Capítulo 28: Enfrentados

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—No te voy a dejar dormir, lindura.— Su mano subió hasta rozar el borde de sus bragas. Sentía que toda la sangre le ardía de deseo por ella. Empezó a mordisquear su cuello suavemente, sentía que no iba a aguantar más. El olor de Riley lo volvía loco.

—Max... espera.— Ella intentó apartar su mano, pero ni loco iba a dejar que hiciera algo así—. Max... en serio...

—¿En serio qué?

—Tenemos que hablar —dijo con seriedad, y entonces él se quedó quieto. No le agradó ese tono ni la frase, lentamente se apartó de ella y se sentó. Riley también hizo lo mismo.

—Las mujeres siempre tienen que hablar. Vamos, suéltalo de una vez — dijo intentando no ser brusco ni serio, pero al final lo terminó siendo.

—No me hables así...—contestó ella afligida y de inmediato se arrepintió de haber respondido de esa manera—. Ya bastante duro es lo que tengo que decirte para que antes de empezar me trates de esa manera.

—Solo dímelo, linda, no pasará nada —dijo intentando sonar lo más calmado posible, pero eso de "bastante duro" le dio que pensar.

Riley se mantuvo en silencio unos segundos antes de empezar a hablar. Entre palabras entrecortadas, con timidez, los ojos llenos de culpa y con un discurso al borde de las lágrimas, le dijo que creía que si era la reencarnación de Cassandra, porque se había acercado demasiado a Cassian (y en esa parte de la narración, Max ya estaba echando humo) y sin querer todo se salió de control. De una simple conversación en la iglesia, a algo muy intenso.

—Y te juro que no era yo misma, era como si el alma de la difunta se me metiera e hiciera cosas... Max, es como si perdiera la conciencia por unos segundos y luego reaccioné —decía desesperada. Y lo notaba en su voz, en su expresión y en todo lo que decía—. No quería hacerlo lo juro, pero yo...

—¿Qué hiciste? —preguntó con seriedad. Mentiría si dijera que no estaba ardiendo en celos de imaginar a Riley a solas con Cassian, y por la forma en que hablaba parecía que había algo grande de por medio. Una parte de él no quería culpar a Riley, porque sabía que ella no era responsable por ser quién era, que así era la magia, así había nacido y era a él a quien quería. Pero otro parte de él estaba a punto de explotar de rabia con ella. ¿En verdad no podía contenerse? ¿Tenía que buscar siempre la compañía de Cassian? Había una especie de atracción que quizá iba más allá de la reencarnación, eso se había dado cuenta.

—Yo me acerqué a él y lo besé —respondió ella nerviosa. Para Max fue como si todo el mundo se le cayera en ese momento. No pudo reaccionar un instante.

—¿Y él? —preguntó como si estuviera en automático. Su cuerpo y sus emociones no eran las mismas que las de un ser humano, pero juraría que sintió como si se le bajara la presión.

—Él pues, bueno... correspondió —dijo ella—. Es por esta conexión que tenemos, no es que en verdad lo quisiéramos, pero creo que por el vínculo era lógico que reaccionáramos así.

—Era lógico —dijo con amargura—. ¿Qué más era lógico?— Apenas estaba asimilando la idea de Riley besando a Cassian. De él correspondiendo. De que su hermano probara esos dulces labios que él adoraba. Que él la toque. No, eso no iba a aceptarlo jamás.

—Luego nos separamos, él me pidió que me fuera y lo hice. Nada más.— Max tenía los puños apretados. Y todo eso había pasado mientras él se hacía cargo de Jesse y se preocupaba por su seguridad. No lo podía creer. Estaba a punto de estallar de rabia, luchaba contra sí mismo para no descargar eso con Riley.

—¿Qué sientes por Cassian? —preguntó finalmente. Una pregunta estúpida, por cierto. Sea cual sea la respuesta, él no la iba a tomar nada bien.

Reina Escarlata I: Guerra de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora