IV

42 3 0
                                    

Aquellos cuatro meses se me habían venido encima con la rapidez y potencia de un tsunami, así que imagina lo que debían suponer para mí los días. Aún así había ocurrido tanto en tan poco tiempo, que parecía que había pasado mucho más.

Después del último "incidente", Philip y yo estábamos genial, en el sentido de que disfrutábamos el uno del otro al máximo cada vez que estaba de vuelta, pero luego estaba mi fase de desesperación cada vez que se iba.

Cada vez estaba más sensible y entre que no sabía conducir, estábamos en un sitio en el que la parada de bus más cercana quedaba a tres kilómetros, que no me gustaba molestar a nadie y entre otras tantas cosas, que Philip pasaba cada vez más tiempo, si era posible ya, de viaje que en casa... Me sentía realmente sola.

Ya no solo venía a verme Ribeiro, ahora había recurrido también a los servicios de Roberto como psicólogo y nadie, salvo nosotros dos, lo sabía.

Aquella mañana me había desvelado a eso de las seis, el peque últimamente volvía a estar muy inquieto.

Draco y yo paseábamos por la parte delantera de la casa, yo envuelta en mi albornoz con la capucha puesta y mi taza de té, la que más que por beber, la usaba para calentar mis manos.

Draco correteaba de aquí para allá en busca de cualquier cosa que llamara su curiosa atención.

Me llevé la mano al bolsillo del grueso albornoz cuando comenzó a vibrar.

-Sí?-respondí al teléfono sin mirar.

-Qué haces despierta tan temprano?- Carlos había tomado la costumbre de hablar en español conmigo, con la intención de enseñarme el idioma a la perfección.

Al despertar le había respondido a un mensaje de la noche anterior.

-No puedo dormir.

-Va todo bien?-por algún tonto motivo se me hizo un gran nudo en la garganta.

-No lo sé-se me quebró la voz, a lo que gruñí.

-Meg...

-Estoy bien, son estas malditas hormonas-me quejé.

-Te apetece que te vaya a visitar y te haga compañía estos días?-sabía que Philip se volvía a marchar esa misma mañana.

Quise decirle que no hacía falta, pero sin embargo me eché a llorar.

-Muy bien, hoy comemos juntos así que estate preparada para eso de las dos, vale? Hasta luego-colgó. Quise reír, pero me fue imposible.

Regresamos y fuimos al jardín trasero. Me senté en el columpio y me balanceé suavemente mirando el cielo sobre mí, una pequeña parte semi redonda y azulada, salpicada por luces blancas y bordeada casi por completo, por las copas de los árboles.
Al escuchar la puerta de cristal arrastrar, abrí los ojos, los cuales había cerrado para apreciarlo todo un poco mejor. Las ardillas comenzando a despertar, el agua a lo lejos, más caudalosa a esas alturas, los pájaros...

Aquellos ojos oscuros me observaban como preguntándose algo que ni ellos mismos sabían.

Philip se acercó en silencio sin dejar de mirarme a los ojos. Su melena estaba igual de larga que cuando lo vi por primera vez en aquella sala rodeado por focos y flashes... Su cuerpo... Solo tapado por un pantalón de chándal grueso, simplemente seguía perfecto o me atrevería a decir que había mejorado bastante desde aquel día.
Yo sin embargo allí estaba, más pálida que nunca, más delgada de todo a excepción de mi barriga, que parecía mutar por días... En fin...

-Hola-casi susurró a un paso de mí, antes de tomar mi rostro entre sus manos.

-Hola-dije con el mismo hilo de voz.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now