Capítulo 21

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Tal vez uno de los peores errores que podía cometer un actor era no saber separar las emociones del personaje de las propias. Maurice se había asegurado de enseñarle a toda la compañía las consecuencias de ello. Los mejores actores eran aquellos que se apropiaban por completo del personaje, que lo dejaban meterse debajo de la piel y sentían sus sentimientos como propios, pero fuera del escenario, esa técnica podía llevar a uno a la locura y no eran pocos quienes se habían suicidado por ello.

Heath Ledger era todo lo que una adolescente podía necesitar para comprender que monsieur le directeur no se andaba con cuentos de terror para niños. Tal vez por eso Maurice nos había alentado a ensayar de a pares, porque siempre había una persona que podía distraer al actor como para sacarlo del personaje si era necesario. Y extrañaba a Andy y sus modos de restarle importancia a cual fuera la situación, tan solo deseaba que él no la estuviera pasando tan mal como yo.

El libreto se sentía sin peso entre mis manos, pero al menos mi cuerpo parecía estar disfrutando de estar quieta en un sofá. Quizás no había hecho un buen uso de la biblioteca Bright como debía, en mi defensa no había sido la primera en adueñarme del lugar. Los rayos de sol entraban por los amplios ventanales detrás del escritorio iluminando todo de un cálido tono naranja. Faltaban libros en la sección de poesía lo cual me hacía sonreír cada vez que me fijaba y el abuelo ya había entrado al menos tres veces para buscar distintos tomos de cuidados medicinales y primeros auxilios mientras farfullaba cosas para sí mismo. Era imposible que faltara vida entre libros.

Cuando el reloj sonó marcando las cinco y papá entró con su habitual taza de té, no pude evitar mirarlo con curiosidad. En todos los días que llevábamos aquí, esta parecía ser la única acción que siempre repetía de un modo exacto. La única rutina que se permitía tener. Tal vez porque la biblioteca era grande y silenciosa, y llena de conocimientos para un niño sin nada mejor que hacer. Intenté imaginar lo que habría sido crecer aquí, con sus padres ausentes por misiones, John recibiendo la atención del perfecto primer hijo y Vivien siendo la pequeña mimada de la familia. Papá se habría refugiado en los libros, porque allí la soledad casi era fácil de pretender que no era real, y años de observar sin ser el centro de atención lo habrían llevado a ser tan bueno deduciendo a los demás.

—Lo siento, no me di cuenta de la hora que es —murmuré enseguida y él levantó una mano.

—Está bien, no tienes que irte —dijo al verme intentar levantarme y me sonrió—. Siempre es bienvenida una buena compañía.

Él había llorado la otra vez. Incluso cuando había intentando ocultarlo y yo había estado ocupada intentando entender mis propios sentimiento, el vibrar en su pecho había sido el del llanto. Incluso ahora no sabía del todo qué pensar al respecto, pero papá parecía tan feliz ante la perspectiva de tener compañía y mi cuerpo estaba simplemente tan dolido, que me dejé caer hacia atrás en el sofá de nuevo.

—¿Quieres que te traiga una taza también? —preguntó papá acercando una silla para sentarse frente a mí y negué con la cabeza.

—Prefiero evitar cualquier cosa caliente —admití y él fue perfecto al ocultar el dolor o el modo en que se fijó en mi cuello.

—Douglas hace el mejor té helado que alguna vez probarás.

—Dudo que alguno sea mejor que el de mamá.

—Brigitte nunca mencionó que preparara té helado también —dijo él, luciendo afectado por el hecho de haber sido dejado de lado—. ¿Qué lees?

—Noche de epifanía.

—Un clásico —respondió papá antes de beber un sorbo de té—. Dicen que las comedias de Shakespeare son solo para intelectuales, porque sus críticas a la sociedad son tan sutiles que solo aquellos más inteligentes son capaces de notarlas.

Phoenix (Pandora #6)Where stories live. Discover now