Capítulo 44

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Louis tiró la jeringa por la ventana y me abrazó por la cintura contra él, y me arrecosté sobre su pecho.

Derrepente la puerta se abrió de un tirón de par en par y Liam entró junto con alguien que no reconocí pero me resultaba familiar, ojos verde esmeralda, tez blanca, cabello castaño, dedos largos y finos al igual que él, tenía una playera y se notaban sus brazos algo tonificados, miré a sus ojos y por un momento nuestras miradas chocaron, oh dios, las piernas me flaquearon y un millón de cosas pasaban simultáneamente en mi cuerpo.

Sus ojos me hicieron sentir pánico, miedo y pasión, tanta pasión que me daba miedo.

Un escalofrío me invadió el cuerpo y por alguna razón me sentía terriblemente mal.

Rápidamente el extraño miró hacia el cuerpo de Erszébet, quien tenía sangre en la nariz por la cocaína y espuma rojiza en la boca por las convulsiones, estaba muerta y lucia terrible.

Las nauseas de nuevo me invadieron y comencé a vomitar mientras Louis sostenía mi cuerpo para no caer, me sentía débil, no había comido en dos días y vomité una cantidad impresionante, cuando acabé con el primer vómito, vino el segundo, acompañado de sangre ya que mi estomago estaba vacío.

Louis tocó mi frente y miró a Liam y al extraño.


-Vuela de fiebre o se muere de calor, aparte del hambre que de seguro tiene –Informó.

-Lo único que hace es vomitar –Gruñó Liam –O llorar o sentir miedo ¿A caso tenemos pinta de que te daremos alguna clase de muerte lenta y dolorosa? –Preguntó.

-Liam y Louis, encárguense del cuerpo de Erszébet y yo... –Dijo el extraño pero Louis lo interrumpió.

-¿Y yo por qué? –Gruñó Louis.

-Porque de seguro tú la mataste y aparte aún quieres conservar tus testículos, imbécil –Respondió el extraño –Ahora ocúpense de eso, yo me ocuparé de Jade y sus vómitos.


El extraño vino por mi y con un brusco movimiento me cargó en sus brazos, no podía ni mover un dedo un centímetro.

Salió de la cocina con mi cuerpo en brazos y caminó a una de las puertas, pasó uno de mis brazos por su nuca para que pudiese tener mejor agarre y de su bolsillo trasero sacó un manojo de llaves, abrió la puerta y entró, cerró la puerta y se dirigió a otra que había en la habitación, la abrió y había una escalera.

Bajó las escaleras y abajo había otro cuarto, me sentó sobre la cama y me miró.


-¿Cómo diablos te sientes? –Preguntó.

-Oh ¿Cómo crees tú que me siento? –Pregunté agarrándome el estomago.

-No es momento para el sarcasmo, y hazme el favor de no vomitar.

-No lo iba a hacer, sólo me duele.

-Sí cooperas y me dices que diablos te pasa quizá pueda ser de ayuda ¿No lo crees? –Preguntó enfadado.

-Tengo la espalda herida y de seguro sangra, me duele el estomago, la cabeza, tengo hambre y quiero tomar un baño, sí me complaces eres mi héroe.

-Bien, haré lo que pueda, pero no digas que soy tu héroe cuando no sabes ni madres quien diablos soy.


Asentí y el extraño se sentó en una silla cercana a una guardarropa, y con sus dos manos frotó sus sienes, me miró fijamente y finalmente habló.


-Empezaremos con algo sencillo, veré que puedo hacer por tu espalda, luego mientras tú te bañas en el baño de aquí voy por comida y ropa para ti, y creo que eso es todo.

-Sí... Supongo.

-Pero te advierto... –Se paró y se acercó severamente –Sí tú intentas algo, ni bien te encuentre te traeré a la rastra aquí dentro y te ataré a esa maldita cama y sufrirás como sí estuvieses en el infierno.


Asentí muerta de miedo y entonces se alejó un momento para volver con una gasa, algodón y alcohol etílico.

Me quité la camiseta, y limpió y desinfectó mi herida, luego me enseñó el baño y me dejó allí, subió y desapareció un buen rato.

Tomé una ducha y envuelta en una toalla, esperé a la persona que hasta ahora había sido más hospitalaria en esa casa del infierno.

El desconocido bajó las escaleras con una mochila y un plato, apoyó el plato sobre la mesita de noche y la mochila a mi lado.

Me observó detenidamente y mordió y mojó sus labios, luego se alejó de mi y volvió a su silla, sabía que no se iría de ahí, así que frustrada por la falta de privacidad, le dí la espalda, saqué la ropa de la mochila y comencé a vestirme, una ves terminé me cepillé mi mojado cabello con un cepillo que encontré por ahí y luego me senté sobre la cama y mire el suelo pensativa.

Su voz interrumpió mis pensamientos.


-¿No piensas comer? –Preguntó

-¿Tú no comerás?

-No, ya lo he hecho.

-Bien, oye una pregunta ¿Qué diablos pasará con Louis? –Dije y noté su cara de irritación.

-Él y Liam se desharán de mi hermana en la ciudad, no volverán, ellos saben convivir.

-¿Y qué pasará conmigo?

-Lo que yo quiera que pase.

-¿Y ahora qué?

-¿Puedes dejar de preguntar?

-Sólo quiero saber.

-Bueno, algo que de seguro ya dedujiste, tú y yo estamos solos, y mientras así sea, las cosas se pondrán buenas para mi...

ObservadaWhere stories live. Discover now