡Mamá!

Mostré mi mejor sonrisa falsa de inocencia, intentando pretender que no estaba poniendo en peligro mi vida y posiblemente apostando la seguridad de mi madre mientras me acercaba. Si Lionel estaba sorprendido de encontrarme o que hubiera decidido mostrarme, no lo pareció. Internamente solo podía desear no estar cometiendo el peor error del semestre. Necesitaba hacer tiempo, y sabía que siete minutos eran cuatrocientos veinte segundos exactos en términos de espía.

Mamá me miró sin comprender qué hacía allí. Eso era bueno, al menos todavía era capaz de esconderme de ella. Me recordé que tenía el cuchillo de la abuela atado en el interior de mi bota, y Jack estaba cerca por si llegaba a necesitarlo. Podía hacer esto. No había modo en que fuera a permitir que Lionel le hiciera daño a mamá, menos frente a mí. Al menos ella guardaba la prudente distancia de simples conocidos con él. De seguro Lionel le habría insistido lo suficiente con juntarse a hablar, como para que mamá cediera una vez creyendo que eso definitivamente le pondría fin.

—¿Qué estás haciendo aquí, Em? —preguntó ella, mantuve mi sonrisa intacta.

—Vengo de visitar el Globe con Andy, pero él tuvo que partir y creí reconocerte —respondí.

Deseé que Lionel picara el anzuelo de que Andy seguía en Londres, no era tan tonta como para creer que en serio sucedería. O tal vez, por algún milagro, él podía pensar que estaba diciendo la verdad con la esperanza que no me creyera. No sabía cuán fan era Lionel de la lógica de Dupin.

—¿Por qué no le mencionaste a Brigitte que nos conocemos, Emma? —preguntó Lionel con fingida amabilidad, ladeé apenas la cabeza al mirarlo.

—¿Lo hacemos? —dije con confusión—. Lo siento, no suelo recordar imbéciles. Mamá me enseñó eso.

—¿Y te enseñó a respetar a los mayores? ¿O esa lección te la saltaste?

—Confío en el juicio de Emma respecto a quien merece, o no, su respeto —dijo mamá y suspiró—. Fue bueno verte para ponerse al día, Lionel, pero ya es tarde y tengo cosas que hacer.

—Podemos volver juntas —propuse—. Yo también voy para casa.

—Puedo alcanzarlas en mi auto —dijo Lionel y le sonreí sin ocultar mi odio.

—No me gusta subirme al auto de extraños —respondí.

Demasiada práctica en la escuela como para saber sostener una sonrisa que en realidad ocultaba un deseo de muerte al otro. Lionel resultaba inmune y el modo en que me miraba tampoco era uno de buenas intenciones. Mamá estaba demasiado preocupada con su propio horario y el caos de su nueva residencia como para notarnos. Puntos para ella por escogerme a juzgar por cómo se fijó en mí.

—Sales con mi hijo —dijo él, entonces mamá sí había hablado de más.

—Por alguna razón nunca habló de ti. ¿Podemos irnos, mamá?

—¿Lo tratas bien, o en el fondo eres una víbora como tu padre? —preguntó Lionel y mamá se giró para enfrentarlo.

—Suficiente —dijo ella y lo picó con un dedo en medio del pecho para obligarlo a retroceder un paso—. Cual sea el problema que hayas tenido con Orlando, en todo caso es conmigo ahora. Deja a mis hijos fuera de esto. Lo siento por lo sucedido, pero no permitiré que te metas con mi familia. Eres un hombre grande como para meterte con una adolescente. No lo permitiré, no con mi hija. Si Orlando te hizo algo, puedes hablar conmigo, y nadie más. Así que deja en paz a Emma y ten un buen día.

Ella era consciente. Sabía que algo había sucedido entre Lionel y Orlando. Mamá lo conocía, aquel hecho que había roto cualquier buena relación entre dos mejores amigos para deformarla en esto. Y tal vez eso hubiera logrado asombrarme, pero la frialdad que apareció en la mirada de Lionel fue suficiente para llenarme de temor. Ella se había acercado demasiado. Fuera en respuesta al clásico arrebato de mando de mamá, o el haberle recordado un hecho que Lionel claramente prefería olvidar, él respondió.

Phoenix (Pandora #6)Where stories live. Discover now