Se escuchó entonces un estruendo, la patrulla frente a ellos, comenzó a derraparse y perder el equilibrio. Se estrelló contra un medio muro de concreto que dividía en dos la carretera interestatal. Rodríguez frenó el vehículo acorazado.

          —Vamos a tener que bajar, Martin, tú quédate aquí adentro. —Respondió Sofía.

          —Capitana yo aún puedo pelear...—Se quejó Martin.

     Pero Sofía Gallen, no estaba para juegos ese día. —Es una orden oficial. —Replicó ella y luego abrió la portezuela y bajó del vehículo blindado. En sus manos llevaba la escopeta, tras ella fue Rodríguez con su rifle de francotirador.

     Todo el convoy frenó, y los 8 vehículos se detuvieron.

     —Capitana espere. —Le gritó Rodríguez, el muchacho corrió hacia ella, y le colocó en las manos el contador de radiación Gauger. —No podemos permitir que nuestra líder se convierta en un zombi irradiado. —Pero el aparatito mostraba un aire radioactivo inferior a la media

     Entonces escucharon una melodía, las notas golpeadas del rap, y una nube de polvo acercándose desde el otro lado del camino.

     —Gracias Rodríguez...—Replicó Sofía. —Estoy seguro que ni el comandante Richard, ni Érica, querrían verme emanando fosforescente fulgor. Sin querer Sofía golpeó con su bota militar un fierro en el asfalto, entonces se dio cuenta que eran púas hechas con clavos oxidados de ferrocarril.

     Entonces en la distancia se vio una densa nube de polvo acercarse hacia ellos.

     —Parece que caerá sobre nosotros una tormenta de arena...—Dijo Martin desde el interior del auto, asomando la cabeza por la ventanilla.

     "Eso no parece una tormenta de arena" pensó Sofía.

     —Rodríguez, usa la mira de tu rifle. —Le ordenó Sofía. El hombre tomó su rifle y miró por la mira.

     —¡Puta Madre! —Exclamó Rodríguez hablando en español. Sofía sabía que cuando Rodríguez comenzaba a maldecir solo podía significar una cosa...

     "Problemas".

     Entonces vieron en la lejanía los vehículos motorizados que levantaban las nubes de polvo, con las afijes de la virgen de Guadalupe y de otros santos católicos montados sobre los capotes de los camiones, y vehículos motorizados del yermo.

     —¡Los Reyes! —Gritó Rodríguez.

     Al instante un miedo atroz cruzó por la columna de Sofía.

     —¡Rápido todas las unidades formen patrón sigma! ¡No podemos dejarles confiscar los suministros! —Ordenó Sofía. De pronto los demás agentes, se colocaron a resguardo por detrás de sus vehículos, habiéndose atrincherado en las barricadas, empezaron a disparar.

     Un vehículo de demolición hecho con lo que alguna vez fue una excavadora de la construcción envistió los vehículos blindados de la policía y rompió el cerco. Los atacantes descendieron del vehículo furiosos. En sus caras llevaban bandanas de colores brillantes, camisetas largas sin mangas, de pantalones entrenadores o jeans ajustados. Eran de pieles cobrizas, blancas y oscuras, atacaban con fiereza usando sus escopetas recortadas, revólveres y cuando estaban lo suficientemente cerca de los agentes de A.P.D. usaban afilados machetes para masacrar a los hombres. Eran los guerreros nahuales de la más temida banda de saqueadores en Tierra de Nadie. Los Reyes.

     Desde antes de "La Caída" los reyes ya se habían hecho con una terrible reputación, trabajando para un cartel mexicano. Sofía supo en ese momento que no habría misericordia ni cuartel, eran ellos o ella. la capitana Gallen saltó sobre el capote de su auto. Barrió hacía atrás el cargador de su escopeta y comenzó a disparar. Mató a varios de ellos, cercenándoles las piernas, brazos y cabezas con una ráfaga de esquirlas. Entonces sitió tres golpes, eran impactos de bala, solo esperaba que su chaleco soportara un poco más. No había tiempo para pensar sobre la vida o la muerte. No sentía miedo, una gran descarga de adrenalina corría por todo su cuerpo, y no le interesaba a quien mataba. Cómo policía jamás se le hubiera ocurrido matar a un niño. Hoy le disparaba en la cabeza a un "chamaco" uno de los niños que Los Reyes usaban para recargar las armas de los soldados Reyes.

     Uno a uno, sus compañeros de unidad fueron acabados, hasta que solo quedo ella.

     Dos de los Reyes la agarraron por las extremidades. Mientras hombre bajó de uno de los vehículos con una estatua de la virgen de Guadalupe sobre el capó de su camión. Un hombre relativamente joven descendió, alto y con una complexión atlética, de músculos muy marcados y tatuajes religiosos por todo el brazo y pecho. Sin embargo, un tatuaje en particular, resaltaba entre todos, una cruz en tinta negra que le nacía en la frente y acababa por debajo de su nariz y le cubría los ojos. Llevaba una cadena de oro con una bala colgando, anillos brillantes con diamantes. El hombre tenía la cabeza completamente rasurada.

     Sofía tragó saliva, era él, el hombre más temido en todo el yermo, el perro de guerra de Marco Antonio Reyes, su sobrino Fernando. El hombre miró con sus depravados ojos a Sofía...

     —¡Desnúdenla! —Ordenó el hombre.

     Sofía cerró los ojos, no quería saber lo que le iban a hacer. Lo único que lamentaba era que no podría volver a ver a su hermana otra vez, aquella jocosa niña que le estaría esperando en Ashton. Por suerte sus pensamientos fueron acallados por el sonido de la motosierra.



Una historia sobre la anarquía

7 años han pasado...



Días de Anarquía. 

Días de Anarquía: Año 7Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu