CAPÍTULO 10: El Hilo de la Vida

Comenzar desde el principio
                                    

Se me rompió el corazón imaginándome el mal momento que estaba pasando mi amiga, pero honestamente estaba demasiado agotada para preocuparme por ésto.

—Sabía lo que hacía, Ari. Sabes que mi hermano no me dejaría sola si creyera que estaba en peligro.

Ariadna miró a Pólux y algo en él hizo que finalmente se tranquilizara. Sus hombros cayeron en derrota y dejó escapar un largo suspiro.

—No vuelvas a hacerme elegir entre mis amigas. Es una decisión que no puedo tomar.

—No tenías nada que elegir, Ari. Ayudar a Psique era la única opción —dije, volviendo a abrazarla—. Estoy bien —susurré—. Estoy bien.

Cuando toda la energía abandonó a Ariadna, su cuerpo dijo basta y se quedó profundamente dormida en uno de los sillones de la sala médica.

Pólux acomodó sus piernas para que se recostara más cómodamente, y se sentó en una de las sillas, mirándome con intensidad.

—¿Qué pasó? —preguntó.

Me senté a su lado sin mirarlo.

—No quiero hablar al respecto.

—Viste a Morfeo.

No fue una pregunta, sino una afirmación. Mi hermano podía leerme como a un libro.

—Él está solo. Su padre no esta aquí.

Ante el silencio de Pólux, giré la cabeza para mirarlo.

—Él está siguiendo los pasos de su padre —agregué.

Pólux asintió de forma solemne.

—Eso es lo que me temía.

Abrí la boca y luego la volví a cerrar.

—¿Lo sospechaste todo este tiempo y no me dijiste nada?

—¿Me hubieses creído si lo hubiese sugerido?

—¡No me respondas con otra pregunta!

—Shhh, vas a despertar a Ari.

Miré a mi amiga, pero ella dormía tranquilamente.

Pólux tenía razón. Jamás lo hubiese escuchado.

Sentí el peso de las últimas horas aflojando mi cuerpo.

—Mira, no quiero hablar sobre ésto ahora, ni siquiera quiero pensar sobre el tema —le dije a mi hermano—. Tengo mayores problemas en los que preocuparme.

Pólux me miró por un momento sin decir nada y entonces decidió cambiar el tema. Por ahora.

—Lleva mucho tiempo allí dentro y aún no nos dicen nada.

Miré a las puertas dobles que ocultaban a los pacientes más delicados de la sala médica.

—Al menos no son malas noticias o ya nos hubiésemos enterado.

Pólux se encogió de hombros.

—Llamé a sus padres.

Levanté la vista sorprendida.

—¿En serio?

—Dijeron que vendrían al desocuparse. ¿Dioses, quién dice eso? Teniendo a tu propia hija gravemente herida.

Suspiré.

—Sus padres son... complicados.

—Más bien unos imbéciles.

—Eso también.

—Ariadna llamó a su novio pero él no contestó el teléfono.

Una intensa furia recorrió mis venas.

La Prisión de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora