-Pues, esta mañana me desperté pensando en la agencia, por lo que decidí quitarnos de en medio el asunto de los contratos. Ya estamos sin compromiso- dijo desde el otro extremo de la piscina antes de tirarse de cabeza al agua salpicando en todas direcciones. Caminé hacia la sombra que ofrecía la gran sombrilla de tela blanca colocada junto al bordillo.

Philip salió del agua tomando aire con necesidad y sacudiéndose el pelo con un rápido movimiento de cabeza, de lado a lado.

-Marcello me llamó más tarde casualmente, diciéndome que seguramente con lo del embarazo ahora necesitaríamos más dinero y que nos había conseguido varios castings- dijo acercándose a mí. Me encantaba quedarme mirándolo, su cuerpo perfectamente moldeado, a mi gusto, su rostro con cada uno de sus delicados rasgos, su mirada en la que sin necesidad de mojarme era capaz de sumergirme y nadar durante horas y horas...

Me encantaba como le quedaba el collar que llevaba, era sencillo. Una cuerda corta de cuero trenzado marrón oscuro, del cual una de las tiras atravesaba un fino y pequeño colmillo de huargo.

Ese collar había pertenecido a mi padre, al parecer él lo tenía desde pequeño cuando mi "abuelo", que viajaba mucho, se lo trajo de Groenlandia. Luego él me lo regaló a mí y bueno... ahí estaba ahora, en el cuello del ladrón de mi corazón.

Mi padre me había contado muchas historias sobre los huargos, al parecer eran similares a los lobos solo que de mayor tamaño, mucho mayores. De las tantas historias que escuché, la que más recuerdo y más me gustó, es la que me contó sobre Misha, una niña que se terminó enamorando de uno de ellos, pero la última vez que la escuché fue hace mucho, por lo que ya no la recuerdo demasiado bien.

Rodeó con sus manos, mi cintura.

-¿Qué miras?- preguntó bajando la mirada hasta su pecho antes de llevarse una mano al collar.

-No te lo quitas- dije con voz neutra pero con verdadera alegría en cada palabra.

-¿Para qué me lo iba a quitar?- dijo con el mismo tono -Es un regalo de mi fea favorita- dijo antes de acariciarme la mejilla, dejando un rastro húmedo sobre mi piel antes seca.

-No, si yo no me quejo. Me alegra que no te lo quites- dije rodeando su cuerpo con mis brazos y apoyando la cabeza sobre su pecho, para poco después sentir la presión de sus brazos sobre mi cintura. 

Observé como las gotas descendían lentamente por su pectoral desnudo. Su corazón, al igual que el mío, siempre había bombeado con mayor fuerza y rapidez de lo normal, por lo que aún estando apoyada sobre la parte derecha de su pecho, pude escuchar sus latidos, tan claros como si bajo aquel punto tuviese otro corazón. 

-Perdona- me disculpé cerrando los ojos al escuchar en su mente el eco de la conversación que habíamos tenido anterior a la del collar. 

Sí, ahora me preocupaba menos lo de no controlar el don en su presencia, supongo que cualquiera perdería el control intencionadamente, por tal de escuchar cosas como; bella, te quiero, si supieras que me haces feliz con cada sonrisa... 

Que pena que él no pudiera escuchar los míos. Bromeo, la verdad es que agradezco que sea yo la de los poderes. ¿Te imaginas que hubiese podido escuchar cosas tan cursis como lo que he escrito de su mirada?... Dios, sería un tomate en toda regla.

-¿Perdonarte por qué?- se preocupó por un instante durante el cual su mente se había disparado y por alguna razón, pensó en Carlos. Lo miré intentando tranquilizarlo.

-No desvaríes tan pronto, lo digo porque en lugar de comentar algo sobre lo de Marcello, he saltado con el collar- dije. Entonces me di cuenta de que le había hablado como si él fuera consciente de que le leía la mente. 

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon