12. Cole Sprouse (1/2)

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Ahí estaba él, en la misma mesa, en la misma silla. Frente a él estaba el pastel de chocolate que siempre pedía junto a una taza humeante de café negro, sin leche.

Su cabello negro con el mismo estilo salvaje y despeinado, la cámara nunca faltaba alrededor de su cuello; cerca de sus manos para cuando la necesitase. Esta vez venía vistiendo unos jeans negros y una camisa blanca remangada para dejar al descubierto sus brazos trabajados.

Ahí estaba él nuevamente, sentado cerca de la ventana y mirando a través de ella. Solamente él y sus pensamientos. No sabía su nombre, ni mucho menos conocía el sonido de su voz. Sin embargo, sabía la profundidad que escondían esos ojos verdes incluso si solo los he mirado por milésimas de segundo. Sabía del hechizo que cubría su aura, el misterio y el magnetismo que el movimiento de su cabello causaba en todas las chicas que le veían... y en mí.

Él nunca hablaba, simplemente señalaba el menú. Después de dos meses no hubo necesidad de preguntar cuál sería su orden, él siempre pedía lo mismo y todos en la cafetería lo sabíamos.

Solo una vez había tenido la suerte de ver esa sonrisa e inclusive si solo fue fugaz, mi corazón rebotó en mi pecho y mi alma dedujo que esa sonrisa ladeada y traviesa me perseguiría en mis más profundos sueños hasta el día de mi muerte.

Me sentía como una acosadora, tal vez lo era, tal vez todos lo éramos porque cuando él entraba y se ubicaba en su lugar de siempre, las miradas discretas y no tan discretas siempre estaban pendiente de sus movimientos. Todos en la cafetería nos sentíamos atraídos por la manta invisible que le rodeaba, como moscas atraídas a la luz de un foco. Pero él nunca se daba cuenta, simplemente se hundía en sus pensamientos y en el lente de su cámara profesional; capturando la belleza que él solo podía percibir... viendo cómo avanzaba el día a través del cristal del gran ventanal del lugar.

No importaba si era un día ajetreado, no podía evitar robar miradas de su perfil. No podía dejar de verlo, así como tampoco podía dejar de soñar despierta con tener el valor suficiente de acercarme a él y hablarle de algo más que su orden.

Él era especial y tanto como mi alma y corazón estaban de acuerdo.

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Ahí estaba él, por primera vez mirando alrededor de la cafetería. Su mirada buscando algo... o a alguien.

Su cabello negro con el mismo estilo salvaje y despeinado, la cámara que nunca faltaba alrededor de su cuello, hoy no estaba presente. Esta vez venía vistiendo unos jeans claros y una polera negra junto con un beanie.

Ahí estaba él nuevamente, sentado cerca de la ventana, pero esta vez su mirada no estaba perdida a través del cristal. Él miraba el lugar buscando a alguien.

Él nunca había hablado hasta hoy, cuando gritó el nombre de la persona que hoy le acompañaría. Él siempre estaba solo, pero hoy no. El sonido de su voz me tuvo temblando de rodillas.

Él nunca hablaba, simplemente señalaba el menú. Hoy no. Hoy utilizó su voz para pedir su orden, para pedir la orden de la linda chica que estaba sentada frente a él. La profundidad de su voz hizo estragos en mi cabeza, me desorientó, pero finalmente supe el impacto que su voz causaba. Él siempre pedía lo mismo, hoy no lo hizo.

Solo una vez había tenido la suerte de ver esa sonrisa, hoy tuve la oportunidad de verla todo el tiempo. Esa dentadura blanca combinada perfectamente con esa travesura en sus labios nunca me dejaría, siempre estaría ahí cuando cerrara los ojos. Su risa siempre sería mi melodía favorita. Él nunca sonreía, mucho menos reía. Pero hoy lo hizo, y un malestar en mi estómago comenzó a crecer porque no era yo la que había logrado aquella hazaña.

Me sentía como una acosadora, tal vez lo era, tal vez todos lo éramos porque cuando él entraba y se ubicaba en su lugar de siempre, las miradas discretas y no tan discretas siempre estaban pendiente de sus movimientos. Hoy no fue la excepción. Todos en la cafetería nos sentimos atraídos por la nueva aura que le cubría, a él y a la afortunada chica. El misterio de saber qué había cambiado estaba latente y nos impedía ignorar la alegría que irradiaba aquella mesa cerca de la ventana. Pero él nunca se daba cuenta, y hoy no fue la excepción. Incluso si no había un lente de cámara en el cual perderse, estaba la hermosa sonrisa de la chica frente a él.

Él era especial, incluso esos lunares esparcidos por su etéreo rostro lo eran y la chica frente a él también lo sabía.

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One shots (Multifandom)Where stories live. Discover now